https://doi.org/10.22267/rceilat.204647.86

ARTICULO DE INVESTIGACIÓN

Expresiones estéticas y tejido ético-social en la construcción de región

Aesthetic expressions and ethical-social fabric in region-making processes

 

Claudia Alexandra Roldán Morales
Licenciada en Literatura y Magíster en Lingüística y Español, Universidad del Valle
Doctora en Educación, UNED – España. Profesora-investigadora de la Universidad Autónoma de Occidente
Email: caroldan@uao.edu.co

 Rodrigo Jesús Ocampo Giraldo
Licenciado y Magíster en Filosofía, Universidad del Valle. Especialista en Cultura de Paz y Derecho Internacional Humanitario, Pontificia Universidad Javeriana.  Doctor en Filosofía, Universidad de Antioquia. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Occidente
Email: rocampo@uao.edu.co

Beatriz Elena Calle Cadavid
Fonoaudióloga, Especialista en la enseñanza de la lectura y la escritura en lengua materna
Magíster en Lingüística y español, Universidad del Valle. Profesora-investigadora de la Universidad Autónoma de Occidente
Email: becalle@uao.edu.co

Andrea Natalia Acosta Hurtado
Comunicadora Social-Periodista . Estudiante de la Maestría en Comunicación Científica, Universidad Internacional de Valencia. Joven Investigadora de la Universidad Autónoma de Occidente.
Email: anacosta@uao.edu.co

Recibido 15/10/2019, Revisado 16/09/2020, Aprobado 13/10/2020.


 

Resumen

El objetivo de esta investigación es caracterizar las expresiones estéticas de comunidades y grupos sociales del suroccidente colombiano que contribuyen en la configuración de tejido ético-social en la región. La investigación tiene un diseño de corte etnográfico. Para la recolección de información se realizaron observaciones no participantes, entrevistas semiestructuradas y se recurrió al relato autobiográfico como una estrategia para aproximarse a la complejidad de las experiencias de vida, modos de organización y actuación de los sujetos inmersos en su realidad. La muestra por conveniencia está constituida por miembros y autoridades de las comunidades visitadas. Los resultados muestran que algunas prácticas socioculturales pueden leerse en clave de expresiones estéticas y relacionarse con la configuración de un ethos que permite afianzar sentidos de pertenencia e identidad en algunos grupos y comunidades del suroccidente colombiano.

Palabras clave:Estética; Ética; Educación; Valores comunitarios; Prácticas culturales.


 

Abstract

This research aims to characterize a series of aesthetic expressions of Southwest-Colombian communities contributing to the making of the region’s ethical-social fabric. The study is based on an ethnographic approach. Collection of information included non-participatory observations, semi-structured interviews, and autobiographical accounts. These strategies were designed as a strategy to uncover and explore the complexities of people’s life experiences, forms of organizations, and actions. The convenience sample includes members and authorities from the communities studied. Findings show that some sociocultural practices can be read as aesthetic expressions, connected to the configuration of an ethos that helps strengthen senses of belonging and identity within some groups and communities in the region.

Keywords: Aesthetics; Ethics; Education; Community values; Cultural practices.


 Introducción

El presente artículo da cuenta de algunos resultados de trabajo de campo y de discusión teórica en el marco del proyecto de investigaciónExpresiones estéticas y tejido ético-social en la construcción de región”, adscrito al Programa de Investigación “Estética, ética y creación en la construcción de la región suroccidente de Colombia” de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Autónoma de Occidente, Cali, realizado durante el periodo febrero de 2019 a julio de 2020.

La estética de la vida cotidiana es una subdisciplina -derivada de la filosofía analítica y los estudios culturales- que pone en discusión la tradición hegemónica occidentalizada de la estética al mostrar que esta existe por fuera de las formas convencionales de la expresión artística. Se trata de una experimentación estética que hace parte, necesariamente de la inmediatez de la vida cotidiana. Al respecto, Yuriko Saito (2007, p. 48) define la estética cotidiana como la estética de la vida diaria normalmente experimentada por un sinnúmero de posibilidades que brinda la vida.

Las expresiones estéticas en este trabajo son entendidas como estética de lo cotidiano, de la vida organizada y afectada desde la sensibilidad, como experiencias, prácticas o tradiciones susceptibles de apreciación estética por parte de un observador o grupo quien las encarna o las visualiza externamente. Dicha apreciación es asumida como la capacidad de juicio para identificar, reconocer, valorar y relacionar modos de ser, hacer, actuar, aprender, participar, vivir o convivir, mediados por percepciones de belleza, simetría, asombro, orden, o sus contrarios, y por las emociones, sentimientos, afectos, disposiciones o actitudes que tales percepciones pueden suscitar (sensibilidad-cognitiva).

Por otro lado, la estética cotidiana está asociada al bienestar, a mejorar tanto la vida del individuo como a la sociedad misma, lo que incorpora las nociones de Buen vivir y Vivir Bien, y a una mayor conciencia sobre el mundo y sobre sí mismo a través de la sensibilidad artística que, dice Pérez-Henao (2014) se traslada a la cotidianeidad. Además de lo anterior, aporta a la pertenencia del individuo a su comunidad en tanto “aprende a discriminar los componentes constitutivos de la cotidianeidad, al tiempo que descubre cómo cada elemento cumple una función esencial en relación con otros para dar un sentido de unidad” (p. 231). Es importante en este aspecto vincular estética cotidiana con estética ambiental precisamente por las posibilidades que ofrece de una mejor relación con el entorno y con los demás. De acuerdo con lo anterior, entre estética cotidiana y ética también existen vasos comunicantes.

Por su parte, el tejido social se asocia con vínculos de confianza, sostenimiento de tradiciones y sentidos de pertenencia, configurados desde las relaciones intersubjetivas en un grupo social o comunidad, a partir de manifestaciones culturales, dinámicas de trabajo colectivo, sistemas de creencias, ritos religiosos, redes solidarias o de apoyo, creaciones artísticas, lenguajes y valores compartidos, mecanismos de comunicación y participación, costumbres, prácticas educativas, entre otros. Y el tejido ético-social se entiende inicialmente a partir de los valores, principios y normas reguladores de las actuaciones, la toma de decisiones, los conflictos y la convivencia de grupos sociales y comunidades.

En este orden de ideas, este trabajo parte de un ejercicio exploratorio y reflexivo cuyo hilo conductor es una pregunta-problema formulada en los siguientes términos: ¿Qué expresiones estéticas de comunidades y grupos sociales del suroccidente colombiano contribuyen en la configuración de tejido ético-social en la región? Con base en este interrogante se cuenta con un eje orientador para dar cuenta del objetivo general del proyecto: Caracterizar las expresiones estéticas de comunidades y grupos sociales del suroccidente colombiano que contribuyen en la configuración de tejido ético-social en la región. Para lograr dicha caracterización se tienen en cuenta tres objetivos específicos alrededor de los cuales es posible empezar a establecer relaciones de semejanza o diferencia entre las prácticas socioculturales de algunas comunidades de la región seleccionadas. Estos objetivos son: a) Reconocer expresiones estéticas y valores culturales propios de algunas comunidades del suroccidente colombiano; b) describir algunas expresiones estéticas de comunidades y grupos sociales del suroccidente colombiano asociadas a la configuración de tejido ético-social; y c) precisar intersecciones entre ética, ciudadanía, tejido social y expresiones estéticas, en algunas comunidades del suroccidente colombiano.

De este modo, el presente artículo da cuenta de un ejercicio descriptivo y reflexivo considerando una aproximación a prácticas y expresiones culturales en cuatro grupos sociales o comunidades del suroccidente colombiano: 1. El cuidado de la huerta tradicional, chagra o jajañ en la comunidad indígena de los Camëntsá Biyá del Valle de Sibundoy (Putumayo). 2. Modos de habitar la tierra desde los saberes de indígenas y campesinos en la Reserva Natural Refugio Cristalino (Nariño). 3. La danza y la esgrima con machete: expresiones estéticas de la identidad afro en Villa Rica (Cauca). 4. Incidencias de la música andina y la formación musical en niños y jóvenes del municipio de Ginebra (Valle del Cauca). En el abordaje de las anteriores prácticas se asumen como categorías de análisis nociones como las de estéticas de lo cotidiano, ética o ethos (modos de habitar y co-habitar), valores culturales y tejido social. Se hace especial énfasis, al momento de reflexionar sobre las prácticas seleccionadas, en la mediación pedagógica de la comunidad, por cuanto es desde aquella como se transmiten los saberes, experiencias y tradiciones culturales que van consolidando filosofías y estilos de vida desde el Buen Vivir, entendido este como bienestar y realización en las relaciones conmigo mismo, con los demás y con el entorno.  


 Metodología de la investigación

La investigación se soporta en la adopción de un enfoque de trabajo exploratorio y cualitativo, por permitir aproximarse al objeto de interés desde las formas de ver, sentir y actuar de quienes integran las comunidades o grupos sociales. De esta forma se espera acceder al significado y a los marcos de referencia a partir de los cuales las fuentes vivas se ubican y actúan en su contexto. En esta investigación la muestra es por conveniencia dada la disponibilidad y acceso a los casos. El énfasis está en la observación y recolección de información procedente directamente del contexto de indagación, en el cual se busca establecer qué hay sobre el objeto de estudio. Un segundo momento de trabajo es más de carácter descriptivo. A partir de preguntas tales como: ¿en qué consiste la práctica?, ¿cuáles son sus características?, ¿en qué medida aparece o se hace visible el componente estético?, ¿en qué medida se presentan aportes de la práctica sociocultural al tejido social?, ¿quiénes están principalmente involucrados en la transmisión de los saberes?, se busca pormenorizar la unidad de estudio (Hurtado, 2010, p. 415). En este sentido, se considera un enfoque etnográfico al asumirse algunos comportamientos y prácticas culturales desde la observación  de tradiciones, roles  y valores propios de los grupos sociales (Martínez, 2005). El propósito fue construir una imagen inicial de los grupos sociales y comunidades, reconociendo sus particularidades, concreciones, fragilidades y posibles apuestas en la construcción de tejido social. En este sentido, la investigación permitió ir comprendiendo y produciendo interpretaciones desde un acercamiento directo a los actores y miembros de las comunidades donde el diálogo y la apertura a nuevos aprendizajes constituyen valores y actitudes propias de los investigadores. Para ello se recurrió en algunos contextos, al relato autobiográfico como una estrategia para aproximarse a la complejidad de las experiencias de vida, modos de organización y actuación de los sujetos inmersos en su realidad.

En coherencia con el Programa de Investigación de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Autónoma de Occidente, se establece como población objeto de interés, el suroccidente colombiano, que comprende los departamentos de Putumayo, Nariño, Cauca y Valle del Cauca. Las decisiones en torno al trabajo con los grupos sociales y comunidades se enmarcan en función de relacionar las narrativas de vida de las comunidades negras, indígenas y mestizas, urbanas y rurales con las expresiones estéticas y el ethos, posibilitadores de la construcción de tejido social. Esto exigió definir las fuentes vivas más representativas en cada comunidad o grupo social, es decir, los miembros de la comunidad que disponen de saberes, experiencias y conocimientos alrededor de los cuales se configuran tejidos ético-sociales. Se recurre básicamente a ejercicios narrativos como forma para recuperar la información, lo que implica recopilar historias de los participantes en función de la pregunta-problema y objetivos de la investigación. Para esto se focalizan las experiencias en espacio y tiempo (Sampieri, 2014) como una forma de delimitación del trabajo de campo. Igualmente, se tienen en cuenta la observación directa y no estructurada, la cual consiste en describir aspectos propios de las unidades de análisis. Para sistematizar, interpretar y llegar a conclusiones, se recurre al análisis de contenido en el cual se tiene en cuenta tanto el mensaje manifiesto como el latente presente en la información suministrada por los integrantes de la comunidad (Krippendorff, 1990) desde un diálogo abierto y atento a nuevos aprendizajes.

Así, el propósito principal de este tipo de investigación no es la verificación, ni la constatación de hipótesis. Este enfoque facilitó que emergieran nudos problemáticos. Este procedimiento fue estructurado básicamente en tres momentos: primero, el de reducción, disposición y transformación de los datos, el cual consiste en  familiarizarse con los temas presentes en los relatos o en la información obtenida y seleccionar las ideas  más relevantes y significativas que van apareciendo; el segundo, de obtención, se separa el texto en unidades de datos para luego definir las categorías  emergentes y realizar el levantamiento de la nueva información en relación al objeto de estudio; tercero, de verificación de conclusiones en el cual se vuelve al texto con el propósito de verificar  que las conclusiones elaboradas se encuentren en consonancia con la información ofrecida por los integrantes de la comunidad (Rodríguez, Lorenzo y Herrera, 2005, p. 139). El proceso de validación de la interpretación de la información, se llevó a cabo por medio de la socialización de material audiovisual derivado de los encuentros, entrevistas, material fotográfico y diálogos con miembros de cada comunidad.

Estas etapas en el desarrollo de la investigación sufrieron algunas variables y ajustes en su aplicabilidad teniendo en cuenta que la población objeto de estudio era heterogénea e interesaba principalmente a los investigadores trazar marcos mínimos de interpretación de prácticas y valores culturales susceptibles de una mirada desde lo estético. Para trazar dichos marcos de comparación entre experiencias y poblaciones disímiles, se tuvo en cuenta categorías de análisis consecuentes con los propósitos y el problema de la investigación: las estéticas de lo cotidiano, la ética o ethos (modos de habitar y co-habitar), los valores culturales y el tejido social. Los énfasis al momento de observar prácticas, tradiciones o expresiones culturales fueron surgiendo con el trabajo de campo realizado en cada comunidad, grupo o asociación, todo lo cual es consecuente con el talante exploratorio del ejercicio investigativo, al pretender una mirada aproximada a dichas prácticas y expresiones culturales, mediadas por un análisis externo propio de los investigadores, subrayando el elemento o dimensión estética, para corroborar o refutar posteriormente el ejercicio inicial de observación y encuentro con los miembros de la comunidad, grupo o asociación.

Para el caso de la comunidad Camëntsá Biyá del Valle de Sibundoy en Putumayo, se trató principalmente de un acercamiento mediante la observación, el diálogo y la participación en algunos eventos y festejos. Dado que se trataba de una comunidad indígena, el proceso de recolección de información se centró en entrevistas en profundidad con el taita y el análisis de registro fotográfico y documental asociados con algunos recorridos o caminar con la comunidad. El trabajo de recolección de información se centró precisamente en actividades cotidianas mediadas por el interés en perpetuar unos saberes y valores fundamentales en la construcción de identidad cultural.

En el caso de las tres reservas naturales que hacen parte de la Minga asociativa Asoyarcocha en El Encano, Municipio de Pasto, Departamento de Nariño, cabe resaltar que el ejercicio de la observación y análisis de prácticas culturales se centró en la relación cultura y cultivo de la tierra, y por ello fue fundamental la función del diálogo con miembros de la Asociación. Por tratarse de una asociación campesina e indígena, la recolección de información se focalizó en historias de vida y experiencias propias del día a día de algunos líderes para identificar modos en que el encuentro con la tierra podría representar sentidos de cuidado en clave estético-ecológica.

Por su parte, para el caso del Cauca, cabe precisar el tránsito que hubo del municipio de Toribío donde se inició un trabajo con población indígena Nasa, hasta finalmente consolidar un trabajo exploratorio con población afrodescendiente en el municipio de Villa Rica, norte del Cauca. El trabajo de campo realizado en esta población, enfatizó en las danzas tradicionales y la esgrima con machete, considerados bastión de la identidad cultural de los habitantes. Las herramientas para la recolección de información fueron para este caso, principalmente la entrevista en profundidad con gestores culturales , y la documentación fotográfica y audiovisual.

Por último, las características encontradas en una población objeto de estudio como la del municipio de Ginebra, Valle del Cauca, permitió enfatizar en el trabajo con grupos focales, entrevistas en profundidad y documentación fotográfica. Por tratarse de evaluar incidencias de la música andina y de algunas expresiones estéticas y artísticas inherentes a la formación musical en niños y jóvenes del municipio, también fue fundamental el diálogo con padres, profesores y estudiantes desde la participación en algunos eventos y festividades en el municipio.

Es importante reconocer desde una perspectiva metodológica, que los enfoques o énfasis asumidos por cada investigación para aproximarse a realidades o vivencias propias de las características diversas de cada grupo humano (campesinos, indígenas, afros, miembros de asociaciones o fundaciones de pequeños municipios) configuró un universo de estudio que permitió trazar tensiones, complementariedades y/o antagonismos al momento de evaluar la dimensión de lo estético en diversas experiencias y prácticas culturales mediadas por valores definidos en el desarrollo de sentidos de pertenencia, convivencia o co-habitabilidad (un ethos cultural).

 


Resultados de la investigación

La región del suroccidente colombiano, conformada por los departamentos de Valle del Cauca, Cauca, Nariño y Putumayo, ha sido escenario de múltiples conflictos y violencias, e históricas formas de exclusión cultural, política y económica, que han incidido en la fragmentación del tejido social de comunidades y poblaciones. La reconstrucción de este tejido depende precisamente de la forma cómo se reconfiguran lazos de confianza y sentido de pertenencia por parte de los habitantes de los territorios. Territorios en los cuales conviven multiplicidad de etnias y agrupaciones que nutren y enriquecen las expresiones artísticas y culturales de las regiones. La mediación estética siempre está presente en dicha reconfiguración, tal como se observa en prácticas y experiencias de vida, de comunidades y organizaciones de la región. En este orden de ideas, en el trabajo con cada uno de los siguientes grupos sociales y comunidades, se da cuenta de los objetivos específicos trazados, buscando determinar en general, intersecciones entre las dimensiones de lo ético, lo estético, lo político y lo ecológico, en el despliegue de valores y prácticas culturales.

1. Buen vivir en los Camëntsá Biyá del Valle de Sibundoy (Putumayo) a través de la práctica sociocultural de cuidar la chagra1

El pueblo indígena Camëntsá Biyá (también llamado Kamëntšá, Camsá o Kamnsá) cuenta con una población cercana a las 5000 personas y está asentado en el Valle del Sibundoy (Putumayo) en el suroccidente colombiano al noroccidente del Departamento del Putumayo. En el territorio se encuentran los municipios de Santiago, Colón, San Francisco y Sibundoy. El pueblo Camëntsá -“hombres de aquí mismo con pensamiento y lengua propia”-, comparte el territorio con su pueblo hermano los Ingas y colonos entre los que se encuentran campesinos. El territorio era originalmente llamado Tabanoy o Tabanoca que traduce en lengua Kamëntšá Pueblo Grande. En concreto, el proyecto de investigación se encuentra vinculado con el cabildo de Sibundoy y aún más específicamente con la corporación Jajañ.

Un primer aspecto a considerar es la estética de la vida cotidiana la cual se vincula con la perspectiva andina del Buen vivir pues esta dimensión estética no sólo reconoce sino que exalta sensibilidades marginadas, por ejemplo, al incorporar los sentidos del olfato, el gusto y el tacto, distintos a los hegemónicos vista y oído. Estas sensibilidades de la vida cotidiana, variadas, multifacéticas y complejas, están en relación directa con la perspectiva aymara y quechua del Buen vivir o el Vivir bien. Perspectiva que defiende la vida pues esta está en peligro y además, afirma Fernando Huanacuni (2010), primero está la vida en relaciones de armonía y equilibrio, se trata de una cultura de la paz y una cultura de la vida. Dice el autor que la humanidad necesita la ética del buen vivir para equilibrar la naturaleza y la cultura, vivir en armonía. En esencia se trata de un paradigma comunitario de la cultura de la vida para vivir bien, lo que implica

la recuperación de conocimientos y saberes antiguos; una política de soberanía y dignidad nacional; la apertura a nuevas formas de relación de vida (ya no individualistas sino comunitarias), la recuperación del derecho de relación con la Madre Tierra y la sustitución de la acumulación ilimitada individual de capital por la recuperación integral del equilibrio y la armonía con la naturaleza (Huanacuni, 2010, p. 22).

Para los pueblos indígenas los territorios “son recursos naturales, es la frontera, es delimitación, es la estructura, es la organización, es mucho más, porque todo es integral. Ahí se vive y se convive” (Huanacuni, 2010, p. 7).  En el territorio está la organización política, la autoridad propia, el idioma propio y todo el conjunto de saberes legados durante milenios.

En este orden de ideas, los pueblos originarios son pueblos que viven en comunidad -entendida como “común unidad”- donde se practica la reciprocidad, la dualidad, la complementariedad. La comunidad para los pueblos ancestrales es una estructura y unidad de vida pues “está constituida por toda forma de existencia y no solo como una estructura social conformada únicamente por humanos” (Huanacuni, 2010, p. 12), es rotativa, circular y cíclica. Finalmente, estos proyectos ancestrales plantean una cultura de la vida que es necesariamente comunitaria pues, desde estos paradigmas, todo está unido e integrado y existe una interdependencia entre todo y todos (Ibáñez y Aguilar).

Dicha interdependencia es significativa en los procesos comunitarios del cuidado de la huerta tradicional, chagra o jajañ para los Camentsá. Acosta y otros investigadores (2011) que estudiaron la chagra en pueblos indígenas de la Amazonía la definen como áreas de policultivos transitorios que duran aproximadamente entre dos y tres años y en los que se cultivan especies transitorias y perennes; la chagra es un “agrosistema que copia los ciclos y flujos de materia y energía del bosque natural, además de reforzar valores sociales y culturales milenarios” (Acosta, et al., 2011, p. 26). Es un “sistema productivo diversificado y sostenible, en el que los componentes se encuentran interrelacionados”. Explican que la chagra es un elemento de “cohesión social, mantenimiento de la cultura y base natural sobre la que históricamente han sustentado sus modos de vida” (Acosta, et al., 2011, p. 19). Es también una “primera actividad socializadora pues las madres van con sus hijos a las áreas de cultivo” (Acosta, et al., 2011, p. 29). En este sentido, en torno a la chagra giran las demás actividades productivas de la población indígena, pero que implican un manejo del tiempo, del espacio y de la identidad cultural que incrementa la complejidad del sistema.

En la misma vía de los hallazgos del estudio anterior, encontramos que para miembros de la comunidad Camëntsá Biyá es significativa la relación que establecen con el jajañ. Al respecto una de las sabedoras tradicional y fuente entrevistada (entrevista personal, 15 junio de 2019)  expresa que el jajañ tiene como objetivo principal el Buen vivir pues con él “tenemos toda una despensa o toda una nevera que mantiene llenita si cada familia tiene su propia chagra”, dice una de las fuentes y agrega: “el buen vivir es tener una buena alimentación a través de la chagra “conmigo mismo, con mi familia y porqué no decirlo con el pueblo Camëntsá, este buen vivir “está en cada ser humano, desde un niño hasta en un anciano, desde que nace hasta la muerte”. Encontramos entonces un primer vínculo entre el jajañ y la cosmovisión andina del Buen vivir.

Además de la alusión explícita al Buen vivir de parte de la entrevistada, encontramos referencias permanentes al concepto de comunidad, por ejemplo en los siguientes comentarios: “los ancestros asociaban el jajañ con la persona pues decían “vamos a sembrar”, no “vaya” sino “vamos”, incluyendo los niños que llevaban lo que sembraban de acuerdo con su edad. Era una buena relación con el jajañ que se ha perdido”  (Sabedora tradicional, entrevista personal, 15 de junio de 2019).

Otro aspecto relacionado con el Buen vivir es lo referente a la construcción colectiva -heredadas y aprendidas- de la cosmogonía, dice la entrevistada: “en el jajañ también está la cosmogonía, todo el entretejido familiar o social pues allí está el conocimiento que construyen tanto niños como abuelitos alrededor del jajañ, desde que las mamás empiezan a mostrárselo a sus hijos, desde el vientre, hasta que nacen, crecen, son jóvenes, son adultos, son ancianos, todo ocurre alrededor del jajañ. En conclusión en el jajañ se encuentra el pensamiento, la salud, el idioma, la artesanía, que son un don” (entrevista personal, 15 de  junio de 2019).

Asociada a esta cosmovisión está, como un segundo punto de encuentro, la relación entre el jajañ y la educación propia. Sobre este punto dice la entrevistada: “en él (el jajañ) se aprende la lengua materna, se aprenden los productos con nuestro lenguaje, con nuestro propio idioma. También está la salud propia pues anteriormente “nuestros mayores se curaban con nuestras plantas medicinales, con nuestras frutas”. Antes también, dice la mamita, “se hablaba de una salud preventiva que quiere decir alimentarse bien para tener una larga vida, un buen pensamiento” (entrevista personal, 15 de junio de 2019).

Un tercer aspecto es la relación entre el jajañ y la estética, para el caso de esta investigación la estética de la vida cotidiana previamente conceptualizada y que se encuentra, en primer lugar, en los vínculos naturales que se establecen entre el cuidado de la huerta y la conversación cotidiana alrededor de la tulpa o un sucedáneo pues esta ha desaparecido de los hogares al menos en su acepción tradicional; en segundo lugar, en las actividades cotidianas como abonar la tierra, elegir qué sembrar, cuidar las plantas sembradas, cosechar, entre otros; en tercer lugar, en el vínculo entre lo que se dice y lo que se hace espontáneamente, es decir en el día a día; en cuarto lugar en la organización de la chagra misma que se contrapone con la formas de organización de los monocultivos que son aparentemente organizados mientras que la chagra parece ser caótica y desordenada porque incluye una gran variedad de especies vegetales y porque no segmenta de manera rígida las especies que se cultivan.

2. Valores culturales y expresiones estéticas alrededor de la sostenibilidad ambiental, social y económica (Nariño)

La Asociación para el Desarrollo Campesino (ADC) del municipio de Pasto, Departamento de Nariño, cuenta con unos principios que inciden en el comportamiento colectivo y en las relaciones comunitarias. Está conformada por cuatro Mingas: Asounificados, Asorquidea, Gualmatán y Asoyarcocha. Las veredas que cubre son: El Socorro, Santa Clara, Romerillo, Motilón, Casa Pamba, El Puerto, Santa Isabel, El Naranjal, Santa Teresita, Ramos y Carrizo. La ADC forma a campesinos y comunidades étnicas de la región a través de proyectos formativos, brindando asesoría y acompañamiento para el desarrollo productivo y sostenible, ayudando a su independencia y al cuidado de la naturaleza. 

El propósito de la asociación es que sus integrantes encuentren motivaciones subjetivas en el campo para su vida, y desde su trabajo de cuidadores y protectores, las personas alcancen mayores objetivos. Es decir, que desde el territorio se promuevan valores ecológicos y un estilo de vida sustentable que los ayude a vivir mejor. Visión contradice las formas de producción occidentales, que en muchas ocasiones son avaladas por la ciencia y aportan al detrimento del ser humano y su relación con la naturaleza. Llegando a ver los recursos como objeto de dominación y control, y generando daños irreversibles en los recursos naturales (Noguera de Echeverry, 2000. p. 9).

Es importante mencionar que esta asociación nace en 1980 para contrarrestar el daño ocasionado a la naturaleza, y que en 1992 junto con otras entidades crean reservas naturales desde la sociedad civil. Algunas de las familias indígenas y campesinas declararon sus predios como reservas naturales ante el Estado, puesto que querían conservar uno o varios ecosistemas naturales, al igual que desarrollar actividades de producción sostenibles y amigables con el medio ambiente.

De acuerdo con la ADC, la sostenibilidad ambiental es un valor cultural para la familia, y se manifiesta en cuatro áreas: (1) la soberanía alimentaria sostenible y conservación de la biodiversidad, (2) los Herederos del Planeta, (3) la organización y gestión para el buen vivir y (4) la comunicación popular para consolidar saberes que aporten a la formación de las nuevas generaciones.

En cuanto a la soberanía alimentaria y conservación de la naturaleza Villota considera que cuando, las familias se centran en las ganancias descuidan aspectos de alimentación...comida sana (Entrevista personal, 16 de junio de 2019) Un aspecto importante para la ADC es la posibilidad de que las familias, al dividirse cada miembro en una tarea específica en la producción garantizan su soberanía alimentaria desde el autoabastecimiento. Este concepto de soberanía alimentaria fue propuesto por el movimiento Vía Campesina como contrapropuesta a la producción industrial y el control de la alimentación. Desde la soberanía alimentaria se combate el hambre y la pobreza mediante las economías locales. Formas de producción, distribución y consumo con conciencia ecológica.  Ubicando a la vida por encima del valor de mercado.  

Patricia Jojoa señala que, al no adherirse a economías de mercado dominante, se fortalece la economía local, basada en producir alimentos de autoconsumo, y no en el enriquecimiento individual, “generado economías propias que, a juicio de un economista, lo que obtendría sería pérdida. Alimentos como la papa y la cebolla se venden entre nosotros. Ello garantiza que el producto no tenga agrotóxicos. Como pasa con los grandes productores” (Patricia Jojoa, entrevista personal, 19 de junio de 2019).

Esta noción pretende descentralizar la figura del humano como dominador de la naturaleza; que se transforme en un ser que satisface sus necesidades de forma responsable y en armonía con el cuidado ambiental, y el comercio equitativo. Donde el consumidor puede tener contacto con el productor, y no con el mercado que gana y pone las condiciones de ganancias y calidad del alimento, “cuando vienen al campo entonces el que pone el precio es el campesino, y puede entrar a negociar” (Jojoa, entrevista personal, 19 de junio de 2019). Así, el Buen Vivir surge como una mirada Biocéntrica para desplazar la antropocéntrica. La base es la comunidad y los ecosistemas, que prime la ecología y la dignidad humana sobre las ganancias (Escobar, 2011, p. 309).

Para la ADC es clave reconocer la riqueza del potencial agrícola y conservar la naturaleza. Su filosofía es vivir sin causar daño al hábitat, “mirando al suelo como un ser vivo y tratando de reducir los residuos que se pueden convertir en basura contaminante para el terreno” (Villota, entrevista personal, 17 de junio de 2019). Algo así como crear una simbiosis entre los ecosistemas agrícolas, el entorno, y los campesinos e indígenas del territorio. Al respecto, Ruben señala que “anteriormente todo era solo potreros sin árboles. La transformación de los cultivos y la recuperación agrícola de la zona se tiene gracias en gran parte a la conformación de la asociación de campesinos. Los cambios en los monocultivos se han dado por las capacitaciones y también por las pérdidas que fuimos sufriendo con este tipo de práctica agrícola (Rubén Jojoa, entrevista personal, 18 de junio). Afirmando que incide la conciencia ecológica en las prácticas cotidianas de producción y consumo.

La segunda área busca que las nuevas generaciones preserven los conocimientos de la soberanía alimentaria. Como su nombre lo indica, la idea es formar a los Herederos del Planeta. Su objetivo es formar a las nuevas generaciones como apoyo de los mayores, garantizando que el conocimiento no se olvide en el tiempo. Es trabajo de familiares y asesores acompañar a los jóvenes en encontrar atractivo el campo para reducir la migración a las ciudades. “La crisis planetaria que vivimos...condujo a los asociados a intervenir en la formación del relevo generacional mediante la puesta en marcha del programa Herederos del Planeta” (Duque, s/f, p. 5).

La tercera área es la organización y gestión para el buen vivir. Su objetivo es educar en una cultura ahorrativa, que impida endeudamientos que en muchos casos terminan en la pérdida de la propiedad. Para ello se promueven los fondos de ahorro y fondos rotatorios como modelo de economía solidaria, y cambiar la idea de que es mejor vivir en la ciudad que en el campo. “los jóvenes... califican de retrógrados a personas como él que prefieren quedarse en el campo pero no se dan cuenta que están cuidando el territorio y aportando al desarrollo de la misma zona” (Criollo, entrevista personal, 19 de junio, 2019).

Para dialogar, indígenas y campesinos realizan mingas de pensamiento, escuchan a los mayores para rescatar tradiciones, y hablan sobre los problemas comunitarios. Villota afirma que la minga significa “donde todos ponen”. Cada uno lleva lo que tiene para compartir. También existe la minga investigativa que aporta desde los estudios académicos. Como es el caso de la investigación realizada por jóvenes, adultos y académicos, para conocer aves y anfibios de La Cocha. Así, la solidaridad es clave para organizarse en comunidad, y es el valor que se busca fortalecer desde la Minga, donde se aprende de la experiencia comunitaria, y se busca salidas a la vulneración de sus derechos. Una convivencia humana bajo la sinergia, la cooperación entre todos y la solidaridad por la vida.

La cuarta área, comunicación popular para el desarrollo, se centra en brindar herramientas a las comunidades que visibilicen sus proyectos, transmitiendo sus ideas de una forma clara y en sus propias palabras. El colectivo de comunicación Brisas de la Cocha capacita a jóvenes y genera una red  de altoparlantes para reproducir piezas alusivas al trabajo comunitario y sensibilización ambiental.

Estas prácticas comunicativas tienen cinco principios (1) Comprender que habitar un territorio implica aportar propuestas desde el consenso. (2) Conocer para amar y amar para conservar...los humanos dependen de la naturaleza. (3) La familia como pilar de la propuesta... involucrar a todos y cada uno de los miembros. 4) Trascender por medio del cuidado del territorio. 5) la agroecología como diseño imperante en la comunidad (Carmen Villota, entrevista personal, 18 de junio, 2019).

Estas reflexiones reconfiguran su relación con el entorno y con su existencia, expresando su estética en la manera como se enuncia y se piensa el territorio. Siempre sensibilizando por el medio ambiente desde la relación con otros ecosistemas. Una experiencia conformada por percepciones olfativas, auditivas, del gusto, el tacto, y la observación.

Construcción de comunidad desde un sentido ético-estético-ecológico

Es de resaltar la influencia del ambiente en la percepción estética. La laguna de la Cocha es considerada un santuario por su fauna y flora. Ubicada en el corredor andino-amazónico, posibilita una experiencia de renovación y sosiego mental a quien la visita. Y se habita desde la necesidad por cuidar esa magna naturaleza como una casa en común. Así, en cada una de las reservas existe un terreno en el que las familias depositan productos orgánicos para que las lombrices produzcan el abono natural que fertilizará la tierra. Esta acción posibilita construir comunidad desde lo ético-estético-ecológico. La configuración del tejido social está dada por las prácticas del cuidado al territorio. Y como dice Jojoa “la transformación de los cultivos y la recuperación agrícola de la zona que tenemos es gracias en gran parte a la conformación de la Asociación de Campesinos” (entrevista personal, 19 de junio de 2019). Es evidente una estética del cuidado, una sensibilidad ecológica la cual se adquiere a partir de una rutina. Pues para encontrar esas expresiones estéticas se necesita asumirlas como primordiales para la vida: [...] sentirse Tierra es sentirse dentro de una compleja comunidad con sus otros hijos e hijas (Boff, 2012, p.64).

El objetivo del área de Gestión para el Buen Vivir Local de la ADC, es reconocer las necesidades de la región. Cuando su vida y el entorno están en riesgo ejercen diferentes acciones. Por ende, es necesario indagar en primera instancia ¿Cuáles son las prácticas de las organizaciones de base que evidencian actos de resistencia ante un modelo de desarrollo basado en el mercado?  Estos actos son palpables a través de una alimentación sana, apreciando la riqueza del territorio y el conocimiento de la tierra, al igual que la familia como eje del proceso de vida. Evitar el asistencialismo, y evitar la degradación del territorio. Es la comunidad quien define sus necesidades desde el amor por los recursos naturales.

Otra forma de resistencia son las alternativas para la recuperación y conservación de suelos, alternas al modelo cientificista de los monocultivos. Por ejemplo, los campesinos de Chachagüí y Yacuanquer analizaron sus suelos erosionados para transformarlos. Asociados y sus familias hicieron procesos de formación para elaborar una propuesta que consistía en abrir canales sobre curvas a nivel en las que en la parte superior se siembran plantas que tengan raíces con bastantes filamentos, de manera que sostengan el suelo; en la parte posterior se siembran plantas que proporcionen sombra, humedad, follaje y en el interior del canal se depositan residuos con el objetivo de que se transforme la materia orgánica para obtener compost o abono orgánico. Este último es utilizado como abono de los cultivos. En el interior se siembran algunas plantas propias de la huerta (Carmen Villota, 16 de junio).

¿Qué prácticas pedagógicas se están realizando para mantener sus valores?

En el caso de la familia Jojoa, sus hijos aprenden matemáticas, ciencias y lenguaje cosechando papa, sembrando semillas o haciendo dulces. Se resisten al modelo educativo estatal por considerar que menosprecia el campo y sus costumbres. Hay muy poca gente en el campo… no hay jóvenes trabajando la tierra (todos andan por fuera).  Nos han metido la idea que, para ser mejores, hay que salir y tener un empleo... En las reuniones les dicen a los estudiantes: salgan de aquí... Afortunados que tenemos tierra, y los que tenemos tierra tenemos la posibilidad de hablar de autonomía, tomar decisiones. Afuera, en últimas usted solamente compra lo que al mercado le interesa que compre. En el caso particular de La Cocha, el vivir bien es uno de los principios fundamentales de la comunidad y es por ello que “Toda La Cocha incluyendo la institución educativa debería estar influenciada por esta propuesta del Vivir Bien” (Patricia Jojoa, entrevista personal, 18 de junio, 2019).

¿Qué características tienen esas prácticas en el ejercicio ciudadano?

Para este punto se asume el concepto de ciudadanía, como el reconocimiento de derechos civiles, políticos y sociales, al igual que sus derechos como personas pertenecientes a una comunidad. Es a partir de 1980 que en Latinoamérica se integra una perspectiva de ciudadanía ambiental para referirse a la investigación sobre la calidad del ambiente, y resistirse a proyectos de impacto negativo (Gudynas, 2009).

En el caso de los miembros de ADC, indican un momento en que, a raíz de las políticas neoliberales, la extracción de madera y la producción de carbón vegetal permitieron a los campesinos cubrir necesidades básicas, pero también adquirían deudas que se saldaban con una mayor extracción de madera. “Entonces sí el carbón no da para mantener la familia. Mi papá se puso a hacer cuentas y tenía vendido por adelantado su trabajo seis meses.  Decía cómo voy a hacer una nueva inversión, entonces dicen se devuelven para la montaña, a sacar carbón, con eso traemos comida a la casa” (Patricia Jojoa, entrevista personal, 21 de junio, 2019) La tecnificación de la agricultura sepultó sistemas tradicionales de producción campesina. Lo que supuso [...] grandes transformaciones sociales y ambientales, tales como empobrecimiento de la base de recursos naturales y sociales, minó la fertilidad de los suelos y empobreció y disminuyó a la población rural (Rivera, 2014, p. 25). Cuando las mujeres buscaron consolidar la economía familiar, organizaron una cría de Cuyes, al igual que la comercialización de la leche y el cultivo de mora. “Empezar a cuidar la casa, barrer, sacar los cuyes de cocina... Los cuyes ya no solo para consumir, sino que en otras condiciones hacen parte de la economía.... y empiezan a tener la vaquita para la leche, liderar el cultivo de mora...las mujeres estaban aportando.” (Patricia Jojoa, entrevista personal, 21 de junio, 2019).   Ellas empiezan a llamar a los hijos y al esposo para que ayuden a organizar el potrero, a organizar los cercos, ayuden a hacer la cuyera, a sembrar los pastos. Las mujeres empiezan a remunerar el trabajo de ellos y entonces, los hombres dicen si las mujeres pueden porqué no nosotros y entonces involucra un trabajo más de familia y hace de que la organización se fortalezca.

La minga es un ejercicio ciudadano puesto que se propende por intercambiar saberes para el bien común: “hay personas que aportan desde la parte científica, académica, pero siempre involucrando a los actores de la base; las familias, los campesinos” (Carmen Villota, entrevista personal, 18 de junio, 2019). En el caso de La Cocha es una comunidad basada en el respeto por su territorio, y la solidaridad y cooperación entre sus miembros. De acuerdo con Gudynas, se reconoce al ambiente como generador de tradiciones que está ligado a vivencias afectivas y estéticas propias de la organización del espacio (Gudynas, 2009, p.  83).

La agricultura familiar es una manera de agenciamiento ciudadano con diálogo permanente para resolver inconvenientes. Esta soberanía se centra en un primer pilar como la alimentación sana “También otra manera de promover los objetivos de la organización es darles a los niños una buena alimentación y enseñarles a preparar adecuadamente los alimentos” (Jojoa, entrevista personal, 19 de junio, 2019). El segundo pilar es valorar los proveedores de los alimentos; lo que es evidente en el modo de vida sustentable de los integrantes de la ADC. El tercer pilar es la cercanía entre el productor y el consumidor; cuando quien cultiva es quien vende. El cuarto pilar es el hecho de que el control esté en manos de los proveedores locales de alimentos, reconociendo la necesidad de compartir el territorio y rechazando la privatización de los recursos naturales. El quinto es el conocimiento y las habilidades tradicionales, y el rechazo a todo lo que atente contra los sistemas alimentarios locales. Y por último, la apreciación de la naturaleza, y la protección de los ecosistemas. Rechazar el uso intensivo de monocultivos y demás métodos destructivos; “Quien produce bastante es para aventurar, como bien le puede ir bien y ganar harto o no gana nada y queda endeudado. En cambio, nosotros como tenemos cosas variadas, poquito, entonces nosotros podemos sostener a nuestra familia y siempre estar llevando la mercancía a Pasto para vender” (Jojoa, entrevista personal, 19 de junio, 2019).

A lo largo de estas páginas se describe cómo las personas que conforman los grupos de base de la ADC cuidan la tierra con prácticas sostenibles, para alimentarse, y responsabilizarse con las futuras generaciones. Su objetivo es que niños y jóvenes recuperen conocimientos y prácticas de los saberes ancestrales. Estas acciones reflejan una sensibilidad estética que está en consonancia con valores comunitarios, respeto a la tierra, a la vida de animales y plantas, a los conocimientos tradicionales; prima la solidaridad; y la responsabilidad de los propios actos. Los valores provienen de la importancia que tiene la laguna La Cocha, los nacimientos de agua, los animales y las plantas.

3. La danza y la esgrima con machete: expresiones estéticas de la identidad afro en Villa Rica (Cauca)

El trabajo de campo realizado en esta comunidad, enfatizó en las danzas tradicionales y la esgrima con machete, considerados bastión de la identidad cultural de los habitantes. Las herramientas para la recolección de información fueron, para este caso, principalmente la entrevista en profundidad con gestores culturales2, y la documentación fotográfica y audiovisual.

El baile en sus diferentes expresiones es un referente de identidad para los afronortecaucanos, quienes encuentran en la danza una representación de su cultura. Esta práctica ha evolucionado desde la época de la esclavitud como una forma de no perder sus tradiciones africanas, hasta la actualidad como posibilidad de rememorar las historias de sus antepasados. Las expresiones estéticas jugaron un rol fundamental en la pervivencia de sus creencias, en la cohesión como pueblo, en la defensa de su identidad y en la búsqueda de la libertad y de un territorio para habitar. Hoy en día dichas expresiones estéticas siguen representando un rol importante para la comunidad y para la configuración del tejido social de la misma, pero en el marco de las necesidades que demanda el contexto actual.

La conservación de estas luchas por preservar una identidad que como todas ha tenido muchas transformaciones pero tiene un fuerte arraigo en la época de origen. Al respecto Hall (2010) afirma que “las identidades son los nombres que les damos a las diferentes formas en las que estamos posicionados, y dentro de las que nosotros mismos nos posicionamos, a través de las narrativas del pasado” (p. 351). Siguiendo este planteamiento se identifica cómo estas expresiones mantienen vigente dichas narrativas en las generaciones de este siglo, en especial jóvenes y niños.

Sí, realmente la danza es la resistencia que ha manejado siempre nuestros ancestros, el querer mostrar siempre y continuar con sus raíces, que esto es lo que ellos traían desde África, así en ese entonces el español quería someterlos a ciertas cosas, ellos en sus momentos libres mostraban y continuaban con sus bailes (Anyela Lucumí, integrante del grupo Renacer Polifolclórico, entrevista personal, 22 de febrero de 2020).

A través de las danzas tradicionales los grupos folclóricos le cuentan historias al público mientras son interpretados en las presentaciones. El torbellino y el bambuco sirven de medio para mostrar cómo era la vida en las fincas tradicionales, en las bodas, en las fiestas y en momentos de goce en general. Danzas como el trapiche y el baile del cacao dan cuenta de los procesos asociados al trabajo en las haciendas del municipio, el cual antes de la expansión del monocultivo de la caña contaba con una fama de tierra próspera y productiva, de ahí el origen del nombre de Villa Rica.

Así, en la cotidianidad de la comunidad hay muchos elementos que potencialmente se convierten en expresiones estéticas que hablan desde lo que puede interpretarse como una estética de lo cotidiano. La gran riqueza cultural del municipio de Villa Rica consiste en manifestaciones o prácticas culturales que las fundaciones o agrupaciones ponen en escena con públicos masivos que reclaman y en efecto asisten a esos espacios.

Así, cuando se critican las danzas urbanas se subvalora que existen épocas con manifestaciones creativas potentes que no necesariamente niegan o ponen en peligro prácticas culturales tradicionales. Estos procesos se perciben como un complemento a las expresiones culturales tradicionales del municipio. Y desde los promotores de las danzas urbanas se reconoce la importancia de la danza tradicional y presentan interés en la incorporación de estas en su práctica. Siguiendo a Hall (2010) los elementos culturales no se encuentran en un estado puro y original, siempre se presentan con mezclas propias de la vida cultural.

Aquí la esgrima podría de alguna manera ser un elemento intermedio entre lo contemporáneo y lo tradicional por estar más dentro de la danza, específicamente el torbellino, frente a lo cual las danzas urbanas de las nuevas generaciones serían un contraste. Ligada en la actualidad a las danzas tradicionales, la esgrima con machete tiene su origen propio en el contexto de las guerras de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, período en el que se le ofrece a los esclavizados la libertad a cambio de su participación en las batallas, más nunca se les ofreció ningún tipo de indumentaria o entrenamiento, así que estos recurrieron a las herramientas con las que contaban, los machetes de cortar caña.

Si bien el relato hegemónico no les reconoce la importancia a las cargas macheteras durante las guerras, esta historia se ha conservado gracias a los maestros esgrimistas quienes son los que se han encargado de transmitir de generación en generación este conocimiento. De esta forma fueron apareciendo escuelas de esgrima dedicadas a la transmisión de la práctica, siempre en cabeza de un maestro al cual se le considera una persona de mucho respeto para la comunidad. Hoy en día está presente tanto en las escuelas de esgrima del norte del Cauca como en algunas escuelas de danzas tradicionales, porque esta ha empezado a ser un complemento en las presentaciones de bailes como el torbellino caucano y es de gran atractivo, tanto para los espectadores como para los bailarines.

Para mí la esgrima es el todo, o sea, es un estilo de vida, como dice el maestro Héctor Elías Sandoval la esgrima, se ve en todo lo que uno hace en su diario vivir, desde tu levantar hasta tu caminar. La esgrima está inmersa en todo lo que nosotros hacemos ya que este arte permite de que tus habilidades y tu cuerpo sean de forma más ágiles por el entrenamiento que tú tienes en el trayecto de vida, porque es de mucho tiempo, porque no es una cosa de que hoy fue y ya, no, eso es algo que nosotros traemos desde niños, es un legado que nos han dejado nuestros antepasados (Óscar Eduardo Mina Sandoval,  entrevista personal, 22 de febrero de 2020).

En conclusión,  expresiones estéticas, como las danzas tradicionales y la esgrima con machete, contribuyen a la configuración del tejido ético-social en Villa Rica a través de las organizaciones sociales y culturales. Dichas organizaciones utilizan las expresiones estéticas como vehículo para educar, en ciudadanía y en valores culturales de la identidad afro, a aquellos sujetos que hacen parte de estos procesos artísticos. La ciudadanía se expresa a través de estas prácticas, bajo una concepción de resistencia frente a las pretensiones de homogeneización cultural. La danza y la esgrima han estado en esta comunidad desde sus inicios, como muestra y acción, para perpetuar su identidad afro, siendo un rasgo que la comunidad se ha negado a perder.

 

 

1. Este trabajo se basa en entrevistas realizadas a médicos tradicionales, taitas y mamitas de la comunidad Camëntsá Biyá del Valle de Sibundoy (Putumayo).

2. Para el caso de la presente investigación se tuvo contacto con representantes de ocho organizaciones y/o grupos de danza, estos son: Unidad de Organizaciones Afrocaucanas UOAFROC, Asociación Cultural Casa del Niño, Fundación Yoruba, Escuela de Danzas Raíces de mi Tierra, Grupo Renacer Polifolclórico de Villa Rica, Fury of Dance, Black Trump y Los Niches del Sabor.


4. Expresiones estéticas y valores culturales: la música andina y su incidencia en la construcción de tejido ético-social (Valle del Cauca)3

Las musicalidades presentes en la región andina colombiana son reflejo de la creatividad, sensibilidad y riqueza cultural de comunidades y pueblos herederos de un pasado de mestizaje y de luchas por mantener o recuperar identidades forjadas desde entrecruzamientos, pluralidades e incluso, nuevas apuestas de expresión. Tratar de responder a la pregunta ¿qué es la música andina colombiana? puede conducir a más desacuerdos que acuerdos, tal como lo revela el director del centro de documentación musical de la Fundación Canto por la Vida. Sin embargo, el entrevistado (entrevista personal, julio 9 de 2019) también señala que la música es gregaria y tiene un impacto en los procesos de socialización. Este aspecto de la expresión musical permite entender por un lado, su función como promotora de valores culturales, y, por el otro, su poder formativo asociado con el cultivo de la sensibilidad estética.

Para que la experiencia estética produzca efectos éticos no es necesario que nos presente un sistema de moralidad. Enfrentarse con el objeto estético produce como efecto en el individuo una agudización y refinamiento de la sensibilidad y discriminación perceptiva. Una canalización de sentimientos y emociones que permite y capacita para reaccionar más sensiblemente al mundo que nos rodea y con mayor competencia emocional y social. Estética y ética lejos de oponerse pueden ser complementarias en ese cometido (Pérez, 2008, p. 25).

De este modo, más que asumir la música andina colombiana como un producto artístico acabado con cierta base representacional común o característica inherente a sus manifestaciones, cabe reconocer principalmente, los procesos cognitivo-emocionales propios del encuentro con lo musical, los cuales devienen en un tipo de experiencia en el ámbito de la sensibilidad estética. Para los propósitos de este trabajo, se parte del conocimiento, historias de vida y logros de maestros y estudiantes, vinculados con el aprendizaje y difusión de la catalogada como música andina colombiana. Decodificar el escenario de la enseñanza y el aprendizaje de tal música, de expresión estética y valor cultural cohesivo, debe entenderse simplemente como una, entre otras, apuestas interpretativas. 
   

Identificar en los procesos de formación musical inicial, una expresión estética, se da por al menos tres razones: a) dichos procesos se configuran desde aprendizajes paulatinos donde lo importante no es el producto artístico en su esplendor (piezas musicales bien ejecutadas), sino la incidencia en la subjetividad de una sensibilidad estética que dota de sonidos, ritmos y melodías a la vida de los participantes y se traduce en actitudes, sentimientos y nuevas percepciones desde las cuales niños y adolescentes empiezan a nutrir su ser en el mundo y las relaciones humanas; b) el aprendizaje musical deviene igualmente en expresión estética, al estar vinculado con un éthos tejido desde la experiencia emocional. Deviene de este modo una estética de lo lúdico, del asombro, de la intuición, de la imaginación y la exploración. Dicho éthos puede presentarse inicialmente de manera informe, indefinible, pero va tomando contenido aprehensible desde el juicio o apreciación estética. Esta facultad se va desplegando desde el lenguaje musical y descubre las reglas de las armonías e inarmonías, de las regularidades e irregularidades de la vibración, el sonido, el tono, lenguajes siempre en construcción; c) la educación musical deviene en experiencias de orden estético en tanto los niños y adolescentes entendidos como sujetos culturales en formación, son afectados en su sensibilidad por el sonido, el color, la forma, el movimiento y la abstracción de los mismos, desde una gramática musical con la cual se puede decodificar el mundo social, la naturaleza, la existencia, las personas, los objetos y, en general, cualquier tipo de experiencia.

Las anteriores razones están presentes de forma explícita o implícita en distintos procesos y prácticas formativas. Una de las primeras prácticas a tener en cuenta en estos procesos de formación musical, se da con el guitarrillo. Su elaboración en el taller refleja una apuesta pedagógica por parte de los maestros, basada en reconocer las necesidades de niños y niñas principiantes quienes precisan de instrumentos adecuados para su edad y condición física. El guitarrillo viene a constituirse básicamente, en una “herramienta pedagógica para el aprehendimiento inicial de elementos sonoros y técnicos coadyuvantes en el desarrollo general de la musicalidad para la interpretación instrumental y vocal." (Fundación Canto por la Vida).

Los procesos pedagógicos inherentes al uso del guitarrillo devienen en una experiencia y expresión de la sensibilidad estética por las repercusiones conscientes o inconscientes que detonan en los participantes, por vía del uso o de involucrar facultades como el juicio, la intuición y la imaginación. Así, pueden clasificarse inicialmente tres funciones de la experiencia y el juicio estético asociados a la cultura musical: a) un rol terapéutico-sanador para promover o fortalecer el bienestar psicológico, social y moral de los participantes –cultivo del carácter, virtudes y valores- (Gustems-Carnicer & Calderón-Garrido, 2016: 257, 258), b) un propósito educativo asociado con el cultivo de la sensibilidad estética y la conservación de la memoria de tradiciones musicales, y c) una función socio-afectiva relacionada con la creación o afianzamiento de relaciones intersubjetivas. Por otra parte, también se identifican dos formas de valores culturales propiciados por la formación musical y la participación en los festivales de música: a) el sentido de pertenencia entendido como la relevancia asignada a la comunidad y al espacio ocupado, y, b) el respeto por las tradiciones asumido desde el interés por recuperar y mantener los legados musicales.

Por medio de la educación musical centrada en una pedagogía nada ajena a la promoción del pensamiento crítico, se contribuye significativamente en la formación de agentes cívicos promotores de valores ético-sociales como el diálogo, el respeto, la solidaridad y el trabajo en comunidad. Así lo da a entender uno de los profesores de la Fundación cuando resalta como aspecto metodológico en sus clases, la importancia de sostener siempre un trabajo horizontal en la relación con los estudiantes ya sean niños, niñas o jóvenes. El diálogo y los argumentos cuentan más que la apelación a un principio de autoridad al momento de asociar el afianzamiento de las habilidades musicales con la historia, la literatura, la poesía y la participación activa como miembro de una comunidad. Cabe preguntar en este sentido, ¿de qué manera la formación musical promueve el gusto estético en los estudiantes? Como punto de partida se presume que la experiencia estética no es innata, debe cultivarse por medio de la educación (Pérez, 2008, p. 14).

Las expresiones estéticas presentes en los procesos de educación musical pueden promover tejido social cuando contribuyen con la construcción de un ethos basado en la promoción de valores éticos y culturales. Así lo entendieron la directora y coordinadora académica de la Fundación. Según narran, una de sus prioridades al inicio, fue el buscar y contar con un grupo de profesores que además de músicos fueran socialmente reconocidos por su talante y respeto social (entrevista personal, julio 9 de 2019). En los primeros intentos de conformar una escuela de educación musical, la ética, entendida aquí como el tipo de éthos que se configura desde las expresiones estéticas, se tornaba inicialmente difusa, al no estar claro cuáles eran los valores fundamentales a partir de los cuales se iban a desarrollar proyectos de realización personal atravesados por la vida comunitaria y la convivencia. Con todo, la educación de la sensibilidad estética contribuye con la formación de un ciudadano responsable, propositivo y reconocedor de las diferencias. Experiencias de aula dan cuenta de relaciones entre educación musical, cultivo de sentimientos, valoración de las diferencias y sentido de la responsabilidad asumidos por los estudiantes (Madero y Gallardo, 2016, p. 41).

Por otro lado, según la finalidad de iniciativas, proyectos o prácticas en función de la educación musical, a la cual le es inherente la experiencia estética y la creación artística, pueden generarse tensiones y conflictos desde escenarios de participación, diálogo, deliberación y toma de decisiones, con lo cual el tejido grupal, social o comunitario puede verse afectado a menos que a partir del disenso y el desencuentro, se den oportunidades para el respeto y el reconocimiento recíproco. En este sentido, cabe valorar el potencial de las expresiones estéticas para configurar tejido ético-social y promover formas de convivencia y construcción de paz. Ante secuelas subjetivas negativas como el desarraigo, la pérdida de seres queridos o los agravios a la dignidad, se observa en las expresiones estéticas -entendidas como elaboraciones creativas y simbólicas compartidas y dialogadas a partir de experiencias sensibles (sufrimiento, esperanza, resentimiento, indignación, perdón, deseo de justicia), un mecanismo de mediación y terapia en cierto sentido reparador.

Cabe considerar además, el potencial de los festivales musicales. Las expresiones estético-musicales presentes en los festivales son acogidas y valoradas por la comunidad ginebrina, sin embargo, al momento de pensar lo administrativo y la organización de los eventos, surgen miradas encontradas sobre el sentido y aportes de los mismos a la comunidad.  Los conflictos se generan por la forma en que son representados el lugar y papel de los festivales, y la participación y sentido de pertenencia que pueda generar en los pobladores. En la entrevista al gerente de Funmúsica (entrevista personal, junio 1 de 2019), se señala cómo inicialmente, hace unos 45 años, la música era para mayores. Posteriormente la formación musical se inicia a edades tempranas. El impacto de los festivales en los jóvenes y niños es muy importante cuando se da el apoyo de los padres.

Entre los participantes y artistas de los festivales musicales se da mucha integración más allá de las regiones de procedencia. Estos encuentros son detonados por la música y la gastronomía. Respecto a la asistencia al evento musical en Canto por la Vida, cabe resaltar la participación de los estudiantes de la Fundación. El evento permite el despliegue de talentos en canto e interpretación de instrumentos. El auditorio de la Fundación se constituye en un escenario de encuentro de estudiantes, maestros, artistas, padres de familia y público en general. También se destaca el componente pedagógico del Festival Mono Núñez en el Centro de Promoción Juvenil Juan Moye. A partir de este componente se reúnen algunos artistas para explicar la construcción de su arte, de su expresión musical por medio de conferencias de orden educativo y diálogo con los asistentes, explicando desde lo teórico la experiencia de cada artista para brindar también aprendizajes para otros artistas. El taller pedagógico en el Centro Juan Moye forma parte de las actividades en el Colegio Inmaculada Concepción. Dicha institución sirve igualmente de escenario para los Conciertos Dialogados donde los artistas cuentan sus historias y la forma como han desplegado sus propuestas musicales y culturales.

Así, un punto de partida para identificar intersecciones entre estética, ética, tejido social y ciudadanía, consiste en desvincular el sentido de lo normativo (lo ético) con sistemas de pensamiento que deberían ser inculcados desde la educación formalizada. De este modo, el cultivo de la sensibilidad estética va a implicar y a complementar el desarrollo de juicios éticos asociados a la convivencia y a las actitudes, por vía del cultivo de sentimientos y emociones mediadoras en toda relación intersubjetiva (Pérez, 2008, p. 25). El ejercicio de la ciudadanía cobra un lugar más allá del reconocimiento de derechos y de las demandas articuladas a las funciones de un Estado. Dicho ejercicio se asocia con el ámbito de lo político entendido como escenario donde se establecen dinámicas de deliberación, relaciones de poder, toma de decisiones y acciones grupales o sociales.

La consciencia de lo ciudadano en la vida social adquiere en nuestros días un matiz de amplias posibilidades al vincular lo privado con lo público, lo local con lo global, lo social con lo ambiental, lo racional con lo emocional y lo comunitario con lo intercultural. La relacionalidad (Estermann, 2009, p. 218) emerge, en este escenario, como factor de cohesión social, ya que importa principalmente el vínculo que se teje desde el encuentro, el gesto, la mirada, la actitud o la interacción misma. Y en este sentido, las expresiones musicales por variadas que sean, se configuran en mediadoras por excelencia para promover o afianzar distintas formas de reconocimiento o relaciones de reciprocidad. Los modos como se tejen las relacionalidades tanto desde la mediación musical, como desde la danza, el cultivo de la tierra, el diálogo social o el encuentro comunitario, emergen como maneras de apreciar una dimensión estética de la realidad promovida por diversas prácticas culturales y expresiones artísticas.

3. En el trabajo con la comunidad ginebrina se tuvo principalmente en cuenta a profesores, directivos, padres de familia y estudiantes de la Fundación Canto por la Vida. Información complementada con entrevistas y diálogos con algunos habitantes del municipio e integrantes de grupos musicales.


Conclusiones

Considerando el anterior análisis se logra identificar cómo algunas prácticas socioculturales pueden leerse en clave de expresiones estéticas y relacionarse con la configuración de un ethos que permite afianzar sentidos de pertenencia e identidad en algunos grupos y comunidades del suroccidente colombiano. En efecto, el cuidado de la huerta tradicional, chagra o jajañ en la comunidad indígena de los Camentsá del Valle de Sibundoy (Putumayo), está soportada en una cosmovisión y filosofía de vida desde la cual se puede vincular el saber derivado de la relación con la tierra con una estética de la vida cotidiana. Esta concepción permite a su vez, pensar en una educación humanista entendida como proyecto formativo para la reconciliación con la vida, para el logro del equilibrio ecológico y el respeto hacia diversos organismos y especies. La mediación pedagógica centrada en la conciencia ecológica y en los saberes del cuidado de la Madre Tierra es fundamental para lograr una cultura sustentable. 

Se configura de este modo, una ética de la cultura, un ethos que es a la vez saber cohabitar y saber relacionarse con todos los seres. Así, la estética de la vida cotidiana es también una estética ambiental en tanto se despliega una integridad entre el mundo de la cultura y el mundo natural. Esto se evidencia igualmente, en los modos de habitar la tierra desde los saberes de indígenas y campesinos en la Reserva Natural Refugio Cristalino (Nariño).  Tal como se ha señalado, lo estético está presente en la forma de enunciar el espacio, de repensarse y de repasar la vida por medio del cultivo, la cría y el cuidado de sí y de cada uno de los miembros de la comunidad. Las relaciones afectivas son mediadoras siempre y se extienden al encuentro con la naturaleza. Los nexos entre estética, ecología y ética, se empiezan a vislumbrar de esta manera. La estética cotidiana propia de la vida comunitaria se arraiga en la relación con la tierra y en las relaciones intersubjetivas.

Por su parte, en Villa Rica danzas como el bambuco, el torbellino y el trapiche, reafirman la identidad afronortecaucana y, dentro de las escuelas donde son enseñadas, se transmiten los valores culturales, manifestándose en el sentido de pertenencia a la comunidad y a una identidad regional asociada a las tradiciones afro. Por tanto, estas expresiones cobran valor en la comunidad, al ser vivenciadas por la misma en la cotidianidad, gestando un tejido ético-social. A su vez, la construcción del tejido, ha aportado a la formación, y fortalecimiento, de líderes culturales, dando paso a nuevas generaciones encargadas de perdurar los saberes afro, adaptándolos a nuevas expresiones culturales.

En el caso del municipio de Ginebra, Valle del Cauca, la apuesta por miradas alternas a la institucionalidad y a la manera de ver el desarrollo y la identidad de la música colombiana, permite potenciar la función de la música en relación con la memoria y el posconflicto en Colombia. También surgen perspectivas de análisis sobre lo pedagógico, la intersubjetividad propiciada por las expresiones estéticas y artísticas, los anclajes simbólicos de las expresiones musicales, las migraciones de sentido a partir de los contextos, de lo auténtico y de lo innovador, las relaciones entre música y participación ciudadana, y la función de la horizontalidad en las relaciones con los niños y los jóvenes a partir del diálogo y la argumentación. Llama la atención la apuesta creativa de maestros para elaborar nuevos instrumentos (guitarrillo) y poner en marcha currículos integradores (formación del ser y del convivir desde lo musical).

En términos generales, la música, el tejido y el cuidado de la chagra, contribuyen en la construcción de comunidad, y se presentan como expresiones estéticas desde las cuales se construye identidad individual y colectiva junto con proyectos de realización y bienestar anclados a una filosofía del Buen Vivir. Esta indagación exploratoria, conduce además, a ajustar metodologías de trabajo e instrumentos de recolección de información, producto de los aportes y nuevas comprensiones surgidas del encuentro con las comunidades. Finalmente, llama la atención las posibilidades de establecer diálogo de saberes con grupos sociales y comunidades para nutrir de manera recíproca un pensamiento latinoamericano tejido desde filosofías andinas, estéticas desde el Sur, músicas y ritmos autóctonos, convivencia intercultural, prácticas de resistencia desde el Buen Vivir, y el afianzamiento de culturas ecológicas de autonomía, reconciliación con la Madre Tierra y seguridad alimentaria.


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