https://doi.org/10.22267/rceilat.194445.29

DOCUMENTO DE REFLEXIÓN NO DERIVADO DE INVESTIGACIÓN

Vaciamiento social: La perpetua discriminación

 

Social Depletion: Perpetuating discrimination

 

Luis Ocampo Banda
Doctor en Ciencias Políticas y Sociales por el Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de
Morelos (CIDHEM). Profesor investigador de la Universidad de Occidente, Mazatlán, México.
Email: ocampobandaluis@gmail.com

Adolfo Lizárraga Patrón
Profesor de la Universidad de Occidente. Profesor tiempo completo y miembro del Cuerpo Académico Psicosocial
Universidad de Occidente, Unidad Mazatlán, Sinaloa, México
Email: adolfolizarragapatron@gmail.com

Ma. Guadalupe Vargas Alvarado
Profesora de tiempo completo e integrante del Cuerpo Académico Psicosocial Universidad de Occidente, Unidad
Mazatlán, Sinaloa, México
Email: marylu_522@yahoo.com.mx

Recibido 01/04/2019, Revisado 30/04/2019, Aprobado 03/06/2019.


 

Resumen

El modelo socioeconómico y político dominante impone sus lógicas selectivas de integración, discriminación y segregación social. En sociedades pos-estatales el consumo desplaza, rompe los hilos vinculantes y la sociedad toda se fragmenta, se diluye, deja al descubierto la supremacía del yo individualizado por sobre el menguado yo colectivo.

En tanto, los estándares mercantiles de “normalidad”, “deseable”, “bueno”, terminan por imponerse en el imaginario de las mayorías como un deber ser. Así, se convive dentro de estructuras sociales y de sus correspondientes subjetividades que si bien claman mayor apertura y tolerancia frente a la diferencia, demandan a la par distanciamiento y protección de todas aquellas formas de comportamiento y organización social que les resulten ajenas, intimidantes. Discurso dual y contradictorio que solo logra ser armonizado en la práctica consumista, momento en el cual los individuos adquieren la categoría, artificiosa, de igualdad.

Palabras clave: Discriminación; Mercado; Subjetividad.


 

Abstract

The dominant political and socio-economic model imposes its selective logics of integration, discrimination and social segregation. In post-state societies, consumption displaces and breaks the binding threads. The whole society is fragmented and diluted. It exposes the supremacy of the individualized self over the diminished collective self.

Meanwhile, the mercantile standards of “normality”, “desirable”, “good”, end up imposing themselves on the imaginary of the majority as a must. In this way, living within social structures and their corresponding subjectivities that, although they claim greater openness and tolerance towards difference, they also demand the distancing and protection of all those forms of behavior and social organization that are not theirs, as intimidating. Dual and contradictory discourse that only manages to be harmonized in consumerist practice, at which time individuals acquire the artificial category of equality.

Keywords: Discrimination; Market; Subjectivity.


 Introducción

El presente documento dista de ser una compilación estadística de datos que hagan asequible la comprensión de las múltiples caras que asumen las prácticas discriminantes que el modelo mercantil y de competencias nos impone, por el contrario, la reflexión se orienta por las avenidas que las estructuras sociales y económicas trazan en la configuración de un “deber ser”, de un sujeto pre-elaborado acorde a las necesidades del sistema dominante.

Se es individuo en elaboración permanente, en reconfiguración. Proyecto inacabado en medio de futuros inciertos. El hombre como sujeto encarnado en donde el cuerpo cual receptáculo muta a ser una construcción social acorde a las necesidades del mercado en donde lo significativo es la apropiación del presente como única forma de disfrute y realización en contextos intimidantes (O’Donell, 2010).

A cada momento socio histórico corresponde un específico tipo de individuo, de ciudadano que comprende desde la apropiación de valores democráticos, como el conocimiento de la diversidad de roles sociales, y de nociones elementales sobre el funcionamiento de las estructuras de poder, en donde la competencia y la supresión del otro, son el sello de identificación en el actual juego de exclusión y pertenencias. De ahí que para nuestras sociedades globalizadas se impongan en los individuos tendencias de preeminencia del consumo y de homogeneidad subjetiva.

Anclajes ideológicos de identificación y pertenencia son eslabonados de manera cotidiana en vestimentas de moda, en la apropiación y uso de las redes y tecnologías de comunicación, en lenguajes específicos, distintivos, salvaguardados por subjetividades legitimadoras de la exclusión. Se viven tiempos en los cuales el consumidor es diseñado para que jamás logre vivir en la satisfacción plena, siempre deben existir o ser generadas nuevas necesidades de compra, en forma tal que el deseo por el objeto logrado, adquirido, sea transferido de manera continua a un diferente objeto codiciado, con lo que ininterrumpidamente la insatisfacción cohabite en el individuo.

La empresa global no da tregua en la generación de nuevas necesidades, en tanto que la felicidad vinculada a la posesión del objeto deseado, es intermitente, y no un estado de permanencia. En la sociedad del consumo, la felicidad se encuentra supeditada directamente a lo asequible, a la posesión del objeto ambicionado, he ahí la perversa manipulación de la llamada sociedad del mercado libre, la cual en estricto sentido, no ha existido ni puede llegar a existir como sostiene Rendueles (2014), en tanto el Estado intervenga ante las crisis de sub-consumo, y las conflictivas provenientes de los reacomodos en la repartición/adjudicación del mercado global. El libre mercado es remitido a ser una utopía con alta rentabilidad económica.

En contextos caóticos y con un mediador ausente, quienes se encuentren inhabilitados por su condición étnica o de raza, características físicas, económicas, o por sus capitales sociales para la competición y la lucha por la sobrevivencia en los marcos de la rivalidad descarnada al interior de la sociedad pos-estatal, se transforman en individuos prescindibles, carentes de importancia en un mundo que se mueve día a día bajo el paradigma ideológico de la competencia interpersonal, por sobre la solidaridad comunal.

Así, migrantes y desplazados, personas con capacidades diferentes, grupos étnicos, homosexuales, jóvenes, o pobres son solo una parte de la amplia gama de seres en exclusión como consecuencia de su situación económica, preferencias sexuales, el color de su piel, alteraciones físicas o intelectuales o bien, por su incapacidad para ser los escritores de su propia historia en los marcos de la sociedad hedonista.


Vaciamiento social

El Estado/empresa impone sus lógicas de comportamiento y de valoración social a nivel global. Individualismo, ausencia de solidaridad, competencia, individuos narcisistas en donde el hedonismo asociado al consumo instituye juicios de asociación/segregación. A la par, los discursos y prácticas colectivistas se muestran menguados de frente a las intentonas privatizadoras, y de búsqueda por dotar de homogeneidad a la opinión pública. Hoy, los argumentos de convivencia solidaria confrontan las racionalidades utilitaristas del mercado, las cuales cubren al cuerpo social.

Las microestructuras de pertenencia como son la familia, los grupos de amigos, los clubes sociales carecen de aliento suficiente para entretejer el hilo roto, desmadejado por la individualización mercantil. La incertidumbre dominante, obstaculiza el rescate de los espacios públicos, las prácticas materiales y simbólicas de consumo se muestran impactadas por despóticas lógicas consumistas, en tanto la individualización indolente habita en las representaciones mentales de cada vez más amplios sectores sociales.

Los procesos de individualización implican que el actor ha dejado de reconocer y encontrar en las instituciones sociales los dispositivos que avalen su bienandanza, el individuo cuestiona lo eficaz y la eficiencia de las instituciones sociales y gubernamentales, el vaciamiento de las instituciones es manifiesto, al final el individuo se asila en sus saberes y capacidades. Persona que vive en las modernas urbes bajo predisposiciones ideológicas de aislamiento y responsabilidad individual.

En el mundo globalizado las tecnologías de información y comunicación emergentes dinamizan las relaciones entre los individuos, en este momento los encuentros dialogantes son sustituidos por relaciones virtuales soportadas en colectivos anónimos de donde quedan al margen las mediaciones institucionales. Así, el Estado y sus instituciones, las religiones, los sindicatos, los sistemas educativos son superadas por comportamientos de individualización, en donde la autogestión, así como el retraimiento social hace visible la fragmentación y el desánimo vivido.

La antigua dependencia para con el Estado y sus instituciones, se ven depreciadas, la confianza no puede ser depositada en las instituciones religiosas o la ciencia, la policía o el ejército, el individuo es remitido a sí mismo. Solo él, es responsable por la vida que “libremente” optó vivir (pobreza, enfermedad, desempleo, bajos salarios) en una realidad atiborrada de irresolución.

De igual modo, el mundo interior, el universo de los afectos individuales, las confianzas y reciprocidades se encuentra trastornado por el impacto emanado sensacionalistamente de los medios de comunicación y la innegable violencia imperante. Las coordenadas de asociación en el sujeto se muestran desperdigas, negando con ello la posibilidad de elaborar cercanías comunitarias frente al discurso ideológico impuesto desde los poderes en sus variadas manifestaciones. El individuo es mostrado como el único responsable por sus tropiezos en la vida social y laboral.

Así, los procesos de individualización conllevan la autogestión por la calidad de vida, la procuración aislada del bienestar individual. Las instituciones han dejado de ser miradas como instancias de representación y protección en el mar de las incertezas. Además, se desconfía de las acciones colectivas, cada persona es responsable de sí, por ello se abandona el espacio público, en tanto se agranda la preeminencia del ámbito privado.

Las solidaridades colectivas muestran su deterioro en los ámbitos políticos, los usos y costumbres comunitarias y aun en el seno de la familia (Ulrich, 2008). Así, lo prioritario en el individuo se muestra referido al consumo y su inclusión o permanencia en el mercado laboral. En tanto el detrimento de significados compartidos permite dislocar las historias acompañadas, y ampliar en consecuencia los márgenes de la incertidumbre. El “yo” colectivo, que posibilita la elaboración de pertenencias e identidades de reconquistar las historias se deforma, no es convocado al diseño de opciones viables en la construcción de pertenencias comunitarias.

Lo desvanecido de los colectivos, aunado a las prácticas de inclusión/ exclusión histórica terminan por ahondar las formas de individualización en donde los riesgos se centran en la persona no en las estructuras macro, menos aún, en las instituciones gubernamentales inoperantes las cuales se manifiestan adustas, indiferentes de frente a la conflictividad vivida por las “individualidades”.

La sociedad actual es la sociedad de las paradojas, se tiene derecho a votar, pero no a la educación, la obligatoriedad del pago de impuestos directos o indirectos, pero no a conocer como se ejerce lo recaudado. Así, la dislocación de lo comunitario en la sociedad del riesgo no puede ser considerada como elección libre, atomizada, sino por lo contrario, es la resultante de factores estructurales, en donde se impone el consumo, el mercado laboral se retrae, la composición de la familia se reestructura, los miedos sociales se multiplican, en tanto son presentados como “naturales”, y por consecuencia ineludibles. En síntesis, la dependencia de la incertidumbre y el riesgo campean en los modelos pos-Estatales, y sus consecuencias se hacen patentes en la fragmentación del colectivo.


Incertidumbre ocupacional

Consumo - Felicidad parece ser la dupla sobre la que descansa el modelo económico dominante. El elemento mediador en este binomio es el empleo, mismo que atraviesa por procesos de redefinición los cuales transitan desde empleos flexibles; desde el hogar, de media jornada, autoempleo en donde los imaginarios de ocupación para toda la vida se diluyen, las nuevas generaciones deben considerar que sus empleos serán cinco, siete o más en el transcurso de su existencia.

El esquema dominante en materia laboral se caracteriza por contratos/ despidos con menos reglas y protección de derechos. La identidad otrora lograda o adquirida por la vía del empleo se disipa, lo efímero se posiciona, las mercaderías son diseñadas para acortar su vida útil, arribar al desuso de forma inmediata, en tanto las directrices en materia laboral no escapan de este entendimiento, y los empleos son promovidos como temporales, de tiempo compartido o flexible. A la par, la identidad social adquirida mediante el empleo se difumina, salvo para un reducido número de profesiones u oficios (Bauman, 2008). Así, al sujeto en construcción, al nuevo ciudadano le es escamoteado su derecho a erigir identidad.

Generación entera de jóvenes ha sido discriminada del proceso productivo y laboral. Su futuro está en predicamento al no ofrecerse opciones viables a los jóvenes sometidos al aprieto de la precariedad económica. Frustración y desencanto que inciden directamente en la pérdida de autoestima, de aceptación y reconocimiento social. Por ello, los jóvenes se ven en la necesidad de aceptar empleos que requieren de menores niveles de habilitación aunada a un menor salario o bien, optar por el desplazamiento interno, la migración al extranjero o la incorporación a actividades dentro de la economía ilegal, frecuentemente vinculada al narcotráfico.

Al final del día las lógicas mercantiles terminan por ser impuestas en los inconscientes colectivos, los desplazados, integrantes de grupos étnicos, jóvenes, máxime si son pobres y parados, terminan por ser sujetos innecesarios, prescindibles, mercancía de bajo valor dentro del universo del ejercito de reserva, por ello pueden ser destinados sin menoscabo social, al vertedero de desechos (Bauman, 2005).

Colectivos de jóvenes dominados por la violencia esparcida desde el crimen organizado o cuerpos de seguridad. Actividades criminales e intimidantes que carecen de pretensiones ideológicas o militantes, que se expresan con independencia de intentonas de organizaciones partidistas de alzarse con el poder político en sociedades democráticas. Para la diversidad de organizaciones delincuenciales les resulta indiferente la inclinación política hacia la derecha, centro o izquierda que profesen o publiquen enarbolar los principales actores políticos, lo significativo, lo realmente importante es la capacidad de negociación o de imposición que el crimen organizado logra en los procesos electorales y sobre las elites políticas gobernantes.

La complicidad/permisividad de diversos niveles de la autoridad para con el trasiego, compra-venta de drogas, y el acumulado de emprendimientos vinculados a la economía de lo ilícito son la esencia del poder corruptivo de lo ilegal. De forma paralela, a la delincuencia organizada le es indiferente las posiciones religiosas o de culto, el poder celestial se encuentra enmascarado de dinero, por ello si el dinero no es dios, si es por lo menos un pasaporte más seguro para alcanzar el paraíso en la vida terrenal. Si bien en la alocución religiosa, independientemente del signo encarnado, las explicaciones resultan simples y contundentes sin dejar lugar a las dudas en elucidaciones, no menos cierto es el hecho de que las actividades ilegales son una rica fuente de enriquecimiento, y de vivir la vida con las gratificaciones que el consumo/ mercado proporciona. La certeza espiritual, sus verdades inmutables se desdibujan al confrontarse con los placeres mercantiles.

Dentro de este razonamiento, las leyes de la economía de mercado operan atinadamente. Por ello, los conflictos y pugnas entre facciones opuestas de la delincuencia organizada se traducen a un problema de mercado. Oferta y demanda en donde la apropiación de una región o bien, un segmento de demandantes se resuelve por la vía de la competencia sangrienta y deshumanizada en las disputas por el control. Al final de la jornada el desarrollo capitalista ha enseñado la utilidad y los usos estratégicos de los discursos proteccionistas, hoy puestos en acción en el trasiego y conquista de plazas al servicio del narcotráfico.

Las subjetividades mercantiles se imponen en el reclutamiento de comunidades e individuos a algunas de las facciones delincuenciales, donde quienes se suman son principalmente jóvenes varones de clases bajas, carenciados de empleo y de opciones de educación en su amplia mayoría. En tanto las ganancias monetarias se acrecientan en manos privadas enlazadas al ejercicio de poder ilegítimo. La seguridad pública se muestra menguada, muertes y desapariciones por millares, familias y vidas devastadas ensombrecen los escenarios críticos dentro de los cuales millones de jóvenes buscan cimentar futuros, en tanto que el futuro como tal no existe, solo es utopía.

La insolvencia estructural para dar cabida a la incorporación de mano de obra demandante al mercado ocupacional termina convirtiéndose en facturas cobrables a un sistema político y una clase gobernante que se ha mostrado incapaz de dar salida al cúmulo de reclamantes de derechos. Se cuestiona a partidos políticos, al modelo económico, a la corrupción y opacidad; la autoridad toda se encuentra en jaque para las juventudes quienes viven sin posibilidad de confeccionar escenarios viables de cara a su futuro. Desdicha, desesperanza, vaciamiento de la autoridad la cual se muestra sin referentes útiles para legitimar sus ausencias prolongadas. Acumulado de sectores menospreciados que exigen atención a demandas específicas las cuales de forma coyuntural se suman en aglomerados reclamantes más extensos y diversificados.

El desempleo golpea principalmente a jóvenes empobrecidos. Si bien para los integrantes de las élites del poder o de clase media alta puede ser vivido como “tiempo libre”, para las amplias mayorías este eufemismo utilizado para indicar el espacio de tiempo en el cual el individuo no logra su incorporación al mercado de trabajo, es temporalidad alejada del disfrute y goce. Momentos en los cuales el transcurrir de las horas, el pasar del tiempo carece de estructura, de sentido y dirección. La vida toda se encuentra quebrantada. Respetando el eufemismo, es un tiempo libre cargado de frustración y resentimiento social. Es tiempo de malestar e impotencia, de culpa y agonía. El desempleado es llevado a la marginalidad, al estigma social, se le arroja peligrosamente a las aceras de la delincuencia como manera de subsistencia.

Hoy, la independencia lograda por el capital en relación al trabajo, ahonda las incertidumbres laborales, y conlleva la ampliación de la permanencia de los jóvenes en el sistema educativo. Además, la inseguridad económica se transforma en mecanismo de sujeción para la independencia del seno de la familia paterna. Además, la vinculación habilitación universitaria-ingreso económico, acompañada de certitud laboral se evapora. La inflación sacude los títulos universitarios, un título de circulación común, o bien la masificación en algunas profesiones termina por encaminar su demerito en los mercados.

Ser pobre no solo son privaciones físicas, carencia de alimentos, educación y salud, confort en concordancia a los estándares de cada sociedad; además se carga a cuestas el estigma y la discriminación social, aparejados a procesos de angustia y depresión, corolario inmanente a una vida marcada por la exclusión. Malestar y resentimiento se anidan en una colectividad que se mira excluido del derecho al empleo.

Por lo anotado, no resulta extraño el incremento de prácticas autodestructivas, o bien la búsqueda por desaparecer de específicos sectores juveniles empobrecidos, así como variadas formulas y combinaciones de violencia social (Bauman, 2008).


“Igualdad” en democracia

A la ideología mercantil le subyace la afirmación de que el conjunto de individuos nacen con las mismas oportunidades de éxito y de conquistar la felicidad. De ahí que quien no logra incursionar exitosamente en los mercados es consecuencia de sus limitaciones o incapacidades personales, no de un modelo diseñado para la exclusión y segregación económica y social.

Precisamente, lo que para la generación primitiva resume el esfuerzo de toda una vida, para la segunda o tercera generación es un privilegio con el cual se ha nacido, poseedores de apellido y con ello del derecho a formar parte de las élites del poder, a escalar la pirámide social utilizando la pertenencia a la familia como capital social que termina por traducirse en preferencias laborales de ascenso, y negocios en las élites doradas. La visión de mundo cambia en proporción del lugar ocupado en la cartografía social, en tanto las opciones laborales se amplían para una minoría, para un grupo selecto un empleo solo representa un puerto de tránsito en la bastedad global. Sin embargo, para las mayorías un puesto laboral con mediana certeza de permanencia y promoción es puerto de atraque (Bourdieu, 2002).

Igualmente, el ser pobre, desempleado o joven, es presentado como falta de interés, indolencia y disposición, de carencia de habilidades competitivas para sumarse a los diversos ciclos y sectores de la economía. Quien se encuentra al margen de la economía y el empleo lo es por decisión propia y/o producto de sus incapacidades personales, y no por los escollos que el capitalismo engendra para la generación de empleos. Del razonamiento anterior se desprende que no es el “dinamismo” económico el que excluye a individuos, por el contrario, son las inhabilidades personales o de carácter individual las que marcan la tendencia al desempleo y la pobreza. Tramposo argumento legitimador para un modelo incapaz de generar alternativas viables frente a los demandantes de ocupación.


Conclusiones

Los contextos encierran paradojas, entre ellas expresiones de vaciamiento social. El moderno mundo pos-Estatal se muestra firme en la cancelación de los derechos ciudadanos, como el derecho humano al empleo, en contraparte revitaliza la figura mercantil del consumidor, histórica categoría en la que se aglutina al conjunto de otrora ciudadanos quienes ven menguados sus derechos, en tanto se incrementan los privilegios del consumidor. Así, consumidor y consumo se erigen en los arbotantes ideológicos del modelo centrado en compra/venta. La autoridad deja de ser un árbitro imparcial, pilar subjetivo de la ciudadanía y muta a ser el guardián del mercado.

De forma paralela, el trabajo como figura dotadora de identidad social, a la par que emancipadora se visualiza desgastada e incierta. En los mercados laborales se ofertan empleos que requieren de bajo nivel de habilitación para las mayorías, en tanto las posiciones directivas son destinadas a aquellos integrantes de los estratos sociales privilegiados. La flexibilidad laboral termina por despedazar las pertenencias y el tejido de futuros deseables y posibles.

Asimismo, los procesos de individualización derivados de las lógicas consumistas y la desestructuración del mundo del trabajo remiten al individuo a sí mismo, las subjetividades colectivas impuestas desde el poder fomentan el retraimiento, la exploración de soluciones por la vía de acciones individuales. Al final de la jornada la exclusión y sus procesos de individualización lo que intentan es contener la edificación de ciudadanía organizada, así como de praxis dialogante entre los colectivos.


Referencias

  1. Bauman, Z. (2005). Vidas desperdiciadas. España: Paidós.
  2. Bauman, Z. (2008). Trabajo, consumismo y nuevos pobres. España: Gedisa.
  3. Bourdieu, P. (2002). Sociología y cultura. México: Grijalbo.
  4. O’Donell, P. (2010). La sociedad de los miedos. Argentina: Editorial Sudamericana.
  5. Rendueles, C. (2014). Sociofobia. México: Debate.
  6. Ulrich, B. (2008). La sociedad del riesgo mundial. España: Paidós.