ARTÍCULO DE REFLEXIÓN                                                                       

Recibido: 28/10/2023

Aprobado: 9/11/2023

 

 

Una mirada a la población de Pasto desde el lente decimonónico de José Manuel Restrepo.

A Glimpse at the Population of Pasto through the Nineteenth-century Lens of José Manuel Restrepo.

Mónica Patricia Solís Urbano

Licenciada en Ciencias Sociales Especialista en Estudios Latinoamericanos Universidad de Nariño.

Magíster en Historia Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín.

Email: monicapatriciasolis@gmail.com

Edgar Andrés Vallejo Erazo

Licenciado en Ciencias Sociales Universidad de Nariño Maestrante en Estudios Latinoamericanos Centro de Estudios e Investigaciones LatinoamericanasCEILAT, Universidad de Nariño

Email: evalleer@banrep. gov.co

 

DOI: https://doi.org/10.22267/rceilat.235253.118

 

Resumen:

La historiografía decimonónica en Colombia tuvo entre otros objetivos legitimar el proyecto de estado-nación nacido del proceso independentista de principios de siglo XIX. Para tal fin, se construyeron discursivamente representaciones y caracterizaciones tanto positivas como negativas de las regiones y poblaciones que componen el país, ello teniendo en cuenta su adhesión o rechazo al proyecto Republicano. Entre las negativas se halla la impuesta a la población de Pasto, territorio realista en gran parte del periodo independentista. Esta caracterización definía a sus habitantes como bárbaros, irracionales y fanáticos.

El presente artículo busca reconstruir dicha tipificación situándola en uno de sus contextos historiográficos de origen. Para tal fin se procede a analizar la representación dada a los pastusos a través de la obra “Historia de la Revolución de la República de Colombia” de José Manuel Restrepo, cuna de aquella caracterización.

Palabras clave: José Manuel Restrepo; Historia de la Revolución; Historiografía colombiana; Pasto; realismo.

 

 

Abstract:

Nineteenth-century historiography in Colombia had, among its objectives, the legitimization of the nation-state project born from the early 19th-century independence process. To achieve this, discursive representations and characterizations, both positive and negative, were constructed for the regions and populations that make up the country, taking into account their adherence to or rejection of the Republican project. Among the negative characterizations was the one imposed on the population of Pasto, a largely realist territory during much of the independence period. This characterization defined its inhabitants as barbaric, irrational, and fanatical.

This article aims to reconstruct this typification by situating it within one of its original historiographical contexts. To this end, we analyze the representation of the people of Pasto in the work “History of the Revolution of the Republic of Colombia” by José Manuel Restrepo, the cradle of that characterization.

Keywords: José Manuel Restrepo; History of the Revolution; Colombian historiography; Pasto; realism.

 

 


Hay que explicar que, por Pasto, nuestros connacionales entendían la región situada al sur del río Mayo; y nuestros vecinos del Ecuador la misma región agregándole la provincia ecuatoriana del Carchi. El término pastuso se convirtió en un sambenito para todos los moradores de esa venturosa región. Alrededor de ese gentilicio se tejieron las más ruines leyendas y se fabricaron los chistes más perversos. Los mismos que alguna vez comieron nuestro pan, nos denostaron luego con las invenciones más innobles. Sergio Elías Ortiz (1948, p. VII)

 

Introducción:

Según expone Melo (1996) el devenir de la historiografía colombiana puede periodizarse a partir de cuatro fases; en primer lugar, una temprana de crónicas militares y misionales elaboradas por testigos presenciales (Siglo XVI-Siglo XVII). Una posterior, ubicada desde de la época pos-independentista (Siglo XIX) la cual tiene por objetivo enaltecer a los héroes y prohombres que contribuyeron a la formación del nuevo estado-nación y, que, remite al inicio de la escritura historiográfica propiamente hablando en Colombia.


Una tercera, concerniente a la instauración de un canon oficial de escritura a cargo de Academia Colombiana de Historia (1902-en adelante). Y, por último, una cuarta, abanderada por la historia universitaria que, de la mano de la profesionalización de la disciplina, dejaría atrás los modelos positivistas e historicistas para incursionar en enfoques próximos a lo cultural, lo social y lo económico (década de los sesenta).

Pertenecientes a la segunda fase mencionada se hallan los trabajos publicados en el siglo XIX, por José Manuel Restrepo, José María Groot, Joaquín de Acosta y José Antonio de Plaza, entre otros, los cuales instauraron una memoria oficial del pasado nacional, además de ser pieza esencial en la conformación del modelo hegemónico de interpretación y escritura histórica durante aquel siglo y mediados del consecuente.

La historiografía de corte decimonónico a la vez que redujo “la historia colombiana al recuentro cronológico de las actividades administrativas, políticas y militares” (Gonzáles Ortega, 2013, p. 69) proyectó una visión predominantemente católica y conservadora del pasado histórico colombiano. Dicha visión buscaba homogenizar la amplia y extensa heterogeneidad identitaria nacional, la cual dificultaba el reconocimiento y legitimación interna de aquella “comunidad imaginada”.

Para tal fin, se construyeron discursivamente caracterizaciones tanto positivas como negativas de las regiones y poblaciones que componen el país, ello teniendo en cuenta su adhesión o rechazo al proyecto Republicano. Aquellas tipificaciones se estructuraban sobre una determinada serie de binomios interpretativos: en primer lugar, una distinción moral de la historia reciente de la República, que glorificaba a aquellos actores (héroes) y comunidades que habían luchado en contra del dominio español en suelo americano, y, que juzgaba como su antítesis a aquellos que se habían opuesto al movimiento patriótico. En segundo lugar, una distinción generalmente geográfico-racial, que caracterizaba a las poblaciones blancas y los territorios del altiplano como entidades más propensas a la civilidad, contrario a aquellas comunidades mestizas, indígenas y afro de los territorios periféricos, las cuales, en el espectro interpretativo de aquel binomio, se hallaban más cercanas a la barbarie, irracionalidad y fanatismo (Múnera, 2005). Finalmente, una distinción político-ideológica, la cual a la vez que premiaba a aquellos que se adscribían al proyecto conservador, centralista y católico, castigaba discursivamente a los que no se reconocían en él (Ghotme Ghotme, 2007; Rodríguez Sánchez, 2009).

Una de dichas tipificaciones negativas, es la referida a la población pastusa, comunidad ubicada al sur occidente colombiano, en el actual departamento de Nariño, la cual quedó inscrita en la historia decimonónica como un baluarte realista, anti libertario, fanático, ultra católico, bárbaro e irracional. Todo ello a causa de su adscripción a la defensa de la monarquía española, en época independentista1, como también de su accidentada vinculación al estado-nación posterior a la época de revolución.

El interés investigativo por dar respuesta a esta caracterización no es reciente. En el contexto regional, este objeto de estudio ha sido uno los principales móviles que ha contribuido al desarrollo de la historiografía pastusa y nariñense desde finales del siglo XIX hasta gran parte del siglo. Los enfoques investigativos e interpretativos que la han abordado han sido muy variados. Sin embargo, el grueso de aquellas investigaciones se ha centrado en la explicación y legitimación histórica del origen del realismo pastuso, como también en desmentir los yerros que traía consigo esta tipología, a la vez que se proponían construir una resignificación de la región en el entramado histórico nacional.

El presente trabajo no busca ampliar dicha bibliografía ya de por extensa, tiene como propósito indagar en un campo de investigación poco explorado en la región, como lo es el relacionado al análisis de aquella tipificación. Dado que dicha caracterización generalmente ha sido abordada como una configuración ahistórica que no ha mutado, ni se ha sedimentado con nuevos matices en el tiempo2, se ve necesario analizarla a partir de su propia historicidad, la cual responde a un “contexto de producción” determinado y particular.

Dicho “contexto de producción” refiere a todos aquellos factores que influyeron y posibilitaron la emergencia de una determinada obra en el tiempo; es decir, acontecimientos sociales y políticos, condiciones económicas, circulación de ideas e ideologías las cuales preexisten o son transversales a la actividad intelectual. Para el campo de la historiografía este también ha sido determinado por una serie de condiciones epistemológicas e institucionales que legitimaban y le daban veracidad a lo escrito, estas hacían parte del “Lugar Social” de la operación historiográfica que De Certeau (2010) ampliamente ha teorizado.

En ese orden de ideas, este trabajo se propone analizar una de las primeras versiones escritas de la tipificación negativa de los pastusos, la construida desde la “Historia de la Revolución de la República de Colombia” (HRRC) escrita por José Manuel Restrepo, obra cuna de la escritura de la historia en el país.

Para ello, se estudia dicha obra como un acto comunicativo que responde a una pragmática específica que le otorga sentido y significado. Para su análisis se toma como base los siguientes criterios de la teoría de la comunicación aplicados a la investigación historiográfica: “1) Que la comprensión del sentido de un enunciado se haga contextualmente [...] 2) Que la referencia (aquello de lo que se habla) se entienda como una descripción que depende de la cultura en su conjunto” (Mendiola y Zermeño, 1998, p. 198). Y a partir de ellos, se realiza un análisis contextual de la tipificación mencionada.

 

Pasto. Del decurso histórico hacia la escritura historiográfica

La caracterización del pastuso, como aquel “hombre torpe, confiado, sin malicia, simple, elemental y por lo tanto su rol básico enuncia torpeza y objeto de utilización” (Caicedo, 1997, p. 210) fue una de las principales tipificaciones que circuló en el imaginario nacional colombiano entre el siglo XIX y mediados del XX. Esta tiene una raíz histórica que articula una significación político-racial desde la cual emergen las marcas culturales que se tornaron constitutivas de su identidad.

Las causas de su surgimiento se retrotraen a procesos de larga duración, más detalladamente a la conformación de la  memoria  nacional  que,  desde la visión de los patriotas vencedores juzgaba el accionar pastuso en la Independencia como una conducta social inexplicable y reprochable:

El sentimiento agrio surgido alrededor del conflicto histórico contra el pastuso, racionalizado  en  tiempos de guerra, agenciado por algunos dirigentes e incomprendido por el resto de la población colombiana, a la cual la historia nacional nunca le informó ni le ha informado suficientemente sobre las verdaderas causas que explican la, en apariencia ilógica y absurda, actitud del pastuso ante la coyunda española, va cimentando en la conciencia profunda del colectivo nacional, la homologación semántica entre el gentilicio y una actitud mental, que está muy lejos de ser real. (Caicedo 1997, pp. 212-213)

El retrato de Pasto a través de la escritura de la historia en Colombia tiene su génesis en el papel jugado por dicha comunidad en los procesos de Independencia. Los acontecimientos en que se ve envuelta la población, junto a su postura realista (generalizada por la misma historiografía decimonónica) determinaron las características socioculturales que se le asignaba. Como expone Gutiérrez Ramos (2007)

La actuación de los habitantes de la provincia de Pasto en las guerras de Independencia ha sido vista por la historiografía nacionalista colombiana como una anomalía  a  causa  de su lealtad obstinada a la monarquía española. La representación de los pastusos como enemigos de la Independencia comenzó a construirse tempranamente en  el  ámbito de la ideología Republicana, y se fue consolidando hasta degenerar en un solapado desprecio nacional que se expresa a través de chistes y chacotas que ponen en duda la inteligencia de los habitantes de Pasto y subrayan, en cambio, su ingenuidad y rudeza. (p. 153)

Según el autor las manifestaciones tempranas de este rechazo comenzaron a registrarse en los documentos pertenecientes al Cabildo de Pasto, con motivo de los ofrecimientos de la Junta de Popayán para vincularlos a su órbita política. A mediados de 1812, después de prometer restituir a Pasto su dignidad y esplendor, ya hablaban de la necesidad de gobernar con dureza a unas gentes estúpidas que necesitan ser manejadas con mano de hierro; y muy poco después trataban a los pastusos de “pueblo estúpido, perjuro e ingrato”, digno de ser “como el Pueblo Judío, entregado al saqueo y a las llamas”, mientras que Pasto era calificada de “ciudad inicua, infame y criminal” merecedora de ser “reducida a cenizas”. (Gutiérrez Ramos, 2007, p. 153)

Esta caracterización continuó nutriéndose en todo el decurso de las campañas independentistas de este sur (1812-1824) a causa de la constante actitud realista de los coterráneos. Según refiere Gutiérrez Ramos (2007) desde 1813, en la respuesta dada por los patriotas al fusilamiento del presidente de la Junta de Popayán, Joaquín Caicedo y Cuero, y del comandante Alejandro Macaulay en enero de 1813, los republicanos “no hicieron más que repetir la misma cantilena del salvajismo, la brutalidad, la estupidez y el fanatismo religioso de los pastusos, justificando con ello su propia brutalidad al invadir el territorio y reprimir las sublevaciones de Pasto” (p. 154). Las guerras civiles y las sublevaciones regionales y locales que precedieron a la Independencia tal como expone Montenegro (2002) solo reforzaron aquella tipificación ya creada.

Connotarle a la población las características anteriormente mencionadas correspondía a un acto punitivo, que buscaba “zaherir una conducta social, inexplicable para el conjunto político oficial” (Caicedo, 1997,  p.  90).  Esta, al no  ser  posible  condenarla  desde el ejercicio de la ley se hizo efectiva desde la dimensión discursiva, la cual permanentemente buscaba revivir en la memoria nacional las afrentas a la patria cometidas por aquellos connacionales. Una de las primeras obras que se enmarca en aquella interpretación fue la “Historia de la Revolución de la República de Colombia” de José Manuel Restrepo.

 

La historia de la revolución de Colombia. Vigencia hegemónica de una visión patriótica.

Como expone Cardona Zuluaga (2014) “la escritura de una historia Republicana, cuyo objeto fueron los sucesos de la Independencia, se inició con el libro del abogado José Manuel Restrepo (1781-1863) “Historia de la Revolución de la República de Colombia” (p. 223). Producido en un contexto donde era imperativo cuestionarse sobre los orígenes de la identidad nacional correspondiente a la reciente erigida República colombiana, el trabajo de Restrepo construyó un pasado común que justificó y legitimó la conformación del estado naciente.


En 1827 el Secretario del Interior y de Justicia de la República de Colombia, José Manuel Restrepo, publicó una historia de la Independencia de su país. Había completado el manuscrito a mediados de 1825, pero la corrección de pruebas y la impresión de los 11 volúmenes tardaron dos años en París [...] Restrepo renunció a la secretaria en 1830 y durante las siguientes dos décadas continuó sus investigaciones históricas, culminadas en 1858 con una segunda edición. El historiador corrigió su publicación de 1827 y agregó dos partes: la historia de la revolución de Venezuela y la de la unión colombiana desde 1819 a hasta su disolución en 1830. (Mejía, 2007, p. 1)

 

La obra no solo se apoyaba en fuentes testimoniales, entre ellas su “Diario Político” (Restrepo, 1957) sino que se contraponía a una vasta documentación oficial y epistolar que el autor había recopilado. A partir de la triangulación de estas fuentes, el autor se propuso construir una historia objetiva de lo narrado. Sin embargo, esta pretensión “no impide que Restrepo haya visto su obra como una tarea patriótica, ni que sus juicios, pese a sus reservas y a su indudable espíritu crítico, estuvieran marcados por un vivo entusiasmo por la obra de la revolución” (Melo, 1996, p. 17). Ello, en parte se debe al contexto de producción de su trabajo, dado que responde a una inseparable visión política de la historia:

 

Restrepo, Acosta, Plaza y Groot adoptaron, en grado diverso, los principales criterios ideológicos y metodológicos que conformaban la historiografía europea de los siglos XVIII y XIX, y los transfirieron a la escritura de sus textos. De hecho, la creencia de que la historia debía tener una función edificante(didáctica), moral (cristiana) y ejemplar (patriótica) condujo a estos historiadores colombianos a acentuar en sus textos la ideología Republicana decimonónica (catolicismo y patriotismo). (Gonzáles Ortega, 2013, p. 58)

 

Aquel tipo de escritos se sustentaban sobre una clara influencia ilustrada, la cual encaminó el estudio de los acontecimientos históricos hacia la justificación del proyecto republicano.

 

Cabe recordar que, en este periodo de tiempo, el pasado, gracias al surgimiento del historicismo alemán, adquiere historicidad. Vaciando toda experiencia preexistente que lo componía, se deja atrás una justificación natural o religiosa del devenir temporal, como solía pensarse antes de la época ilustrada. Como refiere Schmidt (2009) solo a la luz del pasado y la conciencia de una causalidad histórica se podría explicar la conformación de aquellos estados que empezaban a emerger, ya que el historicismo había resituado al acontecimiento categorizándolo como fenómeno propiamente humano, siendo un resultado exclusivo de la razón humana concebida como histórica y cambiante.

 

La historia en ese caso se constituía como uno de los discursos que daba causalidad y vigencia al pasado. Ella se erigía como un referente necesario para el desarrollo de lo presente y la configuración del futuro, que en el caso de Restrepo remitía a la consolidación y defensa de la nueva República. Los escritos históricos no podían separar su interpretación de lo acontecido del clima político imperante.

 

La formación recibida en el Colegio de San Bartolomé, junto con su estrecha amistad con Francisco José de Caldas, permitieron que Restrepo recepcionase el clima intelectual ilustrado e historicista que circulaba por América a finales del siglo XVIII (Mejía, 2007). Con aquella moldura intelectual se materializó una historia con una visión política, que, hacía primar la defensa de las nuevas instituciones, en contra del oscurantismo que, según el pensamiento liberal, se había mantenido con el dominio español en América. Téngase en cuenta que la Independencia, como sucede en el desarrollo de las historiografías latinoamericanas liberales pos-independentistas, se constituye como el único pasado necesario para fundamentar las nacientes repúblicas, lo colonial al representar el antiguo régimen tiende a negarse (Rivas, 1996).

Para Betancourt Mendieta (2007)

 

El relato de Restrepo se circunscribió a una función política de las interpretaciones del pasado y demuestra como la escritura de la historia sirvió en el contexto colombiano para la justificación de la acción política y los trazos que se anhelaba para el futuro de la República. El interés político evidente en la construcción narrativa de José Manuel Restrepo determinó también el papel que se le otorgó a los ejercicios de escritura de la historia. Prevalece aquí el convencimiento de que la historia es una guía para el accionar humano con base en la cual se puede trazar el futuro de la República. (p. 32)

 

Su interpretación unívoca negaba la existencia de verdades particulares, dado que la conformación de su pensamiento impedía una consciencia de la historicidad misma de su producción3. En aquel orden de ideas, Restrepo desarrolló una historia moral que juzgaba lo acontecido sobre un lente netamente patriótico. Su aproximación histórica exponía como erróneo todo hecho que se escapase o alejase de aquel marco, en otras palabras “los criterios interpretativos de Restrepo se convirtieron en factores de exclusión de un núcleo bastante amplio de la población movilizada durante las guerras” (Betancourt Mendieta, 2007, p. 33).

Los otros actores de su historia se piensan a partir de un sujeto arquetípico, es decir, “el pueblo de los criollos blancos que conformaron una pequeña parte de más ilustración, que tenían algunas riquezas y bastante influjo y que esperaba que el resto seguiría sus pasos, luego que estallase el movimiento revolucionario” (Betancourt Mendieta, 2007, p. 33). Por ende, no es extraño que Restrepo, además de abogar por la defensa de la República desarrollase una “animadversión a lo que él llamaba ‘las anomalías’ que registró con desagrado, como las aspiraciones de carácter federalista o la oposición y los obstáculos que representaron las regiones al sur de la nueva granada para los proyectos independentistas” (Betancourt Mendieta, 2007, p. 30). Tomando como referente aquel criterio se juzgaba al resto del territorio nacional. Siendo ejemplo de su crítica las poblaciones de Pasto, Patía y Santa Marta.

La visión impuesta a estas regiones fue el marco de referencia de la historiografía colombiana por un periodo extenso de tiempo. La representación que se construía de estas comunidades o regiones instauraba un cierto tipo de identidad tipificada sobre los cánones ilustrados, patrióticos y deterministas.

 

Pasto entre pasiones y preocupaciones

No se puede establecer que, en la HRRC de Restrepo, Pasto  sea  el  eje de los acontecimientos relatados. Su incorporación narrativa en la obra radica en el papel que desempeñaron los pastusos en los sucesos producidos en la conformación de la República, siendo un actor secundario en la trama patriótica que giraba en torno a los héroes nacionales.

Si se tomase el estudio del enunciado que propone Barthes (1967) todo discurso histórico puede descomponerse en unidades de contenido que estructuran y guían la narración  de un texto. Para el caso de la obra de Restrepo, estas unidades ubican el eje compositivo en la Independencia. Tanto en los sucesos antecesores, es decir, las causas directas que posibilitaron la emergencia de la revolución, como también en los que se desarrollaron en el decurso de las gestas de liberación y finalmente en las nuevas instituciones y el orden político-económico que se conformaron después de la victoria patriótica.

En Restrepo, los sucesos narrados que antecedieron en causalidad directa a la Independencia, remiten a procesos de levantamientos comuneros a partir de 1780, específicamente los realizados en contra de los estancos de tabaco y aguardiente, y en contra el derecho de armada de Barlovento, al norte del territorio. La mayor parte de los primeros capítulos de su extensa obra abordan dichos acontecimientos. Es en aquellos capítulos donde mora una primera alusión a este sur. En unos cuantos párrafos menciona un levantamiento similar en Pasto, que fue aplacado muy rápidamente (Restrepo, 1827a). Más adelante se vuelve a nombrar la provincia retomando la sublevación de los Hermanos Rodríguez Clavijo, relatando lo acontecido como un hecho igualmente atribuible a esos movimientos políticos pre independentistas4.

 

La mención de Pasto era parte de uno de los tantos argumentos anecdóticos que buscaban ejemplificar el clima ideológico que según Restrepo se evidenciaba en aquel siglo. El autor encadenó enunciativamente dichos acontecimientos  al  metarelato  que se estaba construyendo en el cuerpo completo de su publicación.

Lo anterior remite al orden de la enunciación. Para construir un discurso encaminado en hacer explícita aquella unidad temática fundamental, se evidencia la utilización de una serie de “Shifters” u organizadores del discurso, que crean una trama coherente de acontecimientos, la cual tiene el propósito en este caso de conectar los eventos ocurridos en el norte del territorio en una aparente sincronía con los desarrollados en el sur, haciendo explícita, una misma causalidad. En palabras de Gonzáles Ortega (2013) los Shifters “fueron usados convencionalmente por historiadores decimonónicos para coser en el discurso la narración de los sucesos ocurridos en diferentes tiempos y lugares, facilitando así el avance de la enunciación histórica” (p. 65).

El uso de shifters implica en parte una instrumentalización de los acontecimientos en pro de un interés argumentativo mayor, que en la obra de Restrepo se enunciaba con una función predictiva. El historiador, previamente conociendo el desencadenamiento de los acontecimientos, los encauza a nivel narrativo, con el fin de legitimar el nuevo orden político de la República. Los únicos eventos que tienen cualidad de ser históricos son los que tienen utilidad para la defensa y unión nacional.


A partir de ello, se entiende que Pasto en el entramado narrativo completo, solo se hace presente en tanto los sucesos de este sur influyan en el decurso de la Independencia. El resto de su historia se escapa de lo memorable o necesario. La ciudad como sus pobladores son visibles porque eran unidades “existentes” (Barthes, 1967) que componían la unidad temática en general; es decir, desde las cuales se desarrolla la trama argumentativa.

La delimitación selectiva de los acontecimientos se evidencia también en el efecto que los organizadores del discurso desembocan cuando se yuxtapone el “tiempo de la historia” y el “tiempo del discurso”, lo que Barthes (1967) denominaría “la aceleración de la historia”. En ella un número igual de páginas cubre lapsos de tiempo variados, dándole mayor prioridad argumentativa a los acontecimientos más cercanos a la unidad temática y sus existentes principales. Un ejemplo de lo mencionado se evidencia en el primer capítulo de la HRRC, el cual Registra casi 100 años de eventos políticos y militares referentes a Nueva Granada (de principios del siglo XVIII hasta 1808), mientras que los otros 41 capítulos que componen en los cuatro tomos [...] cubren solo 24 años de sucesos históricos (de 1808 a 1832). (González Ortega, 2013, p. 61).

En tal caso, la historia narrada sobre estas regiones fue resumida y compactada, gracias a esta aceleración de la historia.

Ahora bien, a pesar de las pocas alusiones a Pasto, se evidencia  un peso narrativo interesante que recae en dicha población. El autor retoma este territorio como uno de los actores antagónicos (como lo son también Santa Marta y Patía) esenciales para justificar el accionar de los héroes y el ejército patriota en su narración. La  visión que da el autor sobre su actuación y móviles políticos daría la posibilidad discursiva para reafirmar el binomio moral anteriormente establecido: el de los buenos patriotas que traían consigo la libertad y la civilidad frente a los ignorantes realistas enemigos de la misma.

Para Colmenares (1986) la obra de Restrepo está basada en órdenes superpuestos de tensiones internas, los cuales guiaban el curso que la narración iba perfilando. Dichas tensiones implicaban un tipo de discurso, en el que su autor no se limitaba a realizar una descripción de lo sucedido, sino que agudizaba su mirada como juez moral y político de lo pasado. El historiador tomaba partido en el decurso histórico de dichas tensiones, puesto que se legitimaba como una voz proyectada desde la veracidad. En ello, abogaba por la defensa y permanencia de la institución que representaba, demonizando todo tipo de oposición. En ese orden de ideas, Pasto era percibido como un obstáculo, una anomalía en la conformación de aquel proyecto, la cual debía ser expurgada en el ejercicio de la memoria y la escritura de la historia.

Sobre estas tensiones y binomios es posible identificar la caracterización implícita que se hace de Pasto, dado que el autor no se limita a presentar una cronología escueta de lo ocurrido en el proceso de Independencia, en realidad su narración  se  acompaña de comentarios y juicios de valor, lo que Barthes (1967) denominaría una “historia estratégica”, la cual enuncia la posición ideológica del historiador.

Restrepo emplea reiteradamente “los temas ‘clase superior’ o ‘ilustrados’, ‘clase inferior’ o ‘pueblo’, y ‘esclavos africanos’ para referirse respectivamente a las personas del grupo social del historiador, a los pobres y analfabetos, y a los indígenas y negros” (González Ortega 2013, pp. 66-67). A la vez utiliza las adhesiones políticas (patriotas y realistas) como tipificadores de la población. A partir de ello, el autor define cada tema, sobre la contraposición de su otro y sobre la construcción de entimemas que generalizan a las masas de actores secundarios. En tal caso, desde los primeros tomos, el pastuso se expone como un entimema que lo convierte en sinónimo y característica de lo que constituye el ser realista.

Entre el tomo I al tomo III, de la edición de 1827, si bien las alusiones a los pastusos no son recurrentes si se implicita este peso calificativo. A pesar de no presentarse una definición explícita del “realista”, esta se da tácitamente, ya sea por correlación creada entre párrafos seguidos donde a estas poblaciones se las nombra en principio por su gentilicio, posteriormente se los llama enemigos de la revolución y más adelante se refiere a las mismas como “realistas”, proyectando, a partir de los Shifters utilizados, una correlación entre dichos adjetivos.

Tras la batalla desarrollada en las cercanías de Pasto contra las tropas quiteñas a cargo de Manuel Zambrano y Francisco Javier de Ascázubi (1809)5 un adjetivo que comenzó a utilizarse para remitirse a los pastusos era el de realistas:

Apénas se había recibido cuando llegó á Quito la  noticia  de  haber sido derrotada la expedicion contra Pasto. Ciento cuarenta hombres que guarnecían el paso de Tunes con tres cañones, catorce fusiles, pistolas y lanzas, se dejaron sorprender por los pastuzos mandados por Don Miguel Nieto Polo, que pasaron el Guaytara á nado en número de doscientos hombres, de los cuales treinta y cinco eran fusileros: los de Quito pusieron bandera blanca al acercarse los primeros é intimándoles los pastuzos la rendición, aquellos les hicieron un tiro con tres cañones, y algunos fusiles. Sin embargo, los pastuzos atacaron á los quiteños y cogieron más de cien prisioneros, tres oficiales,  y  todas las armas y artillería, matando unos pocos soldados. Con esta derrota un pánico terror se apoderó de las tropas, que fueron perseguidas y dispersas por los realistas, cayendo prisionero Ascasubi en la fuga, y salvándose Sambrano con otros pocos. (Restrepo, 1827a, p. 135)

 

Restrepo (1827a) resitúa este suceso como una de las primeras derrotas que se registran en la campaña independentista. En su narración el autor establecía un orden predictivo frente a esta derrota, con la cual manifestaba discursivamente los futuros impasses y problemas que traería consigo esta población tanto en la primera como en la segunda República. Siendo entonces la antesala para que los pastusos fuesen inscritos en la narración como enemigos de la revolución.

El ser enemigos declarados guiará la tipificación que les da Restrepo en su Historia. La narración de los enfrentamientos bélicos revela esa historia estratégica, dado que la interpretación atribuida hacia los pastusos está siempre mediada por apelativos negativos y una reiterada negación de su experiencia. Toda acción ya sea en victoria o en derrota es juzgada, ya que se contrapone a aquel proyecto político que defendía el autor y que estructuraba su temática personal. Obsérvese lo anterior tomando en cuenta la incursión de Alejandro Macaulay en Pasto (1812).

El comandante militar estadounidense Alejandro Macaulay, mientras ejercía como Jefe Superior de la defensa militar de la ciudad de Popayán, fue designado como líder de una expedición cuyo objetivo era tomar la ciudad de Pasto y liberar al presidente de la junta de Popayán, Joaquín de Cayzedo, quien se encontraba prisionero de las fuerzas realistas. En las cercanías de Pasto, Macaulay acordó con las fuerzas realistas la liberación de Cayzedo, acompañado de alrededor de trescientos sesenta soldados también prisioneros, a cambio de que la ciudad no fuese atacada y se restableciese el comercio con Popayán. Este acuerdo se materializó el 26 de julio de 1812. Sin embargo, al recibir noticias sobre el avance de tropas patriotas procedentes de Quito, Macaulay decidió unirse a ellas con el propósito de pacificar la ciudad de Pasto. El 13 de agosto, fue interceptado por las fuerzas realistas, lo que lo llevó a reconsiderar su decisión y regresar a Popayán. En su camino de regreso, se enfrentó nuevamente a las tropas realistas, quienes lo apresaron junto a Cayzedo por considerar que había incumplido el acuerdo previo. El 12 de diciembre de 1812, estos prisioneros fueron ejecutados por orden de Toribio Montes, quien ocupaba el cargo de presidente de la Real Audiencia de Quito (Zúñiga Erazo, 2023).

 

Para Restrepo (1827b) la derrota patriótica relatada es producto, de los fraudes y malas jugadas de aquellos pastusos que no tienen valor en batalla o que no lo reconocen. Y es que después de planteado un armisticio, con el objetivo fundamental de canjear prisioneros de bando y bando:

 

Macaulay suspendió el ataque, y mientras aguardaba la respuesta de la Junta debía retirarse á alguna distancia de Pasto según sus capitulaciones. Entretanto supo por conductos seguros que los pastusos obraban de mala fé y que trataban de hecharse sobre su campo (Restrepo, 1827b, p. 152)

 

A partir de este tipo de narraciones se definió una de las características más difundidas de la tipificación; la de ser guerreros violentos, propensos a las trampas y a los fraudes, el ser traidores a los cuales no puede brindárseles ningún tipo de confianza.

 

En capítulos siguientes el autor increpa los valores militares de los pastusos, implicando de fondo una moralidad cuestionable. Al respecto mencionaba que estos, si bien son aguerridos, no reconocían ni guía, ni liderazgo, iban a la guerra no por una causa mayor que no fuese la de sus intereses propios; Cuando narraba lo acontecido en torno a la Batalla de Juanambú, un enfrentamiento  desarrollado  desde el 12 al 28 de abril de 1814, entre las tropas realistas asentadas en Pasto y comandadas por el español Melchor Aymerich contra la incursión de las tropas patriotas de Cundinamarca al mando del general Antonio Nariño, las cuales resultaron victoriosas (López Álvarez, 1914; Riaño, 1965), Restrepo (1827c) narraba que el general Melchor Aymerich al reconocerse sitiado había procurado una retirada a la hacienda Pajajoy: romper el puente de Buesaco, esperar municiones que debían traerle de Pasto, atacar á Virgo ántes que pasara el Juanambú el resto del egército; pero los pastuzos que bajo de todo gobierno han hecho siempre su voluntad, sin obedecerle, siguiéron á Pasto, á donde arribáron la misma noche. (pp. 182-183)


Aquel acontecimiento es para Restrepo, producto entre otras cosas del egoísmo, ignorancia y falta de confiabilidad de los pastusos, que según su narración no reconocen ni a sus propios aliados. Aún en las victorias de los realistas, Restrepo no reconoce ni la estrategia, ni el ingenio militar del enemigo.

 

Ahora bien, si desde los inicios de la obra se establece la correlación de sinónimos entre enemigo, realista y pastuso, solo en la narración de la Campaña del Sur liderada por Antonio Nariño se da una caracterización explícita de la ciudad y sus pobladores, cuando el peso enunciativo de dicha correlación se había hecho evidente en la narración previa, lo que no hace sorprendente sino previsible, en la lectura de la misma, que estos enemigos posean las características que se mencionaban. En otras palabras, la posibilidad de legitimidad de esta descripción, se hallaba en aquel entimema que se fue esbozando en los tomos precedentes:

 

Esta ciudad y los pueblos de la demarcación de su cantón capitular continuaba siendo terribles enemigos de los Republicanos. Ocupados algunos en las manufacturas, y la mayor parte en la agricultura tenían la robustez que da esta profesión, sobre todo en las cimas elevadas de los Andes occidentales que habitan. Los pastusos se habían decidido desde el principio abiertamente por el rey y contra los patriotas de Popayán; decisión que se fortaleció después con el gusto que tomaron al desórden, al robo y al pillaje. Los hombres guardaban en su casa el fusil, y el día que los llamaban á pelear por la defensa de sus hogares, todos eran soldados, y se mantenían á su costa. Más  era  difícil  sacarlos de sus casas para hacer la guerra en otro país; muy pronto se desertaba la mayor parte, regresando á su tierra natal. Si los pastusos hubieran combatido á favor de la libertad, ellos por su firmeza imperturbable podrían haberse comparado á los Suizos que Guillermo Tell condujo á la victoria; pero habiendo prodigado su sangre y los más penosos sacrificios para sostener el imperio vacilante y absoluto de Fernando VII, el restaurador de la inquisición, es decir por remachar las cadenas de su esclavitud y su ignorancia (Restrepo, 1827c, pp. 164-165)

 

Restrepo concluye esta caracterización con una sentencia relacionada a la implicación que tendría su actitud política en la memoria histórica nacional: “si Pasto sobrevive á la guerra de la Independencia, sus últimos nietos tendrán que avergonzarse del fanatismo y obcecación de sus mayores” (Restrepo, 1827c, pp. 165). Para Álvarez Hoyos (2007) este paso villanesco a la historia patria legaría una marca cultural que mantuvo una presencia directa en el espacio de experiencia de la población pastusa desde el siglo XIX hasta el gran parte del siglo XX. Su propósito, contrarrestar en el ejercicio de las letras aquella caracterización ya conformada.

 

De lo expuesto hasta el momento, es posible sustraer el esquema descriptivo que Restrepo utilizaba. Este se estructura desde la concepción de “implacables enemigos” (Restrepo, 2009, p. 192): Los pastusos son enemigos al declararse en contraposición abierta a los intereses patrióticos, por tanto, son percibidos como realistas. Las causas que defienden, si bien se adhieren a la defensa de la monarquía, sus motivaciones responden también a intereses netamente personales, dado que ni respetan ni obedecen a los militares espaúoles que los comandan. La procedencia de este realismo se explica por la conformación socio-antropológica de la comunidad: en parte, un país dominado por el fanatismo religioso, que convierte a sus pobladores en “masas” serviles y fácilmente influenciables, y, por otra parte, una irracionalidad que es constitutiva en dicha población  y que se revela por la composición demográfica de la zona, una sociedad principalmente indígena.

 

Recuérdese que tanto dicho historiador, como “Acosta, Plaza y Groot, adoptaron algunos de los principales criterios ideológicos de la historiografía decimonónica, entre ellos el imperativo racial de que los indios eran culturalmente inferiores a los europeos y criollos republicanos” (Gonzáles Ortega, 2013, p. 58).

 

De este esquema se profundizarán dos componentes específicos: el primero correspondiente a la negación de la experiencia del otro realista, conllevando a tachar de ignorantes a estas poblaciones, y el segundo, relacionado con las pasiones y las preocupaciones de la población y el clero, un rasgo interpretativo básico en los juicios morales del autor.

 

Pregunta Colmenares (1986) “¿De dónde procede esta autoridad, al parecer incontrastable de la Historia de la Revolución?” (p. 10). Entre otras cosas de una serie de factores fundamentales que la envuelven en un “aura de prestigio y ha terminado por paralizar todo sentido crítico” (Colmenares 1986, p. 10). Esta autoridad y legitimación parte en primer lugar de su posición política. El ser ministro de gobierno y por tanto representante del orden político legitimado le otorgaba cierto tipo de credibilidad en la narración de los acontecimientos históricos. En segundo lugar, la  documentación  a  la  que  accede. Al trabajar en el  gobierno  adquiere un acceso privilegiado a la revisión y adquisición de documentos relevantes y hasta ese momento inéditos. Como menciona Colmenares (1986) “Por el hecho de vivir entre acontecimientos y personajes extraordinarios no tenía por qué darles un sentido especial. Historia vivida, historia construida, son dos cosas muy diferentes. Restrepo mismo prefería identificar su  Historia  con los documentos” (Colmenares, 1986, p. 10). Y, por último, la  legitimación de lo narrado se daba también por la remisión permanente al testimonio de Simón Bolívar, principal fuente para contar lo acaecido. Por la implicación directa a nuestro objeto de estudio, nos remitiremos a este último factor.

 

En una época donde se estaba conformando “el culto a Bolívar” (Carrera Damas, 1969) la referencia al libertador en la obra de Restrepo otorgaba una carga de autoridad argumentativa que respaldaba su narración e interpretación. Como expone Carrera Damas (1969)

 

Bolívar no es solo el principal actor de ese proceso, sino que es también su principal testigo, a diferencia de lo que acontece con otros primeros actores de la historia. Al menos, en tal lo ha convertido la  historiografía tradicional, ceñida de manera servil y anticientífica a su rico y elocuente testimonio, expresado en una obra abundante y, sobre todo, continua, que ha proporcionado el esquema al parecer ineludible para la reconstrucción historiográfica de la Emancipación [...] La historiografía bolivariana ha obtenido así su mejor triunfo en el campo de la heurística, al conseguir, por una parte convertir el testimonio de Bolívar en el canevás necesario que ya hemos mencionado, y, por otra, al hacer parecer todos los demás testimonios como meramente complementarios. (pp. 70-71)

 

Para Mejía (2007) Restrepo transforma la imagen de Simón Bolívar en la teoría política legítima por excelencia. Los shifter utilizados, como también las unidades existentes y en este caso, mayormente las unidades ocurrentes, se estructuraban a partir del arquetipo moral e ideológico del Libertador. Todo lo que se escape de dicho esquema prefigurado era rechazado o criticado.

 

En tal caso, son consideradas verdades o acciones legítimas las únicas que compartían la razón de estado que determinó el Libertador. Por ello, gran parte de los juicios, epítetos y características dadas a aquellos  que se opusieron al proyecto bolivariano, como el caso de Pasto, son en gran parte basadas en declaraciones hechas por Bolívar que devienen en precedentes incuestionables de la verdad patriótica.

 

El acudir a ataques ad hominem (en los cuales, las razones de su enemigo, al ser constitutivas de una ideología totalmente contrapuesta, son prejuzgadas como falsas) hacia parte de los recursos enunciativos y argumentativos comunes en la obra de Restrepo. Este marco interpretativo que configura su pensamiento inhabilitaba en cierto grado el reconocer la experiencia de su enemigo como legítima. En dicho orden de ideas, se asume que el otro se ubica en un error, en una anomalía.

 

La ignorancia es entonces otro de los adjetivos más utilizados para referirse a estas poblaciones que se niegan a seguir o legitimar la Independencia. El esquema interpretativo patriota no puede comprender sus acciones, ya que se escapan del espectro de lo paradigmático, por tanto, simplemente se rechazaban o enjuiciaban.

 

Ahora bien, todas las críticas que realiza el autor están  inmersas  en una matriz narrativa, que a primera vista parecería no ser sistemática “sin embargo, cuando se aíslan y ordenan sus cláusulas, puede observarse que los juicios del historiador hacen parte de una argumentación coordinada” (Mejía, 2007, p. 109). En este caso, el calificativo de ignorantes, se correlaciona en el marco interpretativo, con el epíteto de fanáticos.

 

Desde muy temprano en la narración, Pasto es nombrado como un país semi-bárbaro y fanático en extremo (Restrepo, 1827a). Este epíteto remite directamente a las dos amenazas que percibía Restrepo en contra del sistema liberal de la época: las “pasiones” y las “preocupaciones”.

 

Las primeras, las pasiones son un rasgo que hace parte del esquema interpretativo básico en la obra de Restrepo. Si bien, se representaban en la figura de Antonio Nariño y en el fracaso de la Primera República (Mejía, 2007) pueden igualmente relacionarse con la falta de racionalidad que se atribuía a las comunidades que se dejan dominar por sus deseos, como también aquellas que anteponían al bien común y al orden legítimo sus impulsos egoístas, obstaculizando la salud de la República:

 

Acaso la palabra más reiterada en toda la Historia sea la palabra “pasiones” [...] El catálogo de adjetivos y de explicaciones fundadas en la naturaleza moral de las pasiones es inagotable. Los personajes de Restrepo están moldeados en patrones teatrales en los que las pasiones animan la trama de la historia. (Colmenares, 1986, p. 13)

 

Las pasiones en Pasto, son simbolizadas a través del fanatismo y de los deseos de venganza que según Restrepo moraban en el corazón de aquella población. Obsérvese el siguiente ejemplo:

 

Según narra el autor, en el momento que el presidente de Quito don Toribio Montes había ordenado decapitar a Antonio Nariño en Pasto (1814) por virtud exclusiva de Melchor Aymerich se suspendió la ejecución. Este había persuadido al doctor Tomás Santacruz, pastuso y jefe político de la ciudad de no cometer tal acto: “considerando el riesgo a que exponía á los oficiales realistas que tenían prisioneros los republicanos, a quienes pasarían estos por las armas exasperados con la muerte de Nariño” (Restrepo, 1827c, pp. 209-210). Ello condujo a que Montes revocara la orden y solicitara el traslado de Antonio Nariño a Quito, sin embargo, esto significó un mal sabor para los “crueles é ignorantes pastuzos, que pedían con frecuencia su cabeza, y deseaba tener el espectáculo dulce para ellos de verle fusilar” (Restrepo, 1827c, p. 210)6.

 

En aquella narración, las acciones de los pastusos son motivadas por dicho fanatismo. La tendencia hacia la sublevación que se narra en la edición de 1858, nuevamente se hace explícito el dominio de las pasiones.

 

Restrepo dinamiza este fanatismo al negar, desde su marco de interpretación, la posibilidad de individualización de este enemigo. Recuérdese que la historiografía decimonónica, es ante todo una historia de los grandes héroes. El motor que dinamiza la historia será entonces el individuo. La masa por el contrario implica ausencia de liderazgo y decisión propia. Cuando el historiador, se remite a Pasto, no lo hace desde aquel esquema. La población pastusa es presentada generalmente como un escuadrón de milicianos dirigidos por algún líder principalmente español. La agencia de decisión propia es eliminada casi por completo y remplazada por una ignorancia constitutiva.

 

Por otra parte, las preocupaciones “son el vicio de los ‘fanáticos’, termino con que el historiador se refiere a la mayor parte del clero en la edición de 1827” (Mejía, 2007, p. 117). La iglesia constituye uno de los objetos de la crítica del autor. Dado que era percibida como una constante amenaza en la preservación de la seguridad de la República.

 

otro de los inconvenientes que entonces se experimentaban, era el fanatismo religioso, que pretendía levantar su cabeza orgullosa y erigirse en arbitro de los destinos de Colombia [...] Llegose a temer que el bajo pueblo, instigado por los predicadores, empleara el puñal asesino contra los masones, pintados como los seres más execrables y enemigos de la divinidad. Estas ideas eran prueba clara que tenían nuestros hombres de Estado y los caudillos de la revolución de las inmensas dificultades que se oponían a la empresa acometida trece años antes. (Restrepo, 2009, p. 323)

 

La amenaza radicaba en la posibilidad de agencia que tenía el clero especialmente en el sur, influenciando a la población en la defensa de causas añejas o viejas preocupaciones (Mejía, 2007). Contraria a la poca influencia que podían acceder los liberales en dichos territorios, según pensaba el autor.

En Pasto, este fanatismo implicaba tres cuestiones, en principio una ignorancia colectiva. En segundo lugar, la perdida de toda cualidad o capacidad de autoliderazgo, estando siempre al servicio del otro. Y finalmente, una terquedad irracional que impedía a aquella población salir del oscurantismo en el cual estaba inmerso. Como refiere Zarama Rincón (2012).

Esa opinión de Restrepo la compartieron políticos y gente del común de la Nueva Granada. Numerosos escritores explican las insurgencias que ocurrieron en Pasto en el siglo XIX debido al fanatismo de sus moradores. Incluso historiadores de carrera como Frank Safford habla de ‘pastusos ultra religiosos’ y David Bushnell los definió como ultraconservadores habitantes de la región. (pp. 270-271)

 

En varios acápites de la obra se enuncia que el llamamiento a las armas en defensa de estas creencias no requería más que la voz del clero, la cual alteraba las pasiones en la región. Obsérvese un ejemplo de ello tomando como referente el combate de Genoy (el 3 de febrero de 1821) desarrollado en el marco de la Campaña del Sur adelantada por Simón Bolívar.

En dicha jornada el Ejército Patriota, al mando del general Juan Valdés, intentó tomar Pasto a través de un asedio dirigido a la población de Genoy (Zúñiga Erazo, 2023). Sobre lo acontecido el autor narra como el obispo de Popayán, Salvador Jiménez de Enciso, había conseguido nuevamente reavivar el entusiasmo de los pastusos, a fin de que marcharan contra los insurgentes, lo que determinó en gran medida el éxito de los realistas y el repliegue de las tropas patrióticas. Sobre dicho acontecimiento mencionaba Restrepo (2009) lo siguiente:

‘son herejes y cismáticos detestables, les decía, los que pretenden la Independencia de la España; así, los que defienden la causa del rey combaten por la religión, y si murieren vuelan en derechura al cielo’. Con estos y otros sermones semejantes emanados de la boca de un obispo y de un clero fanático, por no decir embustero, los ignorantes pastusos corrieron, como siempre, a las armas para degollar insurgentes, o con la muerte conseguir el martirio peleando por su amo el rey (p. 86)


La incapacidad de elección propia era otra constante en las narraciones del historiador. Cuando el general Antonio José de Sucre llegó a encargarse del mando del ejército del sur “fueron necesarios todo el influjo del obispo Jiménez y de don Basilio García para persuadir a los pastusos que se conformaran con el armisticio” (Restrepo, 2009, p. 87) dado que estos abocados al fanatismo, solo la razonaban a la voz legítima de la Iglesia.

La desconfianza en este tipo de masas era para el autor

producto de los demagogos que excitaban las pasiones de la plebe, y en la guerra irregular, el de expectativas de pillaje [...] Restrepo poseía una buena dosis de realismo político como para proporcionarnos la única explicación lógica de como una guerra impulsada por minorías iba envolviendo a estratos cada vez más amplios de la población. El mecanismo no era otro que el odio por las ofensas infligidas o el temor que inspiraban las represalias. En muchos casos –y el caso más sobresaliente podría ser el de Pastoestas reacciones se confinaban a los habitantes de una provincia o aun entre pueblos vecinos, sin que respondieran a un designio mucho más amplio. (Colmenares, 1986, p. 18)

La tensión interpretativa creada por el fanatismo justificaba indirectamente las acciones más reprochables que se cometieron en la campaña del Sur, entre ellas la relacionada con la “Navidad Negra”. Recuérdese que

Entre 1820 y 1822 las victorias patriotas en Boyacá, Bomboná y Pichincha limitaron el accionar de las tropas realistas y las obligaron a replegarse hacia las zonas montañosas. Las poblaciones fieles a la corona española quedaron a merced de la sed de venganza y de la crueldad de las fuerzas independentistas [...]

En dicho contexto, se firmó una capitulación entre Simón Bolívar y los miembros notables de la sociedad pastusa para pactar la paz en la región. Sin embargo, los coroneles Benito Remigio Boves y Agustín Agualongo lograron escapar de la cárcel de El Panecillo, en Quito, organizaron las milicias de Pasto y reanudaron su lucha en contra del bando patriota, que carecía de suficiente armamento [...]

Pese a la inferioridad numérica y militar, Boves y Agualongo formaron nuevos frentes de batalla hacia Túquerres y derrotaron las pocas defensas que tenían los patriotas, bajo el mando del coronel José María Obando. En la acometida se apoderaron de armas y vestimenta y obtuvieron el apoyo de la región, que cedió reses, armas, dinero y jóvenes reclutas. No obstante, después de varias semanas de intensos combates por la zona, las fuerzas militares realistas fueron derrotadas en la Cuchilla de Taindalá el 22 de diciembre y en Guáitara el 23, lo cual dejó sin defensas realistas a la ciudad de Pasto para contener los avances que desde Quito desplegaron los batallones Cazadores Montados, Rifles, Escuadrones Guías y Dragones de la Guardia, y los refuerzos de los batallones Vargas y Bogotá, comandados por el general venezolano Antonio José de Sucre.

El 24 de diciembre de 1822 las tropas patriotas derrotaron a la resistencia realista, que se replegó hacia las montañas, dejando expuesta a la población civil de Pasto. Los batallo nes independentistas ingresaron a la ciudad perpetrando graves atropellos, incendiaron numerosas viviendas, cometieron asesinatos con alevosía, saquearon posesiones y consumaron otros excesos como violaciones. Este trágico día es un episodio oscuro del proceso de Independencia, y ha sido recogido por los historiadores como ‘Navidad Negra’. (Cortez Lagos y Guerrero Tejada, 2020)

 

Este episodio se relata sobre la base del rechazo y traición a las “generosas capitulaciones” que había concedido Simón Bolívar a los pastusos (2 de junio de 1822) después de lo ocurrido en la Batalla de Bomboná. El autor reinterpreta este hecho como una consecuencia lógica en la guerra, una necesidad de erradicar los vicios realistas aún imperantes.

Para el autor el castigo dictaminado por Bolívar posterior a aquellos acontecimientos “fue ejemplar y merecido; empero dejó en sus corazones el resentimiento más profundo y duradero” (Restrepo, 2009, pp. 243). Este se constituye en la marca cultural que pesaría sobre la conformación de la memoria nacional, un paso villanesco y demonizado de Pasto a la narrativa histórica del país.

 

Conclusiones

La tipificación de la población Pasto en la Historia de José Manuel Restrepo refleja una escritura que responde a las condiciones de posibilidad que componían a la historiografía decimonónica, es decir, un relato enmarcado en la legitimación de la República, el cual se edificaba a partir de los presupuestos ideológicos y de veracidad del partido de los libertadores. Desde este marco interpretativo se buscaba construir una memoria homogénea de lo nacional, la cual juzgaba y criticaba todo modelo de pensamiento que pudiese erosionar o destruir la nueva conformación de la República.

Por tanto, dicha caracterización puede interpretarse como una respuesta discursiva dada a una serie de preocupaciones que giraban en torno a la fractura nacional que se vivía en regiones que no lograban acoplarse al nuevo estado-nacional. Pasto, en la obra de Restrepo se enunciaba con el objetivo de juzgar las acciones de los enemigos de la patria, los realistas, tomando a esta población como parte del arquetipo opuesto al modelo nacional en boga.

No se puede desconocer que la caracterización sobre Pasto, tuvo implicaciones en la representación de la población a lo largo del siglo XIX y XX. En las crónicas de viajeros, que analiza Cerón Solarte (2000; 2002) es posible evidenciar una serie de descripciones de la población que parten de las prefiguraciones decimonónicas: rebeldía, fanatismo, facilidad de manipulación, atraso cultural y económico, ignorancia y barbarie.

El estudiar esta caracterización como un discurso nacido en un contexto determinado posibilita el estudio de las futuras sedimentaciones de aquella tipificación. Este primer esfuerzo analítico enfocado en Restrepo sirve de base para próximos estudios que aborden los procesos de recepción que se dan fuera del texto en sí mismo y en otras producciones posteriores.

Para finalizar es imperativo mencionar que no se pretende afirmar que Restrepo inicia el estereotipo hacia los Pastusos. Al ser un proceso histórico, hay que reconocer la variedad de causas que lo constituye. Tanto la literatura, como la prensa y la comunicación oral, son factores que incidieron en su construcción y transmisión.


 

1.     Cabe aclarar que la posición realista en Pasto no fue del todo homogénea. Se evidencian algunos acontecimientos que demuestran la defensa de las ideas republicanas. Sobre lo referenciado remitirse a: Díaz del Castillo (1929, 12 de junio; 1929, 12 de noviembre); Gutiérrez (1930, 12 de marzo); Gutiérrez y López Álvarez (1930, 12 de enero); López Álvarez (1938, 31 de mayo; 1939, julio y agosto; 1939, septiembre y octubre); López Álvarez y Ortiz. (1927, 12 de octubre); Mejía y Mejía (1932, 12 de marzo; 1932, 12 de mayo); Verdugo Moreno (2017, 2018), entre otros.

2.     Mencionamos algunos ejemplos de este tipo de escritos: Herrera Enríquez (2002); Medina Patiño (2019); Santacruz Santacruz (2016).

3.     La conformación de los criterios de veracidad debe enunciarse desde dos instancias: la primera corresponde a la vigencia de una concepción de verdad ilustrada europea que hacía primar la prueba empírica como referente necesario para la verificación de lo enunciado. Las fuentes históricas eran percibidas desde una concepción mimética de lo real, en otras palabras, una concepción de verdad como correspondencia (Mendiola y Zermeño, 1998). La segunda instancia, parte de dichas condiciones estructurales del pensamiento científico de la época. El criterio de veracidad se situaba no solo en la posibilidad de ser testigo directo de los acontecimientos narrados, sino que estos se verificaban con una serie de pruebas documentales localizadas en un proceso heurístico realizado por el mismo autor. Permitiendo así corroborarlas y alcanzar la máxima historiográfica de aquel momento, lo que Andrés Bello, al referirse a esta obra, llamaría el “Espíritu de los acontecimientos”, en otras palabras, contar los acontecimientos tal cual cómo sucedieron.

4.     Para más información sobre lo ocurrido sugerimos remitirse a: López Álvarez (1929, 12 de agosto; 1929, 9 de septiembre; 1929, 12 de octubre; 1929, 12 de noviembre; 1929, 12 de diciembre; 1930, 12 de enero; 1930, 12 de febrero; 1930, 12 de marzo; 1930, 12 de abril; 1934, 12 de abril); Sánchez Montenegro (1940).

5.    “En Quito, en 1809, se estableció la Junta Suprema, que según sus integrantes presidiría a nombre de Fernando VII, mientras el rey recuperaba la península o venía a gobernar en América. La Junta, mediante una carta, invitó a los pastusos a sumarse a esa iniciativa, pues su propósito era controlar las ricas minas auríferas de la costa Pacífica de la actual Colombia y dominar a Panamá, ambicionada por su localización estratégica. Esa misiva la rechazó el cabildo de Pasto. A partir de ese hecho, sus integrantes justificaron su posición política desde la denominada ‘justa causa’, que consistió en defender al rey, a la religión católica, a Dios, a la madre patria y sus derechos” (Zarama Rincón, 2018, p. 86). Ante la negativa de los pastusos la Junta Soberana de Quito envío una expedición en su contra a cargo de los comandantes a Manuel Zambrano y Francisco Javier de Ascázubi quienes se enfrentaron a las tropas realistas de Miguel Nieto y Polo y Tomas de Santacruz. El enfrentamiento en cuestión, denominado como “Batalla de Funes” se libró el 16 de octubre de 1809, dando como resultado una victoria realista. (Zúñiga Erazo, 2023)

6.    Cabe mencionar que en la historiografía regional permanentemente se ha buscado revisitar y reinterpretar esta narración decimonónica, con el propósito de matizar la visión fanática que proyecta la narración de Restrepo. Sobre lo anterior véase: Belalcazar (1911); Guerrero (1912); López Álvarez (1914); Zúñiga Erazo (2023)



 

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