https://doi.org/10.22267/rceilat.225051.110

 

TRADUCCIÓN       

 

Historia del racismo. El sistema del poder por Susan Arndt[1]

 

Iván Alexander Muñoz Criollo

Doctor en Filosofía

Docente Centro de Estudios e Investigaciones Latinoamericanas CEILAT

Universidad de Nariño

Email: ivalex32@yahoo.com

 

Recibido: 05/04/2021, Aprobado: 12/10/2022


El texto pretende mostrar que el racismo sigue presente en la sociedad debido a la persistente evasión del tema y al negacionismo. Para ello presenta de la mano de una brevísima historia del racismo, por un lado, la renuencia a revisar los prejuicios de las tradiciones intelectuales clásicas y el intento de restar importancia al uso del lenguaje inclusivo; por otro lado, también resalta el texto la relación entre la maafa y la prosperidad económica europea en la modernidad, así como su justificación ideológica. Termina señalando el continuo estado de alerta que se debe soportar en la cotidianidad frente al racismo declarado y soterrado, sin embargo, muestra la esperanza que han traído las luchas de los últimos movimientos globales para vencer al “racismo catastrófico”.

 

Palabras claves: corrección política, maafa, racismo, raza, teoría de los climas.

 

Alemania tiene un problema de racismo y un problema con el racismo. Por un lado, el racismo es ubicuo, por el otro, se calla a gritos.

 

Algunos se arriesgan a hablar de hostilidad hacia las extranjeras y los extranjeros, pero no se trata ni de hostilidad ni de xenofobia. Las danesas blancas y los daneses blancos tienen aquí en Alemania menos problemas que las y los afroalemanes.

 

Aunque people of colour está expuesta al racismo, conozco mucha más gente que se indigna por un debate sobre el racismo, que personas que se indignan sobre el racismo. Racismo hubo durante el nacionalsocialismo y el apartheid, quizá lo haya en los Estados Unidos, pero ¿en Alemania? ¿Hoy?

 

Conozco a más gente que asegura que supuestamente ya se ha dicho todo sobre el colonialismo, que personas preguntándose hoy qué tenga que ver esto con ellos y con todo lo demás. Conozco a más personas que afirman que Alemania fue solo brevemente un poder colonial (en todo caso un tiempo más largo que el del nacionalsocialismo), que personas que saben que Alemania cometió más de un genocidio y no se ha disculpado por todos.

Conozco a más personas que han celebrado a Kant y a Hegel como faros del futuro, que tales informadas sobre cómo Kant introdujo el concepto de raza a Alemania para, como Hegel, justificar la esclavitud y el asesinato de los negros. Y conozco más personas que se indignan sobre political correctness que personas molestas por los conceptos racistas.

 

El minstrel show en la televisión alemana

 

El 27 de enero de 2013 se presentó el crítico literario Denis Scheck en su programa “Druckfrisch” en el primer canal de la televisión alemana. Tenía su cara pintada de color café, sus labios ampliamente pintados de color rojo y llevaba guantes blancos. ¿Y para qué se presentaba él con ese atuendo propio de la tradición de los minstrel shows, en los cuales se hacía burla de los negros? Él luchaba porque la palabra ni. se quedase en las novelas de Pippi Langstrumpii.

 

Aparte de que el libro fue escrito en sueco y de que las traducciones viven de adaptarse a los nuevos tiempos, ¿por qué pelea una persona adulta para que una palabra racista se quede en un libro para niños?

 

Scheck rechaza el mote de racista. Incluso pretende no ser racista. No soy racista porque no quiero ser racista y porque no soy racista no tengo que ocuparme del racismo. No puede ser lo que no puede ser. Fin de la discusión sobre el racismo. Y así irradia el racismo desde el presente hacia el futuro.

 

Más o menos así pasaba también en la RDAiii, cuyo mito fundacional era ser antifascista. Estoy contra el racismo. Esto lo cantaba yo en el kindergarten como canción de cuna para conciliar el sueño.

 

Cuando a los 20 años intenté hacer una denuncia porque un berlinés, dueño de un bar, había puesto en su ventana el letrero “Los N… no pueden entrar”, se me desestimó con el discurso de que en la RDA no había racismo y que por eso no podía hacer la denuncia.

 

Ya Aristóteles justificaba la esclavitud

 

La constitución dice desde 1949 que el racismo está prohibido. Aunque la ONU ya desde la década de 1940 hacía constar que no existían las “razas”, la palabra “raza” aparecía allí y en casi todas las leyes antidiscriminatorias. En Berlín se dice desde hace poco que “ninguna persona   [...], debido […] a una imputación racista” debe ser discriminada. El racismo es llamado por su nombre –y esto debe suceder también con su larga historia.

 


El concepto de racismo fue usado por primera vez en los años treinta del siglo XX por Magnus Hirschfeld, a quien le importaba rebatir la “ideología racista” del nacionalsocialismo. Sobre esta se basó la investigación sobre el racismo, muestra que el racismo ni fue inventado por el nacionalsocialismo ni se acabó con él. Pero ¿cuándo empieza esta historia?

 

Esta historia se puede rastrear hasta la antigüedad griega. Aristóteles fue el primero que bosquejó una teoría de la esclavitud y llegó a la conclusión de que era justa. Fundamentaba esto desde las constituciones físicas y cómo ellas repercutían en las mentales. Solo el varón griego estaba dotado de razón, las mujeres griegas podían entenderlos, pero los esclavos, también los llamaban bárbaros, ni siquiera podían hacer esto y por eso eran, además de su constitución física, mejor usados como herramientas en el orden social.

 

Desde el punto de vista de la teoría de los climas iv, los variados colores de piel eran ya en la antigüedad importantes criterios de diferencia para la religión, el espacio, el sexo y las correspondientes cartografías de superioridad versus inferioridad. El color negro contaba como color de la animalidad y del mal y quedó asociado espacialmente a Etiopía como África (sin Egipto). El blanco, por el contrario fue narrado de forma ambivalente: como marca física para las y los persas, además de las y los escitas, pero también para mujeres griegas y filósofos.

 

En el medioevo impregnado de cristianismo el negro fue el color de la animalidad y de lo diabólico; este color rotuló las religiones no cristianas y los espacios en África y Asia de hoy. El blanco, por el contrario, ascendió a color de la superioridad cristiana y de su espacio geográfico, la Europa de hoy. Esta narrativa estaba a disposición cuando en 1492 emergió un nuevo régimen mundial.

 

La mentira del descubrimiento

 

Muchos conocen 1492 como el año en el que Colón “descubrió” el “Nuevo Mundo”. Mas ¿cómo puede alguien realmente “descubrir” algo o llamar a ese algo “nuevo”, cuando ya le era conocido a los seres humanos? “Descubrir” no es más que un eufemismo para conquista y más que un lapsus lingüístico.

 

Esta denominación refleja que los espacios americanos ciertamente ni eran nuevos ni estaban vacíos, pero que fueron despoblados para poder declararlos como “nuevos”. Mediante genocidio. España y Portugal, y pronto también otras potencias coloniales europeas, echaron mano violentamente de territorios americanos, africanos y asiáticos –y también de sus recursos–.

 

Para aprovecharlos, el negocio de las plantaciones en América necesitaba fuerza de trabajo. Desde comienzos del siglo XVI fueron deportados a América millones de africanas y africanos. En total 18 millones alcanzaron la tierra firme, mientras que otros 18 millones murieron en el trayecto en barco. Rebeldes, enfermos y cadáveres fueron simplemente arrojados por la borda.

 

Forma parte de la visión de conjunto el que las sociedades africanas quedaron traumatizadas durante siglos y sus generaciones jóvenes les fueron arrebatadas, con lo cual fueron debilitadas de forma persistente social y económicamente.

 

Las robadas fuerzas de trabajo africanas se echaron al hombro, junto con los explotados trabajadores y trabajadoras locales, la revolución industrial en el norte global. Justo esto designa la palabra maafa, que es traducida del suajili como catástrofe, desastre, gran tragedia. La crisis de unos es el paraíso de los otros.

 

Entre más naturaleza, menos persona

 

¿Cómo pudieron compaginarse el genocidio de la población indígena y la maafa con el espíritu de la época del renacimiento y su  humanismo? No pudieron compaginarse. Por ello a comienzos del siglo XVI se transfirió el concepto “raza” del reino de los animales y las plantas a los seres humanos: para “legitimar” los crímenes de la Europa colonial y venderlos como acto de civilización del mundo. Para ello tuvo que negárseles la humanidad a las First Nationsv en las Américas y a las y los africanos, pues quien no es un ser humano, tampoco puede ser partícipe del humanismo.

 

Para lograr esto, por una parte, se apeló a una de las fórmulas del “chain of being”vi humanista: entre más naturaleza, menos persona, o sea, inferior a los otros; entre más cultura, más persona, o sea superior. Este pensamiento fundamental se manifestó, por otra parte, mediante la visualización de la “raza” gracias al “color de piel”.

 

La simbólica cristiana del color establecida tenía preparada para ello una oferta muy atractiva: negro significaba lo demoníaco, la animalidad, el mal; blanco, por el contrario, lo divino, lo superior, lo bueno. Solo un pequeño paso restaba de aquí a la lógica tan simple como fatal: hay una “raza blanca”–y es superior a las otras. Esto exigía un enorme proceso de abstracción: las complexiones humanas se mueven entre los matices de los diferentes tonos beige y café, y nadie ha sido nunca blanco o negro.

 

Pero como Europa sacaba provecho de esta invención, se impuso. Apoyándose en la teoría de los climas de la antigüedad fue unido el “color de piel” a las mentalidades y religiones, así como a espacios geopolíticos –con una codificación de los colores que la completaba. Europa era blanca, África era negra. En lo sucesivo fueron contadas Asia como amarilla y las First Nations como rojas. La ilustración inventó e implementó esta narrativa.

 

Esto lleva frecuentemente al asombro, pues la ilustración es para muchos el comienzo de visiones libertarias. “Libertad, igualdad, fraternidad”. Exacto. Esta visión de la libertad no incluía a las mujeres y excluía a todos los colonizados, toda la people of colour. Ciertamente fortalecieron algunos ilustrados el abolicionismo, otros, no obstante, vieron razonable la esclavitud de las africanas y los africanos. A estos pertenecía, por ejemplo, el filósofo Immanuel Kant. Él introdujo el concepto de raza en el ámbito germanoparlante. No se trata de un nota al pie en su trabajo: desde 1764 puede seguirse a través de su obra. Él habla de “racen” apoyándose en los ilustrados franceses e ingleses.

 

En “De las diferentes razas de los hombres” (1775) y en otros lugares aprobaba Kant la teoría de los climas de Aristóteles, por ejemplo, que el “color de piel” permite sacar conclusiones sobre la capacidad mental. Igualmente sigue Kant a Aristóteles en que la esclavitud es un orden social dado por la naturaleza y justo. En 1798 habla de la necesidad de exterminar las razas que no sean la “raza blanca”. Porque blanco y negro son por naturaleza desiguales, habría igualdad solo en el reconocimiento de esta desigualdad. Los blancos habrían nacido para dominar, “los americanos y los n. no pueden [sin embargo] regirse a sí mismos. Sirven pues, solo para esclavos”.

 

La dialéctica de los racistas

 

Hegel da razón a Kant desde 1822 en sus Lecciones sobre la historia de la filosofía. Ciertamente, la esclavitud es propiamente injusta. Sin embargo los negros (y Hegel usa, como Kant, la palabra n.) no sabrían para nada lo que es la libertad. Por ello podrían, si no es que tendrían, que ser esclavizados los negros –¿para hacer qué?– Aprender lo que es la libertad. Esta es una dialéctica perturbante.

 

A mediados del siglo XIX se acaba la maafa, el colonialismo pasa a su fase imperial. En 1884/1885 tiene lugar la Conferencia de Berlín, que reparte a África como una torta entre los poderes colonialistas europeos, entre ellos Alemania.

 

Las fronteras rectas muestran que a los poderes coloniales europeos no les preocupaba si atravesaban barreras en medio de sociedades, pueblos, familias–ni si, por otro lado, juntaban sociedades que históricamente habían estado en conflicto entre ellas. Alemania era un poder colonial brutal.

 

Todavía yacen muchos restos mortales de pseudoinvestigación racista en museos y hospitales alemanes. En 1904 comete Alemania su primer genocidio, se trata de los herero y namaqua en lo que hoy es Namibia.

 

Simultáneamente se radicalizan las teorías pseudocientíficas de las “razas”. Por un lado, penetran cada vez más profundo en el cuerpo: a partir del siglo XVIII fueron medidas partes del cuerpo como cráneos o esqueletos, pero también órganos sexuales. Desde fines del siglo XIX, las “características inherentes” como sangre y genes dominaron las teorías.

 

Por otro lado, se radicalizan también las consecuencias sacadas de las ciencia racista. El diplomático francés Arthur de Gobineau habla de que las razas “superiores” tendrían que defenderse de las “razas inferiores”. En ningún lado experimentaron tan fuerte recepción el libro de Gobineau y su “mito ario” desde fines del siglo XIX como en Alemania.

 

El antisemitismo eliminador que se basó en esta teoría se alimentó de racismo “científico” y de la eugenesia basada en este. Del genocidio industrializado de los alemanes, del holocausto, fueron víctimas seis millones de judías y judíos, así como cientos de miles de sinti y roma. También la construcción de sociedades eslavas como “Untermenschen”vii con otros millones de muertos, se basa en esta teoría.

 

Así como el nacionalsocialismo y la Shoah no surgieron del vacío, sino de una tradición edificada por siglos de racismo, eugenesia y genocidio, no encontró el racismo su final con el nacionalsocialismo. Tampoco los aliados estaban libres de racismo.

 

Pensemos, por ejemplo, en la legislación “Jim Crow”viii, que fue válida hasta 1965, en el antisemitismo practicado estatalmente en la Unión Soviética bajo el mando  de  Stalin  o en el colonialismo británico y francés, que recién desde fines de los años 1950 sucumbió a la resistencia.

 

También más allá de 1945 y de los años de las declaraciones de independencia siguió el racismo siendo un sistema global muy poderoso. Hace tiempo (también mediante la biología) se probó que no hay un fundamento corporal en la división de los seres humanos en “razas”, pero el racismo continúa como creencia en la existencia de las “razas humanas” y para el aseguramiento de la white supremacy.

 

Suelo nutricio para violencia racista

 

Por una parte, el racismo se traduce como narración llena de  violencia  a la que la people of colour diariamente tienen que enfrentarse. “¿De dónde vienes?”, o: “pero tu hablas bien alemán” quiere decir para personas afroalemanas ante todo una cosa: “Aquí no perteneces”. Este es el suelo que permite que se propaguen la violencia verbal y física y obliga en la cotidianidad de la people of colour a un continuo estado de alerta frente a ataques racistas.

 

El famoso discurso “I have a dream” de Martin Luther King de 1963 se ha tornado en un elixir de vida para la resistencia negra contra la maafa como catástrofe y sus diversas manifestaciones de crisis. En medio de la crisis de aquella época, King invocó la posibilidad de que se pudiese transformar una “montaña de desesperación” en una “piedra de esperanza” para alcanzar la justicia.

 

Esta piedra, que nace en las brasas de la desesperación, no es una promesa de revolución pacífica. Ahí es mal entendido Martin Luther King por los blancos sistemáticamente. Su piedra de esperanza y el sueño que sostiene su discurso son un llamamiento para conseguir ese futuro luchando.

 

Todavía no ha llegado. Todavía no hay un derecho equitativo a votar, ni ingresos equitativos ni un sistema de salud equitativo. Mientras es claro que son más los negros que los blancos quienes mueren en Estados Unidos a consecuencia de la covid-19, George Floyd es asfixiado por un policía blanco allá. La violencia policial contra negros ni es nueva ni es rara.

 

Nuevo en el siglo XXI es, empero, que un presidente de los Estados Unidos se posicione de nuevo de forma abiertamente racista, en medio de una crisis en la que la población negra de EE.UU. de nuevo se ve traicionada por su país. Y así se transforma el racismo de configurador de crisis a un racismo en la crisis.

 

Como ya MeToo, MeTwo o Fridays for Future, Black Lives Matter se volvió un movimiento global. Al racismo catastrófico le espera una enorme crisis mundial. Ojalá se asfixie en ella.


 

i Al igual que el inglés el alemán tiene dos palabras para designar a las personas de “raza” negra. Schwarze es también la palabra corriente también para designar el color negro; Neger, por el contrario, es despectivo, aunque aparentemente en otra época fue muy extendido y se pueden hallar en diferentes obras literarias incluso del siglo XX. Michael Ende, más conocido por La historia sin fin (1979) y Momo (1973), en su premiado libro infantil Jim Knopf (1960) también usa la palabra.

 

ii Pippi Langstrump fue un personaje de los libros Astrid Lindgren, muy popular en Alemania también por las filmaciones. Nuevas ediciones han cambiado el nombre de un personaje eliminado con ello la palabra n.

 

iii RDA es la República Democrática Alemana, conocida en nuestro medio como Alemania Oriental o Alemania del Este, se trata de la Alemania que desapareció junto con el muro.

 

iv Heródoto (Historia) e Hipócrates (Aires, aguas y lugares), entre muchos otros (p.e. Aristóteles en La política VII, VI), empezaron a relacionar geografía y clima con el carácter de las personas y de las sociedades. Esto podría ser llamado “determinismo ambiental” en español, pero el nombre théorie des climats es el usual tanto en inglés como en francés y alemán. Ignoro el origen del término. Uno de los mayores popularizadores de esta teoría fue Montesquieu, aunque aparece también en Buffon, Hegel, Herder, Swift, Pope, etc. (cf. el artículo de M. Pinna “Un aperçu historique de ‘la théorie des climats’” en https://www.persee.fr/docAsPDF/geo_0003-4010_1989_num_98_547_20910.pdf y el artículo de Wikipedia https://fr.wikipedia.org/wiki/Th%C3%A9orie_des_climats)

 

v First Nations es el nombre dado en Canadá bien a los pueblos autóctonos, bien a sus dirigentes. Desde los años 80 del siglo pasado se usa este término en lugar de “indios”, considerado peyorativo e inexacto (cf. el artículo de Wikipedia https://fr.wikipedia. org/wiki/Premi%C3%A8res_Nations#cite_ref-gibson5_5-0). La autora usa este término para referirse a todos los pueblos aborígenes de América.

 

vi Scala naturae. Se representa a la naturaleza como una escala lineal de seres que va de lo más simple a lo complejo y superior.

 

vii Untermensch (subhombre) es lo contrario de Übermensch, el superhombre, y se pretende designar con ello todas las “razas” no arias (los no-nordatlánticos). Alfred Rosenberg es responsable de hablar de Untermenschen eslavos en su libro El mito del siglo XX (1930), pero la hostilidad con los eslavos tiene ya vieja data y no se reduce a las intenciones de absorber a Polonia.

 

viii Separación entre afroamericanos y blancos en EE.UU. (nota de la redacción del TAZ).



[1] El artículo fue originalmente publicado en el TAZ el 8 de julio de 2020 con el título “Geschichte des Rassismus: Das Machtsystem”. Susan Arndt es profesora de literatura inglesa en la Universidad de Bayreuth (Alemania), entre sus puntos fuertes de investigación está la literatura británica, africana y de las diásporas, así como el lenguaje, la discriminación y el empoderamiento en el campo de los estudios de género, estudios interseccionales e investigaciones sobre el racismo.