https://doi.org/10.22267/rceilat.163839.5

REPORTE DE CASO

 

LA CARTA DE JAMAICA BASE DE LA CONSTRUCCIÓN DE AMÉRICA LATINA

 

ANTONIO CACUA PRADA
LMiembro de la Academia Colombiana de Historia y de la Lengua.

 

Recibido 5/10/2015, Revisado 5/11/2015, Aprobado 5/12/2015.


 

RESUMEN

El presente texto trata sobre la epístola más citada, pero poco leída, producida por el talento genial del Padre de la Patria; precisamente hace doscientos años, el miércoles 6 de Septiembre de 1815 en la ciudad de Kingston, capital de la isla de Jamaica, entonces posesión inglesa, hoy república independiente, el derrotado, atribulado y desesperado General Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios de Aguirre Ponte Andrade y Blanco, dictó el documento más trascendental de su fecunda existencia a su secretario, el Coronel Pedro Briceño Méndez: La Carta de Jamaica.

Palabras clave:Carta de Jamaica, América Latina.


 

ABSTRACT

The present text is about the most cited epistle, but little read, produced by the great talent of the Father of the Nation; precisely two hundred years ago, on Wednesday September 6, 1815 in the city of Kingston, capital of the island of Jamaica, then English possession, today independent republic, the defeated, troubled and desperate General Simon José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios of Aguirre Ponte Andrade y Blanco, dictated the most transcendental document of his fruitful existence to his secretary, Colonel Pedro Briceño Méndez: The Letter of Jamaica.

Keywords: Letter from Jamaica, Latin America.


INTRODUCCIÓN

Quiero obsequiarle al Centro de Estudios e Investigaciones Latinoamericanas CEILAT de la Universidad de Nariño, esta joya bibliográfica, sobre la Carta de Jamaica, auspiciada y editada por el señor Embajador del Ecuador en Colombia, el doctor Raúl Vallejo Corral, con la colaboración del Parlamento Andino, publicada y presentada en Bogotá, el sábado 4 de septiembre del 2015, para conmemorar los 200 años de su promulgación.

La profética Carta de Jamaica

Ningún momento, sitio, lugar, y ocasión tan trascendental, como el motivo del “IX Congreso Internacional de Pensamiento Latinoamericano: “La construcción de América Latina”, realizado por el Centro de Estudios e Investigaciones Latinoamericanas, CEILAT, de la Universidad de Nariño, en la ciudad de Pasto, para tratar sobre la epístola más citada, pero poco leída, producida por el talento genial del Padre de la Patria, precisamente hace doscientos años, el miércoles 6 de septiembre de 1815 en la ciudad de Kingston, capital de la isla de Jamaica, entonces posesión inglesa, hoy república independiente, el derrotado, atribulado y desesperado General Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios de Aguirre Ponte Andrade y Blanco, dictó el documento más trascendental de su fecunda existencia a su secretario, el Coronel Pedro Briceño Méndez.

Un poco de historia

El 19 de abril de 1810, en la Sala Capitular de la Ciudad del Ávila se constituyó la Junta Suprema de Caracas, para dar comienzo a un gobierno autónomo de Venezuela, dejando constancia de la fidelidad al Rey Fernando VII. El joven Simón Bolívar se encontraba en su hacienda de Yare, pero tan pronto supo esta noticia se trasladó a Caracas y se puso a la orden de la Junta Suprema. La entidad de inmediato lo ascendió a Coronel de las Milicias de Infantería y lo designó Presidente de la Comisión diplomática a Londres, integrada por Luis López Méndez y su antiguo profesor Andrés Bello, para tratar con las autoridades Británicas lo relativo al comercio y a la independencia de España.

El 16 de julio de 1810 tuvieron la primera reunión con el Secretario de Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña, el marqués Richard Wellesley, en su casa particular, en idioma francés, lengua que Bolívar manejaba muy bien. En estas reuniones se acordó mantener la amistad y comercio entre ingleses y venezolanos y mediar ante las autoridades españolas para formalizar las relaciones mercantiles entre Inglaterra y Venezuela. No aceptaron vender armas a la Junta de Caracas. En Londres, Bolívar conoció y admiró la personalidad del General Francisco de Miranda, y lo invitó a volver a Venezuela. Además hizo numerosas amistades inglesas y sentó magníficas relaciones con la prensa.

Concluida la misión el Coronel Bolívar regresó a su patria, el miércoles 5 de diciembre de 1810. Después del retorno de Miranda a Caracas, se efectuó la aprobación de la “Declaración de la Independencia de la Confederación de Estados de Venezuela”, iniciándose la nueva república, que se perdió a finales de 1812.

A la Nueva Granada

Del Puerto de La Guajira, Bolívar partió a Cartagena de Indias, en octubre de 1812, con otros militares. Todos fueron acogidos por el gobernador Manuel Rodríguez Torices, quien les reconoció sus grados militares y los incorporó a las tropas republicanas. El lunes 2 de noviembre de 1812, Bolívar suscribió en Cartagena un “Manifiesto a los Americanos”. El viernes 27 del mismo mes, le escribió “Al Soberano Congreso de la Nueva Granada”. El martes 15 de Diciembre estampó una “Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada”. Al Coronel Bolívar lo destinaron a servir bajo las órdenes del Coronel francés Pedro Labatud. Al poco tiempo se insubordinó y limpió de españoles el rio de La Magdalena.

Cuando se encontraba en Ocaña, el Gobierno de las Provincias Unidas de la Nueva Granada le solicitó su intervención para expulsar de su territorio al Coronel español Ramón Correa, a quien derrotó en la batalla de Cúcuta. Por esta acción victoriosa le otorgaron el título de Brigadier. Desde la frontera colombo-venezolana Bolívar le pidió permiso al Congreso de la Unión para iniciar una campaña y libertar a Venezuela, el cual le concedieron. Este hecho originó una mortal enemistad con el Coronel cartagenero Manuel del Castillo y Rada, jefe del Ejército Patriota del Norte, quien no compartió la idea.

El domingo 30 de mayo de 1813 el Coronel Simón Bolívar llegó a la ciudad venezolana de Mérida donde lo aclamaron: “Libertador”. El martes 15 de junio del mismo año, en Trujillo dictó el Decreto de la Guerra a Muerte. Al estruendo de músicas marciales, el viernes 6 de agosto de 1813 el Libertador hizo su entrada triunfal a Caracas. El jueves 14 de octubre siguiente, el Cabildo de Caracas, en la iglesia de San Francisco lo tituló “Capitán General de los Ejércitos y Libertador de Venezuela”.

Pocas semanas después empezaron las rivalidades entre los republicanos y vinieron las derrotas. El miércoles 7 de septiembre de 1814 Bolívar expidió el célebre “Manifiesto de Carúpano”, a sus conciudadanos, uno de los más trágicos escritos de su carrera política. De Carúpano partió acompañado por el General Santiago Mariño para Cartagena con el fin de presentarse ante el Congreso de la Nueva Granada a explicar su derrota.

De Cartagena a Tunja

El lunes 19 de septiembre de 1814 desembarcaron en la ciudad amurallada. Los cartageneros semanas anteriores habían declarado “Ciudadano Honorario” de Cartagena de Indias al Libertador Simón Bolívar. De allí continuó viaje al interior del país. El sábado 12 de noviembre en la ciudad de Nueva Pamplona las tropas patriotas comandadas por el General Rafael Urdaneta lo aclamaron. Bolívar en breve pero emotiva alocución les dijo: “Para nosotros la patria es América; nuestros enemigos los españoles; nuestra enseña la independencia; nuestra causa la Libertad”. El 24 de noviembre de 1814 llegó a Tunja y se presentó ante el doctor Camilo Torres, presidente del Congreso de la Unión. El Libertador entró al salón de sesiones y se ubicó en el lugar de las barras, desde donde pidió la palabra. El Presidente Torres lo hizo tomar asiento a su lado. Luego se dirigió a los granadinos en elocuente discurso y solicitó lo juzgaran con imparcialidad. Le contestó el doctor Camilo Torres y en su respuesta le dijo: “General” vuestra patria no ha muerto mientras exista vuestra espada; con ella volveréis a rescatarla del dominio de sus opresores. El Congreso granadino os dará su protección porque está satisfecho de vuestro proceder. “Habéis sido un militar desgraciado, pero sois un grande hombre”. Tres días después, el domingo 27 de noviembre, el Congreso de la Unión ascendió a Bolívar a General de División y lo designó Comandante en jefe de las tropas de las Provincias Unidas. Además le confió la misión de someter al Estado de Cundinamarca al gobierno Federal. Esta tarea la cumplió en corto tiempo.

Campaña contra Santa Marta

El General Custodio García Rovira, presidente del triunvirato de gobierno, le solicitó al Libertador adelantar una campaña para someter a la ciudad de Santa Marta, convertida en un poderoso fuerte realista. Bolívar atendió la petición y conformó un plan para defender el país. El lunes 23 de enero de 1815 pronunció un trascendental discurso ante el pleno del Gobierno, ya instalado en Bogotá, con motivo de la incorporación de Cundinamarca a las Provincias Unidas. Ese mismo día con una arenga se despidió de los santafereños. El martes 24 de enero salió de Santafé de Bogotá al frente de dos mil hombres con destino a la Costa Norte. Desafortunadamente esta empresa la obstaculizó y la torpedeó su enemigo mortal el Brigadier Manuel del Castillo y Rada, quien actuaba como Jefe Militar de la plaza de Cartagena. Cuando la situación estuvo a punto de convertirse en una guerra Civil, el General Bolívar desde su cuartel general de La Popa, el lunes 8 de mayo de 1815, presentó renuncia del mando del ejército, en comunicación al Presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, el estadista y militar José Miguel Pey, y mediante un sentido mensaje le dijo adiós a sus soldados. Esa tarde Bolívar, quien contaba 32 años, tomó una lancha en el caño de Bazurto y al día siguiente se embarcó en el Bergantín de guerra inglés, “La Decouverte”, -La descubierta-, surcó en la bahía, rumbo a Jamaica. El jueves 11 de mayo perdió de vista la costa suramericana, mientras en tal fecha el Pacificador Pablo Morillo entraba a Caracas.

Pobreza y exilio

El periódico The Royal Gazette de Kingston, Número 20, correspondiente a la semana del sábado 13 al 20 de Mayo de 1815, dio la noticia de la llegada al Port Royal del pasajero Simón Bolívar. Lo acompañaban su secretario el Coronel Pedro Briceño Méndez, dos ayudantes de campo Rafael A. Páez, edecán, y Ramón Chipia oficial de infantería, y dos negros, Andrés y Pio, originarios de su hacienda de San Mateo. El barco en el cual viajó Bolívar pertenecía a la firma mercantil de los hermanos Wellnood y Maxwell Hyslop, que actuaba en Jamaica y Cartagena. Posiblemente el Libertador conoció a los Hyslop en Cartagena de Indias. Sobre su exilio en Jamaica relata uno de los más destacados biógrafos del Libertador, el alemán Gerhard Masur –Berlín, 1901. Linchburg, Virginia, Estados Unidos, 1975–, lo siguiente:

“Cuando estalló la revolución, Bolívar se contaba entre los nobles más ricos del imperio español. Cuando llegó a Jamaica en Mayo de 1815, era tan pobre como cualquiera de sus anteriores esclavos. Lo poco que había podido llevarse consigo pronto desapareció y al cabo de un corto tiempo pasó a depender de la generosidad de sus amigos”1.

Dada su situación económica buscó una posada barata en una barraca administrada por una mulata malhumorada, quien les dio una pieza para colgar las seis hamacas que traían y les exigió por adelantado varias semanas de pensión. En ese cuartucho padecieron lo infinito por el desaseo y la mala atención. Esa mujer le hacía perder la paciencia a Bolívar con su insolencia y además le cobraba recargos injustificados. Sin embargo a pesar de esa precaria situación no le faltaron los amigos, que el mismo consiguió, como Maxwell Hyslop, Luis Brion y el francés Benito Chassriau, quienes le colaboraron económicamente.

“Cuando se agotaron sus escasos recursos, trató de obtener algún trabajo lucrativo, pero nada le fue posible encontrar. Después de reducir hasta el máximo sus gastos yde vivir ocultándose de las gentes que le conocían, para no descubrir su miseria, se vio obligado a dirigirse al único hombre de cuyo interés estaba seguro: a Maxwel Hyslop”.

Julia Cobier

El consagrado historiador colombiano Indalecio Líevano Aguirre, –Bogotá, 4 de julio de 1917 - 29 de marzo de 1982–, en su magnífica y extraordinaria vida de Bolívar, refiere:

“Para fortuna del Libertador cuando sólo sombras se veían en el horizonte de su existencia, una alegría habría de ser salida inesperada que le libraría de ahogarse en su propia desesperación. En una de sus cada vez menos frecuentes reuniones con el pequeño círculo de amigos de la isla, tuvo oportunidad de conocer a una mujer en cuya compañía olvidaría sus fracasos y con nuevas energías-hijas de su dicha continuaría la lucha por conquistar el porvenir”.

>“Julia Cobier era una criolla dominicana, dueña en la isla de fortuna nada despreciable y de cierta influencia, a la cual no eran ajenos sus celebrados encantos de mujer. Al parecer una triste historia de amor la obligó a abandonar su tierra, y con el alma llena de amargura, recorrió varias islas del Caribe al lado de hombres que sólo encontraron en ella la fría amargura de su corazón”.

>“Cuando Bolívar la conoció, Julia Cobier contaba 32 años y su belleza, siempre notable, sin haber perdido nada, se había tornado más exultante por la amplia madurez de sus formas. Su piel era morena pálida, sus labios de corte audaz y excitante, y sus ojos, como un contraste en ese rostro en el cual se reflejaban no lejanas mezclas raciales, verdes, de un verde profundo, con expresión de extraña y triste quietud”.

“En este amor, a diferencia de casi todos sus amores, Bolívar no triunfó por el imperio de los instintos afirmativos de su personalidad; en él se impuso su tristeza, su amarga sensación de fracaso, que halló tierna, casi maternal acogida en el alma de esta mujer altiva en apariencia, melancólica en el fondo, cuyo corazón, cerrado por antigua pena, sólo habría de renacer al contacto de un dolor hermano. Cuando Julia Cobier supo la historia de Bolívar, su fulgurante ascenso y su rápida caída; cuando conversó con este hombre, para tantos un iluso, que hablaba de libertar un mundo y escasamente tenía para comprar un pan, indefinible interés la acercó a él, borró de su gesto el altivo ademán que a muchos había encadenado a sus plantas y puso en su sonrisa una ternura que le salía del alma y en la cual parecían consumirse las cenizas que ocultaban el natural ardor de esta naturaleza, antaño afectuosa y apasionada. Desde entonces se les vio juntos frecuentemente, y por el camino de su mutua tristeza fueron llegando a una intimidad inevitable para esas dos naturalezas sanas, que en la proximidad de sus cuerpos sentían temblar inesperadas ilusiones del alma”.

“En aquellos tiempos sombríos para su empresa libertadora, cuando el espíritu de Bolívar proyectaba su eclipse de ilusiones sobre su voluntad, la alegría de vivir que este amor trajo a su espíritu y a sus sentidos cerró en su alma las brechas abiertas en ella por los impactos del infortunio. El amante feliz salvó al jefe revolucionario vencido”.

“Sólo este extraordinario renacimiento de sus energías y optimismo vital puede explicar la producción de un documento tan trascendental como la llamada “Carta de Jamaica”, en momentos tan poco propicios para que Bolívar mirara con confianza el porvenir”.

Actividad epistolar

Una permanente y sostenida labor epistolar desarrolló el desterrado venezolano en la isla de Jamaica. Sobre el exiliado escribió Gerhard Masur:

“Era un hombre con intuición e improvisación creadora. Hablaba mucho y bien. Tenía el don de la conversación muy desarrollado”.

“Sabía cómo ser persuasivo y cómo inspirar confianza. Sin embargo, no toleraba que se le contradijera, y como la mayoría de los grandes del mundo, gustaba que se rindiese tributo a su genio. Esperaba que sus opiniones fuesen respetadas y comprendidas sus intenciones. Le fastidiaban las negativas, y cuando sentía que era mal interpretado se enojaba y entristecía al mismo tiempo. Era irascible y no lo ocultaba. Su temperamento variaba bruscamente de uno a otro extremo, pero nunca guardó rencor ni ocultó un deseo de venganza para descargarla posteriormente. Bolívar siempre estaba dispuesto a perdonar a sus enemigos y odiaba que le vinieran con rumores o cuentos. Era leal con sus amigos y completamente honrado. No habría permitido jamás que se hablase mal de otro en su presencia. Confiaba en sus amigos y fortalecía esta confianza con una gratitud que no olvidaba la amabilidad incluso después de décadas”.

“La amistad es mi pasión”, dijo de sí mismo. Nunca dejó de ser lo que los españoles y sudamericanos llaman un caballero. Un inglés, que conoció a Bolívar más tarde, lo denominó “el caballero de Colombia”.

“Su temperamento encontraba desahogo en la actividad constante. Cuando no estaba peleando, concebía planes; cuando no hacía planes, dictaba, y cuando no dictaba, leía; libros, periódicos, informes, cartas. Su incansable energía no le permitía descansar. Sentado en su hamaca o paseando rápidamente de un lado a otro como un animal de rapiña, escuchaba a sus secretarios y ayudantes mientras le leían informes y memorándum. Dictaba a tres escribientes al mismo tiempo y se quejaba de su incapacidad para seguirlo. Hasta cuándo era interrumpido durante el dictado, podía reanudar de inmediato el hilo de su pensamiento y terminar la frase sin errores ni pausas. Se impuso como principio contestar todas las cartas y solicitudes, por más humilde que fuese su autor. Una extraordinaria memoria le facilitaba esta tarea. La inquietud de su espíritu a menudo le hacía impacientarse con otros menos dotados con quienes tenía que trabajar”.

“Le bastaban cinco o seis horas de sueño, en su hamaca o sobre la tierra desnuda, envuelto en su capa. Su sueño era tan ligero como el de un animal. Una vida de constantes peligros había agudizado su instinto de preservación. Hubo veces en que sólo este don pudo salvarlo de las acechanzas de sus enemigos. Una existencia bajo las condiciones más primitivas había avivado asimismo sus otros sentidos. La vista y el oído funcionaban en él con la precisión de un cazador”.

“Ahora que estaba en Jamaica, despojado de su espada, tomó otra vez a las ideas. No se permitía descanso, pues fuese con la pluma o con la espada, había que conquistar la independencia de Sudamérica”.

“Cuando arribó a Jamaica, en mayo de 1815, Bolívar fue objeto de una cordial bienvenida. El gobernador de la isla, duque de Manchester, que lo había invitado a cenar, vio a un hombre extenuado por el agotamiento, pero que sin embargo mantenía su convicción en la próxima independencia de Sudamérica con más vigor que nunca, y quedó maravillado. “La llama ha consumido el combustible”, dijo de Bolívar. En su conjunto, los ricos comerciantes de la isla estaban en contra de la revolución, pero la persona del Libertador les inspiraba simpatía y admiración”.

“En el exilio la palabra le sirvió como medio de propaganda y de apelación”.

Socorros para la costa firme

El señor Maxwell Hyslop, amigo y protector de Bolívar, una vez se entrevistaron en Kingston le solicitó “para orientación de sus negociaciones privadas” una “ligera relación de los últimos sucesos de la Nueva Granada”. El viernes 19 de mayo de 1815 el Libertador le contestó por medio de una extensa epístola en la cual le planteó las ventajas que obtendría Inglaterra si ayudaba a los patriotas republicanos. Entre otros aspectos le anotó: “Los montes de la Nueva Granada son de oro y de plata; un corto número de mineralogistas explotarían más minas que las del Perú y la Nueva España; qué inmensas esperanzas presenta esta pequeña parte del Nuevo Mundo a la industria británica”. En compensación les pidió:

“Ventajas tan excesivas pueden ser obtenidas por los más débiles medios: veinte o treinta mil fusiles; un millón de libras esterlinas; quince o veinte buques de guerra; municiones, algunos agentes y los voluntarios militares que quieran seguir las banderas americanas; he aquí cuanto se necesita para dar la libertad a la mitad del mundo y poner al universo en equilibrio”.

“La Costa-Firme se salvaría con seis u ocho mil fusiles, municiones correspondientes y quinientos mil duros para pagar los primeros meses de la campaña. Con estos socorros pone a cubierto el resto de la América del Sur y al mismo tiempo se puede entregar al gobierno británico las provincias de Panamá y Nicaragua, para que forme de estos países el centro del comercio del universo por medio de la apertura de canales, que, rompiendo los diques de uno y otro mar, acerquen las distancias más remotas y hagan permanente el imperio de la Inglaterra sobre el comercio”.

“He dicho ligeramente lo que me ha parecido convenir por ahora al comercio de la nación a que Vd. tiene el honor de pertenecer, y aunque hubiera deseado extenderme sobre las cosas más importantes a nuestros respectivos países, no he juzgado oportuno hacerlo hasta que las circunstancias no mejoren la causa americana”.

“Acepte Vd. los testimonios de más alta consideración y respeto de su obediente servidor”. “Simón Bolívar”.

Según don Miguel Antonio Caro, “Bolívar, derrotado en los campos de batalla, seguía combatiendo como profeta, con su sola palabra”.

Mr. Henry Cullen

El lunes 29 de agosto de 1815, otro amigo suyo, vecino del puerto de Falmouth, capital de la parroquia de Trelawny, cerca de Montego Bay, en la Costa Norte de Jamaica, Mr. Henry Cullen, ciudadano británico y comerciante jamaiquino, le escribió pidiéndole una información sobre el Nuevo Mundo, para conocer “la situación de los americanos y sus esperanzas futuras”. Vivamos por unos instantes el escenario donde se produjo en un momento crucial de su existencia, el documento político más trascendental, dictado por el Genio de América.

“Grande en el pensamiento, grande en la acción, grande en la gloria, grande en el infortunio, grande para magnificar la parte impura que cabe en el alma de los grandes, y grande para sobrellevar, en el abandono y en la muerte, la trágica expiación de la grandeza”, tal como lo definió José Enrique Rodó. En una pieza sin ventilación, en un albergue sin baño, con un calor exasperante, sin un céntimo para tomarse un fresco, seis hamacas colgando del techo como si fuera un hacinamiento carcelario, sin una mesa que sirviera de escritorio, “en medio de esas sórdidas trapacerías domesticas”, con la agria propietaria del cuarto, sin un solo libro para consultar, Simón Bolívar, en forma casi sobrehumana le dictó a su secretario, el coronel Pedro Briceño Méndez, quien sentado en su chinchorro, con una tabla sobre sus piernas, un tintero, varias plumas de ganso, y unas cuartillas de papel periódico, iba copiando, en letra castellana durante varias jornadas los importantes conceptos de su genialidad, política, histórica, humanística, profética y conceptual, para darle respuesta a su amigo Henry Cullen. El Libertador y su secretario emplearon cinco días, del viernes 1º de septiembre al martes 5, en la elaboración de las 32 páginas de la llamada “Profética Carta de Jamaica”.

Es admirable el señorío, la sencillez, la veracidad y humildad, con la cual se dirige a su contertulio con quien mantuvo correspondencia y se encontraron varias veces. Transcribimos el comienzo de la misiva dictada y corregida por su autor.

“Contestación de un americano meridional a un Caballero de esta isla”.

“[Kingston, setiembre 6 de 1815]”

“Muy Señor mío:”

“Me apresuro a contestar la Carta de 29 del mes pasado que V. me hizo el honor de dirigirme, y yo recibí con la mayor satisfacción”.

“Sensible como debo, al interés que V. ha querido tomar por la suerte de mi patria, afligiéndose con ella por los tormentos que padece, desde su descubrimiento hasta estos últimos períodos, por parte de sus destructores los Españoles, no siento menos el comprometimiento en que me ponen las solicitas demandas que V. me hace, sobre los objetos más importantes de la política americana. Así, me encuentro en un conflicto entre el deseo de corresponder a la confianza con que V. me favorece, y el impedimento de satisfacerla, tanto por la falta de documentos y de Libros, cuanto por los limitados conocimientos que poseo de un país tan inmenso, variado y desconocido como el Nuevo Mundo”.

“En mi opinión, es imposible responder a las preguntas con que V. me ha honrado. El mismo Barón de Humboldt, con su universalidad de conocimientos teóricos y prácticos, apenas lo haría con exactitud; porque, aunque una parte de la Estadística y Revolución de América es conocida, me atrevo a asegurar que la mayor está cubierta de tinieblas, y por consecuencia, sólo se pueden ofrecer conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo, en lo relativo a la suerte futura y a los verdaderos proyectos de los Americanos; pues cuantas combinaciones suministra la Historia de las Naciones, de otras tantas es susceptible la nuestra, por sus posiciones físicas, por las vicisitudes de la guerra, y por los cálculos de la Política”.

“Como me conceptúo obligado a prestar atención a la apreciable carta de V., no menos que a sus filantrópicas miras, me animo a dirigir estas líneas: en las cuales ciertamente no hallará V. las ideas luminosas que desea; mas sí, las ingenuas expresiones de mis pensamientos”.

La traducción

Una vez recibido el correo en Falmouth, Mr. Cullen le pidió a su amigazo el oficial británico y General de Brigada residente en la misma localidad, John- Juan-Roberston, le tradujera al inglés el texto de la extensa comunicación, lo cual hizo de inmediato “tanto para complacer a Mr. Cullen como para su propio provecho”, según nota escrita en el borrador de una traducción al inglés de la Carta de Jamaica, que el doctor e investigador Héctor García Chuecos encontró en el actual “Archivo General de la Nación, Jorge Palacios Preciado”, antiguo Archivo Histórico Nacional de Bogotá. El traductor, General de Brigada Roberston le entregó a Mr. Cullen el miércoles 20 de Septiembre de 1815 la traducción, fechada en Falmouth.

Cuatro días después, el domingo 24 de septiembre, Mr. Henry Cullen, todavía no repuesto de la admirable lectura del pensamiento de Bolívar, a quien tanto apreciaba como “hombre de brillantes cualidades”, recibió la visita del General Roberston quien le llevó de regalo una semblanza, escrita por él, sobre el Libertador Simón Bolívar, en la cual expresó:

“Este hombre entre sus conciudadanos no tiene igual. Está dotado de un gran sentido del honor y de la delicadeza, generosidad y desinterés ilimitado capaz de aguantar fatigas y privaciones como ningún hombre, generoso, compasivo con los desgraciados, constante ante el peligro y la adversidad, perseverante sin límites. No se sabría sí habla mejor que escribe pues excede en ambos. Entiende el francés bien y puede traducir el inglés. Ha leído mucho y tiene una excelente memoria”.

Tan noble amigo de Bolívar y de Cullen falleció en Falmouth el domingo 15 de octubre de 1815. Su esposa doña Catalina de Robertson residía en Europa con tres hijas. A ellas les dirigió el Libertador una bellísima epístola en francés, fechada en Kingston, el viernes 15 de Diciembre de 1815. Mr Henry Cullen el miércoles 4 de septiembre de 1816 le dirigió, por intermedio del señor Macomb, una nota fechada en Nueva York, al señor Baptis Irvine, propietario editor del periódico “The Columbian”, pidiéndole publicar una biografía de Bolívar escrita por el General Juan Robertson. La solicitud fue atendida y apareció en la edición del sábado 7 de Septiembre de 1816. El doctor Carlos González Rubio consultó el ejemplar en la Biblioteca de la Sociedad Histórica de Nueva York.

Publicación

El ilustre académico, historiador y exquisito cronista de la ciudad de Bogotá, don Guillermo Hernández de Alba, encontró en 1945 en el Archivo Nacional de Colombia, el manuscrito en inglés, conocido como el “Manuscrito de Bogotá”. Según el distinguido escritor y humanista ecuatoriano, dos veces Ministro de Educación en su país y actual Embajador en Colombia, el doctor Raúl Vallejo Corral, en un excelente estudio: “La tarea libertaria de Bolívar”, sobre la Carta de Jamaica, refiere que la versión en inglés fue publicada en 1818. En tanto que el texto en castellano, probablemente el secretario de Bolívar, el General Pedro Briceño Méndez, le facilitó el borrador original al prócer Francisco Javier Yanes, para que lo insertara en el Tomo 22, editado en 1833, páginas 207 a 229 de la “Colección de Documentos Relativos a la vida Pública del Libertador de Colombia y del Perú, Simón Bolívar, para servir a la Historia de la Independencia de Suramérica”, según nota de las “Obras Completas de Simón Bolívar”, Volumen I. Cartas del Libertador. Librería Piñango. Caracas. Págs. 174-175. Número 127. Con motivo del lanzamiento del libro “Carta de Jamaica”, editado en Bogotá por el Parlamento Andino y la Embajada del Ecuador en Colombia, el sábado 4 de octubre del presente año, para conmemorar el bicentenario de esta Obra, que según el filósofo antioqueño, Fernando González: “Bolívar soñó para diez siglos”, tuve el honor y el placer de dialogar sobre el tema con el sobresaliente maestro, catedrático y pensador don Jorge Núñez Sánchez, extraordinario Presidente de la Academia Nacional de Historia del Ecuador y con el erudito académico historiador e investigador Amilcar Varela Jara, “a quien le correspondió el mérito de haber descubierto el original de la Carta de Jamaica en español, en abril de 1996, en el Archivo Histórico del Banco Central del Ecuador, ahora del Ministerio de Cultura, Fondo Jacinto Jijón y Caamaño, cuya autenticidad fue determinada por una Comisión Técnica de la República Bolivariana de Venezuela que estuvo en Quito con ese objeto. Afirmó el Presidente Núñez Sánchez, que Bolívar se muestra en este escrito como:

“un hábil político y un fino diplomático, que busca mostrarle a la Gran Bretaña y al mundo una Hispanoamérica independiente de España, dueña de su propio destino. Que a través de su vigor intelectual incita a pensar en América como un todo y a mirarla como una sola nación, además nos pone a reflexionar sobre nuestra estructura social y sus conflictos interiores, y por último nos convoca a una liberación nacional latinoamericana”.

Por su parte el descubridor, el académico don Amilcar Varela Jara, reveló que posiblemente el original en español de la Carta de Jamaica, que él encontró, llegó a Quito dentro de los documentos pertenecientes al Libertador que con especial diligencia y esmero guardaba y cuidaba la “Libertadora del Libertador”. Efectivamente cuando Manuelita viajó de Jamaica a Guayaquil y llegó a comienzos de octubre de 1835, el Presidente del Ecuador don Vicente Rocafuerte, ordenó impedirle el arribo a Quito, detenerla y expulsarla inmediatamente, pese al salvoconducto que le había dado su amigo el General Juan José Flórez. Es de suponer que en algunas maletas que le incautaron en Cusuiche y Guaranda, antes de su partida para el puerto peruano de Paita, estuviera la “Profética Carta”, que posteriormente, según datos del historiador Varela Jara “fue comprada en mil Sucres, hoy sesenta centavos de dólar”.

Visión de América y su destino

Según el insigne educador, historiador, periodista y académico colombiano doctor Julio César García, fundador de la Universidad La Gran Colombia, entre los temas más importantes tratados en la Carta de Jamaica, tenemos:

El documento “es una visión profética de América y de su destino”. Desde entonces y en todos sus escritos el Libertador insistió en la “necesidad de la unión para la obra de nuestra regeneración”. Bolívar se hizo amigo del director de “The Royal Gazette”, órgano oficial del Gobierno de Jamaica, y en sus páginas publicó seguidamente importantísimos artículos ampliando sus tesis y explicando sus puntos de vista sobre la lucha por la independencia, expuestos en el documento enviado a Mr Cullen. Lo mismo hizo en “The Courant”, otro periódico jamaiquino. Estos los firmó con el seudónimo de “Un Sur Americano”.

Como certificación de lo anotado, tomamos algunos apartes del examen crítico que el desterrado venezolano hizo de los latinoamericanos, del derecho que tenían de ser libres y su sueño de la unificación de la América Meridional:

“Nosotros somos un pequeño género humano. Poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias aunque en cierto modo viejo en los usos de la sociedad civil... Apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y... por otra parte no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles...”.

“...Yo deseo más que ningún otro ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria.”. “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación, con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que (Hispanoamérica) tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse...”.

Y sobre la unidad integracionista continental:

“¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de representantes de las repúblicas, reinos e imperios, a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra”.

Estas ideas se las transmitió Bolívar a los grandes libertadores del Continente: José de San Martin, Bernardo O’Higgins, Antonio José de Sucre, Manuel Belgrano, José Gervasio Artigas, y muchos más, quienes las adoptaron y secundaron, y aún siguen vigentes porque la construcción de América Latina aún no se ha logrado. No se equivocó el gran José Martí cuando afirmó: “Bolívar tiene que hacer mucho todavía en América”. Imperecedera la definición que plasmó el gran orador, político y literato romano, Marco Tulio Cicerón, cuando en su libro “De Oratore”, II, 9, escribió: “La Historia es testigo de las edades, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida y heraldo de la antigüedad”.

Regresemos a las bases prístinas de los ideales bolivarianos, y aprendamos las enseñanzas de la historia. Releamos la Carta de Jamaica, base de la construcción de América Latina para poder repetir con el esclarecido poeta antioqueño, Jorge Robledo Ortiz:

La patria que buscamos

“La patria que buscamos
Es una patria buena
Donde la voz del pueblo sea la voz de Dios
Una patria que agite la savia en sus banderas,

Y al ofrecer el trigo de sus espigas nuevas
Cante junto al molino del viejo corazón”.
“La patria que buscamos
Es una patria entera
Sin miembros mutilados por golpes de pasión.
Una patria que escuche de frontera a frontera,
Los salmos de los jóvenes, los rezos de la abuela,
La copla del trapiche y el himno de la unión”.

“La patria que buscamos
Es la patria fraterna
Que fue angustia sin ecos en el
Libertador.
Una patria segura donde los hombres puedan
Ambicionar la altura sin borrar las estrellas
Y “pescar en las noches” sin redes de pavor”.
“La patria que buscamos
Es limo de esta América,
Que dominó los Andes a golpes de azadón.
Una patria que nutra sus raíces eternas
Con los amaneceres que el porvenir despierta
Sobre la sangre en marcha de una generación”.
“La patria que buscamos
Tiene luz ecuménica
Para esta madrugada de clarines en flor.
Somos los alfareros de una Colombia nueva
Y haremos con su arcilla himnos de primavera
Que enarbolen las glorias de nuestra tradición”.

1. Gerhard Masur. Berlín, 1901 - Linchburg, Virginia, Estados Unidos, 1975.


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