REVISIÓN DE TEMA

Recibido: 29/10/2023

Aprobado: 11/12/2023

 

Formación de los estudios literarios en el siglo XX en Nariño

The formation of literacy studies in the 20th century in Nariño

Andrea Argoty Muñoz

Lic. en Educación Básica con Énfasis en Humanidades, Lengua Castellana e Inglés y Magíster en Etnoliteratura de la Universidad de Nariño

Email: andre.anne91@hotmail.com

 

Álvaro Botina Córdoba

Lic. en Filosofía y Letras, y Magíster en Etnoliteratura de la Universidad de Nariño Email: wistonbotina@hotmail.com

DOI: https://doi.org/10.22267/rceilat.235253.123

 

Resumen

Este artículo tiene como objetivo presentar una revisión panorámica de fuentes textuales y referentes socio históricos, que albergan algunos de los comentarios y estudios que explican los procesos que ha tenido la literatura regional del departamento de Nariño durante el siglo XX. Para presentar dicho panorama se implementa un enfoque historiográfico, debido a que este permite registrar y brindar un reconocimiento al patrimonio literario regional, el cual, se suele caracterizar por participar de un proceso de canonización que se ve legitimado por medio de los distintos agentes, instituciones, revistas y artículos que giran alrededor del fenómeno literario.

Palabras clave: Literatura regional. Historiografía. Estudios literarios. Crítica literaria.

Abstract

This article aims to provide an overview of textual sources and socio-historical references found on some of the comments and studies that explain the processes that regional literature of the department of Nariño has undergone during the 20th century. To present this panorama, it has been implemented a historiographic approach, as it allows for the recording and recognition of the regional literary heritage, which is often characterized by its participation in a canonization process that is legitimized through various agents, institutions, magazines, and articles revolving around the literary phenomenon.

Key words: Regional literature. Historiography. Literary studies. Literary criticism.

 


Dentro de los estudios literarios, el enfoque historiográfico opera como un recurso importante para comprender la formación de los discursos críticos además de la producción literaria, pues aquel proporciona una perspectiva histórica y contextualizada sobre las distintas tendencias y fenómenos literarios. En su proceso, la historiografía ayuda a rescatar y preservar el patrimonio literario, revelando voces y puntos de vista olvidados que enriquecen la comprensión del fenómeno literario local. De esta forma, en lo que respecta a la investigación sobre la literatura y su crítica, la historiografía desempeña un papel fundamental para la revisión histórica, cultural y social que gira alrededor de estas manifestaciones estéticas, pues parte de distintas fuentes y procesos, tales como la formación de ciertas instituciones, el reconocimiento de procesos culturales e instancias autorales, que se aúnan con los registros que se almacenan en bibliotecas y hemerotecas, con el fin de sacar indagaciones más completas sobre los fenómenos a indagar. Hay que enfatizar que este enfoque no solo pretende recrear y compilar los distintos discursos sin hacer un análisis de los mismos, pues la historiografía en este caso literaria, busca entender la evolución de la literatura a lo largo del tiempo, identificando los diferentes movimientos y corrientes literarias, así como las influencias y transformaciones que han ocurrido en cada periodo. De esto se sigue que indagaciones como las de Pozuelo Yvancos (2006), se encuentren determinadas en estudiar la historia de la literatura, con el fin de comprender cómo han influido los contextos políticos, sociales y culturales en la producción y recepción de las obras literarias, configurando con esto, una propuesta crítica y analítica de la historiografía literaria, que vaya más allá de la mera recopilación de datos o cronologías de autores y obras, y logren en un proceso más complejo, profundizar tanto en el análisis de los textos literarios, estudiándolos tanto desde un enfoque inmanente de la obra, el cual se aborda desde el estilo, la temática y la estructura, como también desde su relación con los acontecimientos históricos y sociales de su época. Quizás teniendo en cuenta esta perspectiva, se logre fisurar la idea y los resultados que determinan en construir la historia de la literatura, como la formación y representación del canon.

Ante esto, en el presente artículo se esbozará la formación de los estudios literarios en Nariño, desde un enfoque historiográfico, para así comprender los procesos estéticos e investigativos que convergen en las distintas posturas de la crítica y en sí, en los diferentes estudios literarios de esta región. Hay que señalar que la propagación de una historia de la literatura en escenarios donde ha imperado el centralismo, como sucede en Colombia, la determinación de procesos investigativos historiográficos permite hacer visibles distintas instancias literarias que ameritan reconocimiento, aunque esto pueda conllevar al riesgo de contribuir a la construcción canónica, aun desde las literaturas periféricas o marginales.

A partir de lo anterior, a continuación se realiza un panorama amplio de corte historiográfico, que busca hacer reconocible el contexto donde se configura el fenómeno literario y sus respectivos estudios.


El papel de las revistas y de los talleres literarios en el siglo XX en Nariño

Los materiales más cercanos que se pueden encontrar y que refieren a comentarios o anotaciones sobre la literatura en esta región en el siglo XX, se alojan en revistas culturales, prólogos, artículos y antologías que han servido como medios para divulgar y brindar reconocimiento sobre la producción literaria. De esta forma, si a finales del siglo XIX la temática que expresaban las publicaciones periódicas referían a la tesis decimista, que enfocaba los procesos y las noticias que giraban alrededor de la consolidación de una nueva instancia administrativa, al lograrse la formación del departamento de Nariño en 1904, el siglo XX parece tener un objetivo particular, y es el de infundir en sus habitantes una formación cultural sobre su territorio. Bajo esta situación particular, las revistas parecen jugar un papel importante, pues estas permitieron difundir entre sus líneas, a la par de los acontecimientos regionales que se vivían por esa época, la formación de un grupo de cultores de las letras en Nariño, quienes iban adquiriendo renombre regional tanto por sus obras, como por sus críticas o polémicas con otros autores.

Por lo anterior, es necesario mencionar una revista cultural de bastante resonancia en la región, como lo fue Ilustración Nariñense, la cual es reconocida por su gran trascendencia histórica y literaria en este territorio. Con sus 120 números publicados mensualmente entre 1924 a 1955, esta revista “intentó quebrar el aislamiento intelectual de la comarca y propiciar la discusión y difusión de los intereses y problemas regionales” (Álvarez, 2016, p. 282). A partir de esto, Verdugo (2004) comenta que “El poeta Luis Felipe de la Rosa consideraba que la colección de esta revista contenía la historia de Pasto y del Departamento en los últimos 20 años y que era la expresión auténtica de nuestra cultura vernácula” (p. 47). Por otra parte, en La Hemeroteca Digital Histórica del Banco de la República (2003) se comenta respecto a esta revista que:

[...] fue una publicación que circuló durante el periodo 1924-1955, bajo la dirección de Rafael Delgado Chaves. La revista se presentaba como una tribuna interesada en el desarrollo económico e intelectual (ilustrado) de la región, hasta el punto de ser considerada como un “vocero civilizador” y una promotora del “imaginario colectivo de progreso” en la región. En las páginas del título se manifestaba un claro apoyo a la religión católica y el partido conservador. (Biblioteca Virtual del Banco de la República, 2023)

 

Entre las temáticas que se publicaban se encuentra la cuestión educativa, industrial y agrícola del departamento. Por otra parte, Ilustración Nariñense desde el ámbito literario, permitió a través de sus artículos, publicaciones inéditas, comentarios, concursos literarios y sus respectivos resultados, dar a conocer los autores y sus obras en Nariño. Con esto, se comprenderá que en sus páginas se conservan algunas de las descripciones sobre el estado en que se encontraba la literatura por medio de la mención de sus respectivos partícipes (Álvarez, 2016, p. 276). Cabe precisar que, las revistas culturales como es el caso de la nombrada, operaron como un medio importante de divulgación tanto de comentarios en forma de crítica, como también de producciones literarias, pues permitieron fomentar el reconocimiento regional, donde se encuentran sus exponentes y las contribuciones que estos mismos hacen a la cultura. Así, se entenderá porqué muchos de los escritores que por hoy conforman el canon literario de Nariño, en particular de la novelística surgida en la primera mitad del siglo XX, hicieron parte de alguno de los números de este medio, como es el caso de José Rafael Sañudo (1872-1943), Guillermo Edmundo Chaves (1903-1984), Luis Felipe de la Rosa (1887-1944), Plinio Enríquez (1890-1946), Alfonso Alexander (1907-1985), Alberto Montezuma Hurtado (1906-1986) y Benjamín Guerrero (1862-1940) (Álvarez, 2016). Y es que los escritores de Ilustración Nariñense lograron aportar como alude Álvarez (2016), “[...] una serie de claves sobre los procesos como se representó y fomentó la identidad regional y nacional” (p. 5). Por consiguiente, en esta revista se discutieron algunos aspectos importantes de carácter local, como lo son: el progreso y la construcción del Ferrocarril del Pacífico, investigaciones como las de Sañudo respecto a la historia de Pasto, y discusiones como la postura que se sustentaba en las páginas de la obra Estudios sobre la vida de Bolívar, respecto al libertador (Álvarez, 2016). Posterior a Ilustración Nariñense, en la segunda mitad del siglo XX otra de las revistas que recibió una gran acogida en la región, con sus 122 números, estuvo a cargo del Sacerdote Jesuita Jaime Álvarez Vásquez, y es la revista Cultura Nariñense, la cual tuvo su origen en el año de 1968. Como se puede apreciar en sus diversos números, esta revista se enfocaba en resaltar y difundir los procesos culturales de Nariño, dando a conocer sus artistas, escritores, folcloristas e investigadores. Esta revista ofrecía una mirada holística y completa de la diversidad cultural del departamento, a la par fomentaba el intercambio de conocimientos y experiencias entre los habitantes de Nariño y aquellos interesados en conocer más sobre la tradición cultural de esta región. Sobre sus temáticas, Gerardo Cortés Moreno (2003) alude:

Los trabajos, unos son de índole histórica, donde sus autores de alguna manera aclaran conceptos, fechas, personajes y más que todo aportan su propia versión sobre el comportamiento de las gentes de la hidalga ciudad de San Juan de Pasto, que han tenido relevancia en el pasado de Nariño y del Putumayo. Otros analizan con enfoque etnológico la vida de los pueblos, los distintos cacicazgos y límites geográficos, los idiomas indígenas. A lo anterior le agregan la crónica urbana, las costumbres que forman patrimonio de la cultura. Varios autores acopian nuevas palabras al léxico regional, las analizan y les dan valor sustantivo en la comunicación, lo mismo que su raíz lingüística. (p. 331)

 

Otro medio importante que citar son las publicaciones de los Anales de la Universidad de Nariño. Sobre este medio de divulgación, la Hemeroteca Digital Histórica del Banco de la República comenta que:

[...] fue una publicación que circuló en el periodo 1930-1958 en Pasto. Ladirección se encontraba a cargo del Jefe de Cultura y Propaganda de la Universidad de Nariño. La revista paró su edición durante el año electivo 1937-1938 y se reactivó en enero de 1939, con el objetivo de “proseguir en la obra de divulgación cultural universitaria” y mejorar y de promover el “intercambio de ideas con los centros universitarios de la patria y de otros países amigos.” Además de lo mencionado, “Anales” buscaba fortalecer el objetivo de la Universidad, el cual consistía en: “la formación de ciudadanos plenamente capacitados para servir las necesidades del Estado, de la sociedad y de la ciencia”. (Biblioteca Virtual del Banco de la República, s.f.)

 

Entre las temáticas que abordaba se encuentran textos filosóficos, sociológicos, literarios, históricos, pedagógicos, biografías y bibliografías. Hay que reconocer que este órgano de difusión adquirió un sentido literario, filosófico y cultural aproximadamente en 1939. Tal parece que por ese entonces, uno de los que dirigió y que fue posteriormente el rector de la Universidad de Nariño, es Alberto Montezuma Hurtado, quien junto con el redactor y bibliotecario Juan Álvarez Garzón, lograron componer distintos números de este órgano de difusión, con contenidos importantes que abarcaban no solamente acuerdos, actas y discursos, sino también, se difundían artículos históricos, filosóficos, composiciones poéticas, fragmentos de novelas y relatos de autores como: Plinio Enríquez, Cecilia Guerrero Orbegozo, Sergio Elías Ortiz, Ignacio Rodríguez Guerrero, Víctor Sánchez Montenegro, José Rafael Zarama, Faustino Arias, Teófilo Albán Ramos y el mismo Juan Álvarez Garzón.

Conforme avanzó el siglo XX, la aparición de distintos medios de divulgación encausados en la publicación aumentó considerablemente, entre estos proyectos se pueden citar (Rodrizalez, 2004): Meridiano (1967) fundada por Alberto Quijano Guerrero; Correo del Sur (1973) de Claude Toulliou; Awasca (1977); Basuritas, dirigida por Augusto Rincón Castro y Eduardo Gutiérrez; El Muro, fundado por Jaime Santacruz Santander, Osvaldo Granda Paz y Javier Rodríguez Rosales; Nómade (1977) dirigida por Silvio Sánchez Fajardo; Amerindia, Actualidad, Retos, Ceniza (1985) fundada por Héctor Arturo Gómez Martínez; Mopamopa (1983) dirigida por Julio Salas Viteri y la revista del Centro de Estudios e Investigaciones Latinoamericanas CEILAT (199/). Además de las revistas citadas, en el libro Memorias del Sur, Una ciudad para la memoria (2003) se aluden en orden cronológico las siguientes revistas literarias: Erebo (1904), Odeon (1907) y Letras (1945), revista cuyo director era Humberto Luciano Bravo. También, se mencionan las siguientes revistas culturales: Don Quijote (1924) revista cultural de la Normal de Occidente fundada por Sergio Elías Ortiz, Alerta (1924) y Juventud Conservadora (1924).

 

La fundación de programas académicos y el rol de los intelectuales foráneos

Por otra parte, hay que aludir que con la consolidación de la Universidad de Nariño y la creación de programas académicos como el de Licenciatura en Filosofía y Letras en 1962 y la Maestría en Literatura en 1984, que posteriormente en 1987 sería la Maestría en Etnoliteratura, se conformaron grupos y talleres que fortalecieron la difusión, investigación y creación de materiales literarios, entre estos grupos se pueden nombrar (Rodrizales, 2021): el Taller de Escritores Awasca (1974) impulsado por Alberto Quijano Guerrero, Gustavo Álvarez Gardeazábal, Humberto Márquez Castaño y Nelson Goyes Ortega. El Centro de Estudios Filosóficos (1975) y el Instituto Andino de Artes Populares IADAP (1978). Hay que mencionar, según se comenta en la presentación que abre la Revista del Taller de Escritores Awasca (Rodrizales. 2014), que a finales de los sesenta y principios de los setenta, fecha donde surgen los grupos y talleres literarios, hubo una serie de hechos que incidieron en el desarrollo cultural, académico y literario en Nariño. Entre ellos se destaca el aporte de una serie de intelectuales de otras regiones, quienes, buscando refugio en la Universidad de Nariño debido a la agitación de los movimientos políticos y estudiantiles de esa época, incidieron en cultivar una nueva generación de investigadores y escritores. Entre los intelectuales que llegaron a Nariño en el periodo de tiempo suscitado (Rodrizales, 2014), se encuentran: Remigio Rosario Fiore Fortezza (Italia), Socorro Betancourt, José Miguel Wilches, William Uribe Parra, Álvaro Molina Mallarino, Ricardo Sánchez, Gustavo Álvarez Gardeazábal, Raúl Gómez, Humberto Márquez Castaño, Álvaro Morales Aguilar, Ricardo Cuellar Valencia, Rosa Cristina Martínez, Claude Toulliou (Francia), Álvaro Yie Polo, Víctor Paz Otero, Nelson Aníbal Gómez, Álvaro Mondragón, Harold Alvarado Tenorio, Miguel Ángel Ochoa,


Anne Marie Sallanave (Francia) y León Zuleta Ruiz. Junto a estos estudiosos, se hallaban algunos investigadores de Nariño como Alberto Quijano Guerrero, Edgar Bastidas Urresty, Julio Salas Viteri, Nohora Rodríguez y Clara Luz Zúñiga. El trabajo que los citados intelectuales desempeñaron en la región, según se comenta en algunas investigaciones (Rodrizales, 2004; Rodríguez, 2021), tuvo consecuencias favorables en la formación de nuevas generaciones de escritores e investigadores en Nariño. Será aquí, donde entran a jugar un papel principal los talleres, debido a que estos espacios ayudan además de orientar sobre el oficio de ser escritor, a brindar ideas sobre la divulgación, creación y manifestación de las posibles perspectivas críticas o analíticas en torno al fenómeno literario. Por medio de este taller en particular, se infiere que además de despertar el interés por la lectura y la escritura, como manifiesta Jairo Rodríguez (2021), su aporte “se extiende a orientar a los jóvenes escritores, fomentar la producción y la crítica literaria, formar los nuevos valores literarios en cualquiera de sus múltiples expresiones [...] para ampliar la difusión de la producción literaria” (111). Con todo esto, en la perspectiva de promover la cultura regional en lo concerniente a las letras, adquiere importancia la presencia del maestro, y la pedagogía que se imparte a las nuevas generaciones de investigadores y escritores.

 

Prólogos, investigaciones literarias y el comercio del libro

Además de los aportes que han dado las revistas en el reconocimiento del estado de la literatura en su actualidad y de los talleres que impulsaron a los distintos escritores de esta región a crear y divulgar sus distintas obras, existen algunos antecedentes textuales que han cumplido una función informativa y de reconocimiento social sobre la literatura. Estos textos han permitido perdurar por medio de perfiles y datos biográficos, el reconocimiento de los escritores y de sus respectivas obras, estos textos son: la Biografía de D. Lorenzo de Aldana y corografía de Pasto (1896) de Alejandro Santander, y la obra Reseúa Histórica (1942) de José Rafael Zarama. Si bien, es cierto que en estas obras no se presenta un análisis minucioso de las publicaciones que se aluden, es indiscutible que uno de sus objetivos era exponer los representantes que se destacaban en este territorio. En consecuencia, la atención que se manifiesta en estos libros se centra más en la figura del autor, que en un análisis de las producciones que estos mismos hacían. En consecuencia, se comprenderá que el reconocimiento que se les otorga a los escritores, surge debido a la apreciación social que estos adquirieron como hombres notables o en palabras de Sánchez (1949), como “[...] los mejores hombres representativos de la ciudad de Pasto” (1949, p. LXIX). Continuado el siglo XX, los datos de estos hombres ilustres se verán plasmados particularmente en textos de carácter biográficos, como lo son: Siete mujeres de mi tierra (1974) de Temístocles Pérez Delgado; la publicación póstuma de Ignacio Rodríguez Guerrero Perfiles Nariñenses de antaño. Biografía de Nariñenses Ilustres (1984); Hombres ilustres de Nariño de Jorge Arthuro Bravo, publicación que está compuesta por más de un volumen; Nariño y su gente (1996) de Eudoro Narváez Chaves; Personajes Importantes en la Historia de la Universidad de Nariño (2006). Cabe citar dos publicaciones importantes surgidas en el siglo XXI, y que se encuentran a cargo de Rodrizales, ellas son: Poetas y Narradores Nariñenses (2001) y Antología de poetas y narradores nariñenses (2004). Estas obras son antologías donde se comenta, compila y cita, tanto datos biográficos sobre los distintos escritores de Nariño, como también, rescata títulos y fragmentos de las obras más representativas escritas en este departamento.

Así mismo, otro de los medios que han permitido tener un acercamiento a la producción literaria regional lo constituyeron las antologías. Se comenta que para que existiera una compilación literaria de autores regionales, tuvieron que pasar algunas décadas desde la fundación del departamento de Nariño hasta llegar a 1928 con la aparición de la obra de Samuel Delgado titulada Portaliras Nariñenses. Sobre su aparición, alude el compilador que: “Entre nosotros, no se ha publicado hasta hoy una colección de rimas que exteriorice suficientemente el progreso de la poesía nariñense y la fuerza potencial de sus cultivadores” (1928, p. 7), será por eso que la publicación de Portaliras Nariñenses representó un aporte significativo a las letras, pues, al abordar una compilación de esta índole, daba por manifiesto la existencia de antecedentes sobre este género. Cabe precisar que en esta antología se citan algunos autores que fueron reconocidos por sus aportes a la narrativa y particularmente a la novela, género que creció considerablemente en las publicaciones de autores nariñenses.


En relación con la creación de una antología, se señala que esta representa una fuente importante para indagar y registrar la formación de grupos intelectuales, brindando en su formación, un reconocimiento significativo sobre los procesos de canonización que se constituyen a partir de la compilación, impresión, publicación y divulgación. De hecho, como menciona Guzmán Méndez (2015), las antologías representan, un “[...] reflejo tácito del proceso canónico que evidencian la promoción de valores políticos, la celebración de un sentido de nación y la función básica de mantener una tradición formal y conservadora” (p. 18). En el caso de Portaliras Nariñenses, parece subsistir aún, cierto sentimiento de reconocimiento y reivindicación de los escritores de la región respecto al ámbito nacional debido a las consecuencias que contrajo la posición que asumieron los pastusos en los procesos de independencia. Delgado (1928) dice que:

Hasta ahora, ha figurado el Departamento de Nariño, como entidad sin luces en la república de las letras, así lo han proclamado en todos los tonos los enemigos gratuitos de Pasto, y, por lo mismo, del Sur de Colombia; y no porque en justicia tal calificativo merezca nuestro Departamento, sino más bien por la mal entendida modestia de sus hijos, por no decir encogimiento y egoísmo de los mismos. (p. 8)

 

Después de la antología citada, le seguirán unas cuantas más que dieron su aparición en el siglo XX. Entre ellas se destacan respecto al generó poético: las dos antologías de Roberto Mora Benavides Poetas nariñenses (1956) y Ofrenda de amor (1968), Antología de la poesía nariñense (1975) seleccionada por José Félix Castro; Treinta poetas le cantan a Pasto (1984) a cargo de Jaime Álvarez; La Virgen María en la poesía nariñense de (1998), compilación a cargo de José Vicente Agreda; y Aporte de la mujer en las letras nariñenses (1993) realizada por Amparo Moreno de Rodríguez. Respecto a las antologías que centran su atención en los relatos y cuentos de la región, se encuentran: Vida pasión y muerte de un verdugo y otros relatos (1980) libro que compila los relatos del concurso que promovería la fundación para la Cultura Testimonios. Antología crítica de cuentos nariñenses (1983), El luto del vecindario y otros relatos (1983) concurso donde se publica el cuento de Verdugo La casa de las dos palmas. Este libro fue publicado por la edición Testimonio, colección dirigida por Bastidas. También, se encuentran los libros Cuento popular Andino. Tomo 2 (1985) edición patrocinada por el Convenio Andrés Bello a través del Instituto Andino de Artes Populares IADAP y la Antología del cuento corto colombiano (1994). Las dos últimas antologías son importantes debido a que son compilaciones que trascienden el carácter regional, lo cual manifiesta en gran medida la integración de la región al ámbito nacional. La primera, se destaca por su particular esfuerzo de generar reconocimiento sobre la literatura oral del pueblo colombiano, pues como se comenta en la presentación, la apreciación y el estudio de la oralidad, por ese entonces, venía declinando. Por otra parte, este texto aludirá a la frontera demarcada que algunos estudiosos trataban de confrontar en relación a las narraciones orales y las escritas, además de su posible sistematización. En la presentación se comenta que:

Carece el país [Colombia] de un repertorio sistemático de la cultura popular. Las ediciones de textos de cuentos narrados boca oído y transcritas textualmente casi que podría decirse que no existen mientras el cultivo letrado del cuento, como género literario explorado por los escritores colombianos de este siglo es considerable en su calidad, volumen y variedad temática. (IADAP Colombia, 1994, p. 10)

 

Respecto a la Antología del cuento corto colombiano (1994), hay que mencionar que es una colección de lo que se suele nombrar como: minificción, microcuento, cuento brevísimo, cuento instantáneo o síntesis imaginativa. Esta comprende varios volúmenes en los cuales aún se suelen integrar en sus recopilaciones a escritores de distintas regiones de Colombia. De hecho, una de las características de esta antología es la de incluir distintos autores del territorio colombiano, pues como se notará en el primer volumen publicado en 1994, que contaba con un total de 76 autores de quienes solamente una era mujer; se ampliará considerablemente en la segunda antología, la cual recogerá un total de ciento cuarenta y cinco autores de los que veinte son mujeres. Por otra parte, la primera Antología del Cuento Corto Colombiano publicada en 1994, será como lo menciona Henry González Martínez (2004) “la primera antología de minicuentos de un país editada en Latinoamérica” (p. 14).


En cuanto a trabajos que describen el panorama de autores y obras de la literatura regional, se menciona incuestionablemente, el prólogo que acompañó la obra: Poesías, de Teófilo Albán Ramos (1949) a cargo de Sánchez. De este prólogo, se puede percatar ya, la necesidad de gestar proyectos que abarquen la investigación literaria, su crítica y difusión, dado que, de alguna forma al leer este prólogo se evidencia la falta de una metodología que organice los materiales literarios regionales. Tuvieron que pasar algunas décadas desde el mencionado prólogo de Sánchez, para que se pueda vislumbrar los primeros libros que brinden una percepción más abarcadora de la literatura, con fundamentos analíticos y críticos, además de otorgarle cierto protagonismo a la novela como género fundamental dentro de las letras en Nariño. Otro prólogo valioso a resaltar, es el de Quijano y que acompaña la obra de Chamorro: Aproximación a la Historia de la Literatura Nariñense (1987). En él, se mantiene una problemática que posteriormente aludirá Verdugo y otros investigadores, y es la discutida existencia de una Literatura Nariñense. Además, en este escrito se pone de relieve la ambigüedad de la noción de literatura, problemática común que surge en el anterior siglo, gracias al contexto de la Posmodernidad y la crisis de los meta-relatos. Hay que mencionar por otra parte, que existen distintas obras literarias de autores de Nariño, que han sido prologadas por investigadores de esta misma región, pero al ser estas publicaciones obras de poesía, cuentos o novela, el prologuista supedita su escrito a brindar aspectos representativos del autor y su obra, careciendo en parte de realizar alguna visión panorámica, analítica o crítica de la literatura de esta región, como lo hizo Sánchez (1949), quien como excusa para tratar la antología poética de Teófilo Albán, realiza en su prólogo una percepción general de las letras en Nariño desde la perspectiva de la poesía, y consagra en algunas líneas, datos de nombres y autores de novelas.

Continuando con la presentación de los antecedentes del discurso de la crítica en Nariño, se alude que fue en las últimas décadas del siglo XX donde se abordaron investigaciones literarias de gran extensión. Así, con distintos objetivos, la crítica empieza a integrarse a estudios historiográficos, culturales y sociales para brindar un panorama de la situación particular de sus materiales literarios. Cabe destacar que, la aparición de los estudios en torno a la novela en Nariño, enfocados en comprender este género con una visión panorámica, tienen su origen igualmente en el último cuarto del siglo XX, debido a que, para emprender un proyecto como éste, se hacía necesario un lapsus de tiempo y una trayectoria literaria más extensa, que parta desde el reconocimiento de la primera novela registrada, la cual como es conocida, data de 1894, una década antes de la fundación del departamento de Nariño, hasta llegar a la actualidad del crítico. Además de lo anterior, se comprenderá que con la participación y consolidaciones de instituciones que posibiliten la formación de profesionales en áreas afines al estudio y la creación de materiales literarios, se generaría una mayor apreciación y acogida en escenarios sociales, culturales y académicos que aborden los distintos procesos y ma-teriales que convergen en los estudios literarios.

A pesar de lo dicho, hay que señalar que en este periodo de tiempo surgieron pocas investigaciones de gran extensión, que como se podrá inferir, en su mayoría se encuentran vinculadas y apoyadas por universidades e instituciones, como ocurre con la primera investigación que hace Caicedo titulada La novela en Nariño (1967), la cual presenta como tesis de grado para optar el título de Licenciada en Educación, con especialidad en Filosofía y Letras en la Universidad de Nariño. El trabajo de grado que no fue publicado, pero que se desarrolló en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá a cargo de Nohora Rodríguez titulado Dos novelas nariñenses: el novelista frente a su mundo (1975); la investigación apoyada por el Instituto Andino de Artes Populares del convenio Andrés Bello de Quito de Julio Salas Viteri titulada Tras la Literatura Oral del Pacífico (1987); y el libro La Novela en el departamento de Nariño de Caicedo, publicado en 1990 en el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá. Como se verá, posteriormente en el siglo XXI se inician proyectos importantes, donde se puede visualizar el papel que progresivamente desempeñaron las instituciones culturales y académicas en Nariño, y que han brindado cierto conocimiento más detallado de su literatura, especialmente a partir de los distintos artículos publicados en revistas culturales y académicas, modalidad que por hoy es bastante accesible a los distintos investigadores para dar a conocer sus aportes e investigaciones intelectuales y culturales. De lo anterior, se comprenderá que debido a los procesos originados a finales del siglo XX, como lo fueron el surgimiento de editoriales independientes y de los grupos e instituciones que fomentaban la investigación, en el siglo XXI la producción de artículos científicos y culturales en sus distintas revistas creció considerablemente, a esto se suma la facilidad que existe por publicar contenidos digitales en las múltiples plataformas que ya no solo corresponden al ámbito regional, sino también, expandiendo sus fronteras a lo nacional e internacional.

Con el incremento progresivo de materiales textuales en el transcurso del siglo XX, obviando los materiales propiamente novelísticos y poéticos que aumentan considerablemente, surge la necesidad de crear un espacio donde se conserven este tipo de documentos, es decir, que se consolide un lugar para depositar la bibliografía de los escritores de Nariño. Fue en este proceso, donde la iniciativa del antioqueño Luis Eduardo Acosta H. adquiere importancia, en vista de que con la formación de la Sala de Autores Nariñenses ayudaría en la conservación de los textos regionales (Memorias del Sur. Una ciudad para la memoria, cuadro cronológico, 2003, p. 240). De esta iniciativa, dirá Ignacio Rodríguez (1966), que es:

[...] una de las más ambiciosas y trascendentales empresas de cuantas se han llevado a término en el Sur de Colombia, en lo que va corrido de este siglo. Y, con el trascurso de los años, se apreciará mucho más la trascendencia de esta labor cuando los historiadores del futuro encuentren en la “Sala de Autores Nariñenses” de la Universidad, una de las fuentes documentales más importantes para sus investigaciones. (p. 3)

 

Con el surgimiento de estos espacios, se puede deducir que el reconocimiento de la producción textual en Nariño empieza a tener un lugar importante en la cultura, la sociedad y en los espacios académicos del siglo

XX. Desde la visión de Ignacio Rodríguez (1966) con la aparición de las bibliotecas públicas (lugares donde se ofertarán espacios para la ubicación de materiales textuales regionales) se contribuye a la conservación de la memoria cultural de sus tradiciones y su historia local, con el fin de hacer pervivir estos conocimientos singulares hacia las generaciones futuras.

En lo que respecta a las librerías y bibliotecas, Temístocles Pérez Delgado (1954) comenta que la primera biblioteca pública registrada en Pasto data de 1872. Esta biblioteca se inauguró en el salón del Concejo Municipal, fue abierta debido a la Sociedad Filológica, se destaca que en ella se encontraba la efigie del Libertador Simón Bolívar. Ella contaba con un total de 208 obras en 438 volúmenes. Posteriormente, se encuentra la librería de Moisés Martínez ubicada en la plaza principal en un salón de Juan Bautista Astorquiza, en la calle 19; después la de Manuel Santiago Guerrero ubicada en la calle

16. Estas bibliotecas y librerías serán las bases para formar la biblioteca de más de catorce mil volúmenes que compone la de Ignacio Rodríguez.

Años después, el doctor Carlos E. Restrepo, durante su administración presidencial (1910-1914), designó Gobernador de Nariño al doctor Apolinar Mutis. Uno de los actos memorables de este mandatario fue la fundación de la Biblioteca del Centenario, creada por Ordenanza 23 de 1912, reglamentada por Decreto 285 de 28 de mayo e inaugurada el 11 de agosto de 1913 en forma cómoda en la planta baja de la Universidad de Nariño (Calle 19). Según comenta Pérez (1954), en ella se incorporaron libros de la biblioteca de la Sociedad Filológica, y otras donadas por intelectuales como Rafael Sañudo, Benjamín Benalcázar, Eliseo Gómez Jurado, Apolinar Mutis, Ángel Martínez Segura, Adolfo Gómez, Néstor Felipe Chaves, Arístides Gutiérrez, Nicolás Hurtado; aclara este mismo investigador que dicha biblioteca: “despejó horizontes obscuros a una nueva aurora, inquietó las inteligencias dormidas, despertó fervoroso amor por la lectura” (Pérez, 1954, p. 25).

Consecutivamente, se generaron depósitos de materiales bibliográficos de autores regionales y publicaciones como la de Acosta Hoyos Bibliografía anotada del Departamento de Nariño (1966). En ella se catalogan un total de 753 publicaciones de libros y folletos ubicados tanto en los fondos bibliográficos depositados en la Sala de Autores Nariñenses, como también, en algunas bibliotecas personales como lo son las de: Alberto Quijano Guerrero, Bolívar Chaves R, Ignacio Rodríguez Guerrero, Monseñor Justino Mejía y Mejía, Carlos Puyana, Manuel Antonio Coral y la Biblioteca del Colegio Javeriano. De estas bibliotecas se destaca la de Ignacio Rodríguez en Pasto, de la cual se han generado distintos comentarios ya sea en relación a su propietario, a la gran extensión de materiales bibliográficos que en ella se albergaban, o a su trágica desaparición. Su propietario comenta en el prólogo que abre el texto de Acosta (1966) que:

Conviene declarar en este punto que no fue posible la revisión total de los fondos bibliográficos de la Biblioteca particular del autor de esta introducción, por cuanto gran parte de su librería, está embalada en muchas cajas, sin posibilidad de ser abiertas por falta de espacio, y a la espera, desde hace meses, de ser colocados los libros en los estantes que se acondicionarán en unos locales adyacentes que se están preparando. (Ignacio Rodriguez, 1966, p. 9)

 

Con la elaboración de depósitos de libros, se evidenció la iniciativa de generar colecciones y publicaciones de autores nariñenses, al parecer, con esto se pretendía además de poner de manifiesto el potencial cultural de esta región ante el resto de Colombia, presentar entre sus mismos habitantes el posicionamiento histórico, las ideas y las inquietudes que presentaban sus distintos pobladores. Ante esto, Sergio Elías Ortiz (1950) manifiesta respecto al lanzamiento del tercer volumen de la colección Biblioteca de Autores Nariñenses, iniciativa del Gobierno Departamental en 1948, que:

Necesitamos hacernos presentes con el libro, con la producción del espíritu, no solamente para ponernos a tono con las demás secciones del país, que rivalizan en su empeño por superarse y por colocarse a la cabeza de la cultura de la Patria grande, sino por dar noticia ante la propia tierra de nuestra inquietud espiritual, de nuestra posición ante los grandes problemas que agitan las conciencias y las inteligencias en esta hora trágica del mundo, de nuestro cultivo mental en los colegios y escuelas y en la experiencia de la vida, que es la mejor y más grande maestra del hombre. (Ortíz, 1950, p. 9-10)

 

Además del texto de Acosta sobre compilación bibliográfica regional, existen otros trabajos bibliográficos como lo son el de: Sergio Elías Ortiz Noticia sobre la Imprenta y las publicaciones del Sur de Colombia durante el siglo XIX (1935), publicada por la Imprenta Departamental de Pasto; la de Ángela Hernández de Caldas y su Catálogo de la Biblioteca de la Universidad de Nariño (1960), y ya finalizando el siglo XX, surge como encargo del Banco de la República de Ipiales y el Área de Cultura, el trabajo de Escritores Nariñenses del siglo XX (1992), encargado a Amparo Moreno de Rodríguez. Para esta última revisión bibliográfica, se suman como fondos bibliográficos: la Sala de autores regionales del Banco de la República, Centro Cultural Leopoldo López Álvarez, la Sala de Autores Nariñenses de la Universidad de Nariño, la Biblioteca Sergio Elías Ortiz del centro de estudios superiores María Goretti y la Biblioteca de la Casa de Cultura.

Por medio del surgimiento de las bibliotecas y de las bibliografías, en particular de Acosta Hoyos (1966) y de Moreno de Rodríguez (1992), se puede comprender que en estas investigaciones existe la necesidad de inventariar en el caso del primero, la mayoría de textos publicados en el departamento de Nariño, aclarando que no se hace alusión a revistas, hojas de volantes y periódicos (Ignacio Rodriguez, 1966, p. 9); en el caso del segundo trabajo, se hace un inventario enfocado en visibilizar concretamente, materiales literarios, por lo que allí, se dan a conocer en su mayoría, obras líricas y narrativas durante el siglo XX. Con esta investigación Moreno (1992, p. 7) pone de manifiesto que las investigaciones literarias en Nariño giran en relación a la novela y la poesía, descuidándose el periodismo, la historia, el ensayo, el cuento, la filología, la crítica, la leyenda, el relato y el drama.

Se puede concluir a partir del reconocimiento de este tipo de trabajos que tanto las revistas, prólogos, antologías, biografías e inventarios bibliográficos, configuran un suplemento importante para analizar el desarrollo de las propuestas tanto sobre la literatura como del discurso que se configura en relación a ella, pues brindan un acercamiento del desarrollo sociocultural de las ideas que se van tejiendo alrededor de los estudios literarios. Hay que indicar que a partir de las fuentes citadas de la primera mitad del siglo XX, surgieron algunas de las investigaciones más rigurosas y de gran extensión que se forjan en la segunda mitad del siglo XX, y que serán parte del discurso de la crítica literaria en Nariño en la actualidad, pues muchos de estos textos alojan un distintivo enfoque, que puede inscribirse como una propuesta que radica en preservar, dar a conocer y analizar, la llamada literatura regional en Nariño. Como se supondrá, el trabajo que desarrollaron en la segunda mitad del siglo XX, Cecilia Caicedo, Nohora Rodríguez, Chamorro Terán y Jorge Verdugo serán de vital importancia para tener un acercamiento profundo sobre la producción literaria de Nariño.

 


Referencias

 

Acosta Hoyos, L. E. (1966). Bibliografía anotada del Departamento de Nariño. Pasto: Imprenta Departamental.

Álvarez Hoyos, M. (2016). Ilustración Nariñense, la revista cultural del sur de Colombia 1924-1955. Historia y memoria (13), 257-297.

Biblioteca Virtual del Banco de la República. (4 de 2 de 2023). Ilustración Nariñense. Obtenido de https://babel.banrepcultural.org/digital/collection/p17054coll26/ id/8180/rec/2

Biblioteca Virtual del Banco de la República. (s.f.). Anales de la Universidad de Nariño. Recuperado el 4 de 2 de 2023, de https://babel.banrepcultural.org/digital/collection/ p17054coll26/id/19628/rec/17

Cortés Moreno, G. (2003). Índice de la revista “Cultura nariñense” desde su fundación. En A. N. Historia, Manual de Historia de Pasto (Vol. IV, págs. 331 369). Pasto.

Delgado Ch, R. (1926). El Número 12 de nuestra Revista», n° 12 (): 1. Ilustración Nariñense (12).

Delgado Ch, R. (marzo de 1943). El Dr. José Rafael Sañudo y nuestra revista. Ilustración Nariñense, 88.

Delgado, S. (1928). Portaliras Nariñenses. Quito: Tipografía y encuadernación Salesianas.

González Martínez, H. (2004). Presentación. En G. Bustamante Zamudio, & H. Kremer, Antología del Cuento Corto Colombiano (2° ed., págs. 13-14). Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional.

Guzmán Méndez, D. P. (2015). Memoria y canon en las historias de la literatura colombiana (1867-1944). Bogotá, Colombia: Universidad Santo Tomás.

IADAP Colombia. (1994). Cuento Popular Andino. Quito: Ediciones Instituto Andino de Artes Populares del Convenio “Andrés Bello”.

Moreno, d. A. (1992). Escritores nariñenses del siglo XX. Ipiales.

Ortiz, S. E. (1950). Tercer Volumen. (Breves líneas de presentación). En A. Ortiz López, La comedia trágica (págs. XIX XV). Pasto: Imprenta del Departamento.

Pozuelo Yvancos, J. M. (2006). Canon e historiografía literaria. Mil Seiscientos Dieciséis, 17-28.

Pérez Delgado, T. (noviembre de 1954). Bibliotecas y Librerías de Pasto. Ilustración Nariñense (118), 24-25.


Rodríguez Guerrero, I. (1966). Prólogo. En L. E. Acosta Hoyos, Bibliografía anotada del departamento de Nariño (págs. 3-13). Pasto: Imprenta Departamental.

Rodríguez Rosales, J. (2021). Para llegar a la Etnoliteratura. Pasto: Universidad de Nariño.

Rodrizales, E. J. (2004). Antología de poetas y narradores nariñenses. Pasto, Colombia: Xexus Edita.

Rodrizales, E. J. (2012). Publicaciones literarias y culturales en la provincia de Pasto y demás Provincias del Sur. Awasca, 85-95.

Rodrizales, J. (2014). Taller de escritores “Awasca” (19/4-2014). Awasca 26, Revista del Taller de Escritores. Universidad de Nariño, 11-18.

Sánchez Montenegro, V. (1949). Prólogo. En T. Albán Ramos, Poesías Teófilo Albán Ramos (págs. VII CXXXXIII). Pasto: Imprenta Departamental.