ARTÍCULO DE REFLEXIÓN Recibido:
04/02/2025
Aprobado: 29/07/2025
María Alexandra Muñoz Ordoñez
Dumer Mamián Guzmán
DOI: https://doi.org/10.22267/rceilat.2556.139
Resumen
Belén, la capital marroquinera de Nariño, es un pequeño territorio al norte
del departamento que cuenta mil historias a través de sus calles y caminos; que
encuentra paisanos en cada rincón del país y que tiene tanto que aportar a la
región y a la nación como muchos otros pedazos de tierra habitados por
colombianos empeñados en salir adelante. La historia de Belén no empieza con la
marroquinería, sino que se remonta a unos tiempos agrícolas que, hoy por hoy,
poco y nada resuenan en sus calles y campos modernizados. Hoy, la vida se
cuenta en retazos de cueros y de colores, en los talleres familiares y en los
inigualables productos terminados que solo un belenita
sabe elaborar.
La historia belenita no ha sido visibilizada, lo
que no ha permitido que llegue a tantos rincones como sería posible. Se ha
valido un poco de la academia para ser divulgada.
Este artículo busca presentar a la danza folclórica como una herramienta
pedagógica que tiene la posibilidad de contar la historia belenita,
a partir de la investigación de su devenir y contando, a través del movimiento,
momentos emblemáticos de la vida agraria, el paso a la marroquinería y el
establecimiento de esta industria entre sus gentes. Es una alternativa
pedagógica para fortalecer los rasgos identitarios belenitas;
proponiendo la danza, el movimiento, el cuerpo, como vehículos que lleven a la
cultura belenita a reforzarse, a crecer e invitar a
otros a crear a través del conocimiento del territorio.
Palabras clave: Cultura, Danza
folclórica, Historia, Identidad, Marroquinería.
Abstract
Belén,
known as the leather craftsmanship capital of Nariño, is a small town in the
north of the department that holds countless stories within its streets and
paths. Yet, much of its history has not been made visible, limiting its
dissemination to wider audiences. Some aspects have been shared through
academic work.
This
article seeks to present folk dance as a pedagogical tool to narrate Belén’s
history, highlighting emblematic moments through movement —from agrarian life
to the transition into leather craftsmanship and the establishment of this
industry among its people. It offers a pedagogical alternative to strengthen
the identity traits of Belén’s inhabitants, proposing dance, movement, and the
body as vehicles that reinforce and expand Belén’s culture, while inspiring
others to create through knowledge of the territory.
Keywords: Culture,
Folkloric Dance, History, Identity, Leather Goods.
Introducción
Belén,
es un pequeño municipio al norte del departamento de Nariño, a unos 92 km,
aproximadamente, de la ciudad de Pasto. Conocido como la tierra del cuero o la
capital marroquinera de Nariño, debido a su industria ya muy enraizada, la cual
viene desarrollándose desde 1920, aproximadamente (Ordoñez y otros, 1991).
Belén es uno de los municipios más jóvenes del departamento. Antes de ser
establecido como tal, fue un corregimiento de su vecino municipio La Cruz, del
cual dependió administrativamente y con el cual se desarrolló cultural y
socialmente hasta el año 1985, año en el que fue reconocido como un municipio
independiente. No obstante, la organización social, cultural e identitaria de
sus habitantes es de más larga duración antes de que la industria del cuero
asomara en su historia y sus quehaceres, pues este territorio se forjó
construyendo una vida social y cultural agraria rural.
En
consecuencia, la historia de la cultura y la sociedad belenita
cuenta con enormes riquezas, pero no ha sido investigada a profundidad; se
reconocen sus productos en cuero a nivel departamental, pero su riqueza
cultural y su construcción histórica son pobremente difundidas, incluso, muchos
de sus habitantes más jóvenes reconocen saber muy poco al respecto. Entonces,
la intención de esta investigación es indagar en la historia belenita y encontrar la mayor cantidad de aspectos
culturales e identitarios posible para difundirlos a través de la danza
folclórica, una herramienta pedagógica mucho más propicia y pertinente, que
llega a múltiples públicos por ser innovadora y entretenida, al tiempo que
educa en diferentes direcciones, tanto a quienes la ejecutan como a quienes la
observan; pero, para tal efecto, necesita que quienes la interpreten se
adentren en dicha historia, reconozcan los aspectos culturales que la hacen tan
particular y que la dejen ver en sus movimientos por medio de una
representación creativa y limpia, sin asomo de simplicidades para que de pie a
las más diversas y ricas interpretaciones. La danza es una herramienta popular,
un quehacer de la cotidianidad, que nace de la comunidad y se acerca a ella; es
por ello que esta trasciende las aulas. Por estas razones se busca que sea
apropiada por la comunidad y sus intereses, sus esfuerzos y su creatividad, que
se vea como una herramienta que puede ser usada por cada uno de los habitantes
del territorio y con ella educar a la comunidad, con la expresión y la
apropiación del sentir común, apoyado en la investigación y observación
profunda de los detalles que identifican a este territorio y a quienes lo
habitan.
La propuesta
dancística se crea teniendo como insumo base la historia belenita,
su etapa agrícola y su actual etapa marroquinera, cada momento de la puesta en
escena se establece bajo la lógica de un momento histórico relevante para la
construcción de lo que hoy es el municipio de Belén, En esta medida, la puesta
en escena cuenta tres momentos, el primero es la muestra del campo belenita, usando movimientos sencillos y lentos,
enfatizando en quehaceres como la siembra y la cosecha, el trabajo familiar, el
idilio amoroso que establece a la familia belenita
como la base de su sociedad; como segunda parte se tiene las razones del cambio
socioeconómico, mismo que se reconoce dentro de la lógica de la guerra, guerra
que llega al territorio y deja como única opción el cambio de la economía en el
territorio y la construcción de nuevas formas de vida; finalmente se describe,
a través de la danza, a la economía y sociedad marroquinera, distribuyendo los
quehaceres como fuera costumbre desde los inicios hasta la actualidad, dejando
algunos trabajos a los hombres y otros a las mujeres, pero estableciendo que el
desarrollo de Belén como territorio marroquinero requiere del trabajo de una
sociedad unida y dispuesta a salir adelante en unión y fraternidad.
La danza
folclórica como método de difusión histórica popular
En el
amplio abanico y diversidad de matices en que el arte se despliega y se
presenta para transformar a las sociedades, se permite también aportar a la
perdurabilidad de las costumbres y a la divulgación de las mismas, y, así
mismo, ser percibido y disfrutado por todos los públicos. Y como el arte no es
ingenuo, lleva siempre implícito un mensaje, que se transmite, se divulga y
crece hasta volverse parte del pensamiento cotidiano de sus observadores.
La danza es una
de esas expresiones artísticas que tiene amplias posibilidades pedagógicas y
que, siendo parte de la cotidianidad de las comunidades, se acepta con total
naturalidad y se disfruta y multiplica fácilmente, “La danza tiene validez
pedagógica ya que puede ser un factor de conocimiento cultural; además, puede
ser un factor de educación intercultural favoreciendo el conocimiento y la
aceptación y tolerancia de la realidad pluricultural de la sociedad actual”
(Hernández, Torres, 2009, p. 2).
Como es posible
evidenciarlo desde el texto de Hernández “La danza y su valor educativo”, la
danza puede considerarse una herramienta pedagógica que trasciende el aula,
esto dado que permite la divulgación de conocimientos culturales y el
reconocimiento de la diversidad cultural, así, siendo una actividad que hace
parte de la cotidianidad de los grupos humanos, no busca una estructuración
precisa, no requiere de ella, más bien se establece en la lógica del compartir
los saberes, del conocer y aprender por inquietud y gusto particular, creando
espacios en lugares y momentos que, podrían no estar pensados para la danza,
pero que se vuelven parte del quehacer dancístico en tanto la comunidad los
requiere y los ve como espacios propicios para el compartir. De este modo es
posible hablar del arte más allá de la exposición o explicación racional y
reconocerlo como un medio de divulgación, aprendizaje y fortalecimiento de la
identidad, la cultura y la historia de los territorios.
No obstante, en
nuestro caso, la danza desde la academia cuenta con una estructuración y
estudio formal que le permite establecerse como uno de los artes más amplios y
completos, pues cuenta con investigación social y bibliográfica, con
investigación musical, apropiación del personaje e identificación con el mismo,
reconocimiento de la región que se interpreta y, por supuesto, el cuerpo, como
herramienta indispensable en la interpretación.
Es así como la
danza se vuelve un instrumento propicio para la divulgación de los aspectos
culturales y el fortalecimiento de la identidad belenita.
Danzando la historia le permite llegar a grupos sociales muy diversos tanto en
edad, como en gustos e intereses. Más aún, si la danza está acompañada de la
música y el relato resumidos en un buen montaje. Lo que, a su vez, llama la
atención y conserva su esencia e intención hasta el final, educando incluso al
más escéptico y distraído. También se convierte en un aspecto simbólico
fundamental para la cultura y la identidad, puesto que, la representación
implica aspectos identitarios a través de simbolizaciones.
Para Geertz en su texto La interpretación de las culturas (1973), los
aspectos simbólicos representan e identifican a los grupos sociales y sus
culturas, pues
... lo simbólico
(sea un rito de pasaje, una novela romántica, una ideología revolucionaria o un
cuadro paisajístico) tiene una existencia tan concreta y una entidad tan
manifiesta como lo material; las estructuras que lo simbólico transita, si bien
elusivas, no constituyen milagros ni espejismos, sino hechos tangibles.
(Geertz, 1973, p. 10)
Leyendo a Geertz, es
posible deducir que todo elemento o creación simbólica, como la danza, puede
aportar a la perdurabilidad de las tradiciones en el tiempo, pues se nutre de
hechos reales, creencias sentidas y quehaceres vividos, que buscan permanecer a
través de la historia y seguir afianzando la identidad de un grupo social
particular.
Desde los
argumentos y experiencias presentadas por Doris Sommer
(2020), las posibilidades del arte en la educación, son infinitas; empezando
por la asimilación de la lectura por medio del arte, llegando a la
interpretación de la misma a través de la creatividad, de las propuestas
musicales, teatrales, dancísticas, plásticas y de dibujo. Estas posibilidades,
presentadas por medio de pretextos, dan nuevas opciones y formas de enseñar, de
reconocer y entender el conocimiento como una forma de mejorar las condiciones
de vida de un grupo social.
La creación de
la puesta en escena requiere inicialmente del reconocimiento de los aspectos
que se busca representar, sean momentos históricos, quehaceres o tradiciones
particulares, esto para que el enfoque sea específico y evitar divagar en el
proceso de creación.
Es desde la
lectura de contexto, la investigación del mismo y el conocimiento del carácter
pedagógico que tiene el arte y, en particular, la danza, como se crea una
puesta en escena que cuente una historia, que permita la divulgación de
tradiciones propias de un territorio y que aporte a la apropiación identitaria.
Belén, su historia, su cultura y su tradición, son los insumos que aportan a
esta puesta en escena, que cuenta la historia y reivindica la cultura y
tradición a través del movimiento, del cuerpo, del sentir, interpretando con
respeto todo aquello que identifica a los belenitas y
les hace ser orgullosamente de la tierra del cuero
Se busca,
entonces, que la danza sea la herramienta de difusión de una historia que se ha
contado pocas veces y que debe ser conocida, una historia riquísima para
propios y extraños, pues resalta el valor del belenita,
la tenacidad y la capacidad para salir de la adversidad; esta historia belenita ha sido, en parte, investigada ya, pero su
difusión ha sido mínima, es por ello que se ve al arte como una opción nueva
para divulgarla, para que sea esparcida por el departamento y así la cultura belenita se enriquezca.
Para tal
efecto, se creó una historia corta que recoge lo que se considera son los
momentos históricos más importantes en el proceso de transformación de Belén y
que al tiempo resaltan los aspectos culturales más relevantes de este
territorio.
Belén, una historia
por contar
Para
entender en su totalidad a Belén como la tierra del cuero, es imperante conocer
su historia, identificar sus etapas y reconocernos como herederos de muchas
partes de cada una de ellas. Este proceso dará mayores bases a la identidad belenita, al tiempo que nutrirá su cultura y ampliará su
conservación, su reconocimiento consciente e inconsciente y su arraigo profundo
por parte de la comunidad.
Belén, capital marroquinera de Nariño, es la denominación con la cual se
reconoce, en muchos rincones del departamento y algunos lugares del país, a uno
de los municipios más jóvenes y pequeños del departamento de Nariño. Se lo
conoce de esta manera por su trabajo en la industria del cuero y por la calidad
de sus productos. No obstante, la industria del cuero es solo uno de los
múltiples aspectos que componen tanto la historia como la cultura belenita.
La historia del
territorio belenita empieza en el campo, como un
lugar dedicado a la agricultura, donde, entre la siembra y la cosecha,
transcurría la vida de los belenitas. Para ese
entonces aun no eran un municipio independiente, pues dependían
administrativamente del municipio de La Cruz, destacado por el desarrollo del
comercio, actividad de la que también participaban los belenitas,
pues aun cuando las cosechas les garantizaban a las familias del territorio
estabilidad alimentaria, el comercio de estos productos les permitía resolver
las eventuales necesidades alternas que se les presentaban. Esta etapa es
recordada por los habitantes del lugar en medio de la nostalgia y el
agradecimiento, pues aseguran haber vivido en medio de una abundancia que, desafortunadamente
no volvieron a vivir.
Las investigaciones históricas dan cuenta de la importancia de la
agricultura para este territorio. Cuentan que, hasta los primeros años del
siglo XX, este era un territorio puramente agrícola, actividad que se
desarrollaba de conformidad con cierta división del trabajo, puesto que, los
hombres se dedicaban a las labores del campo, mientras las mujeres se dedicaban
a las labores del hogar. Para este tiempo la gente de Belén sustentaba sus
necesidades en un 98% del campo, de la agricultura, mientras el 2%
restante se dedicaban a la carpintería, la alfarería, la artesanía de la paja
toquilla y tejidos de lana de oveja en guangas, así lo plantea Gerardo Mesías
Ordoñez y otros, en su texto Monografía de Belén (1991).
Pero también participaban en el desarrollo del comercio, empezando por el
intercambio cotidiano “trueque”1 entre los
vecinos, y pasando a la venta de estos productos en el casco urbano de La Cruz.
La habilidad para vender sus productos, le será fundamental en la siguiente
etapa de su historia.
Para 1920, se
establece la industria del cuero con la elaboración de productos de poco
acabado y de baja dificultad, tales como rejos, zurrones, alpargates y
sandalias. Más adelante, según Mesías Ordoñez y otros (1991), ya se establece
la marroquinería, como fuente económica y cultural fundamental, con dos
modalidades básicas: la curtiembre y la marroquinería.
El trabajo del
cuero toma tanta relevancia entre los habitantes de Belén que, hoy por hoy,
múltiples familias se consideran las iniciadoras de esta industria en su
terruño; y las versiones de la llegada de la industria del cuero también son
amplísimas. No obstante, hay una historia o versión que unifica a todas las
demás, pero que de a poco ha perdido popularidad, aun así, muchos de los
habitantes más longevos del territorio la cuentan y se sienten identificados
con esta versión, pues después de ella, sus familias entran a hacer parte de la
historia de instauración de este quehacer tan importante para los belenitas.
Se popularizó la versión de que, durante la guerra de los mil días, etapa
compleja para el país, los soldados de ambos bandos pasaron por el territorio belenita ya que antes pasaba por el lugar el “Camino real”
que comunicaba a Pasto y el sur con Almaguer, Popayán y el norte del país, y
viéndose sin comida y sin recursos de ningún tipo, se decidieron a entrar a las
pequeñas fincas a llevarse los sembrados y matar el ganado, llevándose la carne
y dejando solamente los cueros. Esto dejó a las familias en la desolación, pero
en cuanto pudieron reponerse de dicho golpe decidieron darles uso a esas
pieles, usándolas, inicialmente, como morrales improvisados para transportar
los pocos productos que les quedaron. No obstante, dicen que por esta época
había en Belén un “forastero” 2 del Huila, que
había viajado a visitar a unos familiares, quien viendo la situación les
comentó que en sus tierras se trataba el cuero para la fabricación de elementos
necesarios en el campo y decidió explicarles cómo se podían elaborar con los
recursos con que contaban en el lugar.
Es así como la industria del cuero llega a Belén, por completo azar del
destino, pero se vuelve tan importante para la región que las técnicas se van
perfeccionando hasta convertir la marroquinería en la bandera de los belenitas, fundamento de su tierra, su cultura y su
identidad. Esta sería la primera piedra de una industria que se iría
perfeccionando con el tiempo y que apenas, hacia 1920, según Mesías Ordoñez y
otros, en “Monografía de Belén” se empezaría a conformar como una fuente
económica palpable, pues gracias al aprendizaje de la curtición de las pieles,
la producción de los elementos fue aumentando y su calidad en mejora constante.
La puesta en
escena
El relato: Ser de
Belén, ser del terruño del cuero (Descripción historiográfica)
Belén, un municipio al norte del departamento de
Nariño, establecido, en sus inicios, como un territorio agricultor, se vio,
como muchos otros lugares del territorio nacional, afectado profundamente por
las desigualdades sociales, económicas y políticas, que derivaron en el
conflicto armado, vigente hasta nuestros días y que tocó tan fuertemente al
entorno que terminó cambiando, casi por completo, la fuente económica de este
lugar dejando como resultado una nueva forma de vida y un territorio en reconstrucción.
El conflicto armado en Colombia, llegó a las tierras belenitas
durante la Guerra de los Mil Días, tiempo de conflicto e inseguridad; se cuenta
que para este tiempo los soldados de ambos bandos (liberales y conservadores)
terminaron llegando a las montañas belenitas, en
donde, a causa de la escasez y agotamiento de la guerra, decidieron tomar por
la fuerza la cosecha y el ganado de las fincas cercanas, dejando como resultado
familias campesinas sin cultivos ni animales, con temor y sin a dónde ir; tras
la situación, estas familias quedaron en la pobreza; pero justo, por ese tiempo
un “forastero” huilense llegó a tierras belenitas,
visitando a familiares y amigos; él, viendo la situación les comentó que en sus
tierras se trabajaba el cuero y decidió enseñarles cómo hacerlo, a lo cual
ellos respondieron que sí. La solución resultó en la utilización de lo único
que la guerra les dejaba, las pieles de sus reses robadas, con las cuales
empezó la reconstrucción de un territorio alrededor de un quehacer que hoy
persiste en el contexto y significa, más del 90% de la economía belenita.
Belén pasó de ser de territorio agrícola a marroquinero y esto le requirió
la reorganización de su entorno, la reconstrucción de su cultura, la
reformación de sus pensamientos, formas y figuras, tanto sociales, como
culturales y económicas. Hoy, Belén, es la capital marroquinera de Nariño,
tierra orgullosa de su producción manufacturera y defensora de una cultura en
construcción, que, aunque, seguramente, continuará en constante movimiento,
está basada en su historia, sus dificultades y las habilidades de sus
habitantes para ser felices.
Este fue el insumo principal para la construcción de la puesta en escena
denominada Belén, la tierra del cuero, que está
compuesta por dos propuestas coreográficas basadas en la danza folclórica, de
corte dramatúrgico, acompañada de música inédita compuesta, especialmente, para
el contexto, compuestas con ayuda de la investigación en el territorio,
considerando las características geográficas y culturales vigentes y los
instrumentos más usados en el entorno. Tanto la música como la danza pretenden
describir algunos aspectos relevantes de la cultura belenita.
Es importante
resaltar los aportes, del maestro Edisson Leonidas
Jojoa Erazo, en la parte musical, de Jimmy Alexander Cañar, uno de los
directores de la propuesta dancística, y de los integrantes de la agrupación
Tierra ancestral, quienes participaron activamente en la puesta en escena.
Descripción
coreográfica
La
escenografía está ambientada en la temática de la feria artesanal del cuero,
que se ha desarrollado en el municipio de Belén en 12 versiones. En el
escenario se destacan elementos como los productos de cuero, así como los
elementos que representan la geografía municipal y algunos del Carnaval de
Negros y Blancos, que se mantienen en este territorio.
La propuesta
coreográfica, así como la musical, constan de dos partes: la primera se crea
con la intención de hacer una descripción de la historia del municipio,
enfocándose en aspectos como, el campo y las labores agrícolas, acto seguido se
busca representar la coyuntura que exige el cambio de economía del municipio,
la guerra, representada de manera muy sutil; finalmente, se presenta la
aceptación y reconstrucción de la identidad y cultura a través de una nueva
economía, el cuero.
Por otro lado,
está el aspecto musical, pues su influencia es de gran importancia tanto en el
desarrollo de la propuesta como en el objetivo de la misma, dado que la música
es también un medio artístico muy influenciado por las sociedades en que se
crea y que consigue rescatar y reforzar la identidad de los pueblos. Así pues,
la propuesta consta de dos piezas musicales que se describen de la siguiente
manera: la pieza musical inicial relata aspectos geográficos, económicos y
culturales del municipio, de una forma muy poética, buscando resaltarlos y
darlos a conocer, lo que la hace muy pertinente para la propuesta coreográfica
de inicio, pues esta busca representar la conformación del municipio, sus
cambios, sus raíces y la llegada de la industria del cuero. En ella se deja
entrever, de una forma muy sutil, la historia de la guerra, la cual da paso a
la conformación de un territorio que es del cuero. La segunda parte de la pieza
musical es instrumental y está inspirada en los ritmos y sonidos propios del territorio,
en su etapa marroquinera. Se destacan instrumentos andinos y campesinos y un
ritmo festivo característico de esta región. Es así como la propuesta
coreográfica presenta la apropiación de una nueva forma de vida, la división
del trabajo y la reconstrucción del territorio alrededor de una nueva economía,
que generará unas nuevas formas culturales, identitarias y de vida.
Musicalmente se
consideró pertinente mantener el bambuco sureño o son sureño, como ritmo base
de la propuesta, pues representa al departamento y se mantiene en gran parte
del territorio. El vestuario es representativo de las mujeres mayores de Belén,
intentando que sea más fiel a sus costumbres y su vestimenta tradicional, así:
respecto del vestuario femenino, los follados son faldas rectas, los cunches de lana son enaguas de tela delgada y los pañolones
son piezas de cuero; este último, usado como elemento representativo de la
cultura e identidad belenita, destacado por ser la
fuente principal de su trabajo y de su identidad. En cuanto al vestuario
masculino se adopta el pantalón de tela, pero en colores vistosos, se cambia la
ruana de trabajo por el chaleco de hilo y se agrega el delantal de cuero, como
elemento representativo de la marroquinería.
Todos los
elementos y piezas de vestuario fueron pensados y usados en función de la
intención pedagógica y el acercamiento del estudiante y público a la
representación más fiel de la tradición belenita.
Conclusiones
El arte
es un vehículo muy apropiado para la enseñanza, no solo del arte en sí, sino
también de otras áreas, destacando en este proceso en particular, la cultura,
la identidad y la historia, pues son insumos fundamentales para la creación de
propuestas, especialmente folclóricas, populares y dramatúrgicas que buscan
representar al territorio que es fuente para su construcción. Del mismo modo,
el arte despierta la imaginación y permite el aprendizaje significativo, pues
permite anclar el conocimiento nuevo a lo ya conocido, garantizando que lo
nuevo permanecerá, con mayor facilidad, en la mente a través de la construcción
artística.
La danza, la
música y el teatro, se relacionan fácilmente en una puesta en escena histórica,
identitaria y cultural, pues se complementan profundamente y logran quedarse en
la mente, tanto del espectador como del intérprete.
El arte,
(música, danza, teatro) trasciende el aula, son medios populares y comunitarios
que se usan en la cotidianidad de los territorios, lo cual los hace totalmente
apropiados para cualquier tipo de espacio, para cualquier tipo de comunidad y
para todo tipo de objetivo pedagógico, pues no solo desarrolla habilidades
artísticas sino que desarrolla también la inquietud por saber; un buen artista,
en este caso danzante, debe basar su obra en investigaciones, en sentires y
seres que representan algo, a alguien, es la forma en que llegará más
fácilmente a su público y no solo se quedará por haber sido una bella
interpretación dancística, sino porque lleva un mensaje y demuestra que el arte
es todo, menos ingenuo.
La historia de
este pequeño territorio se nutre de un sinnúmero de experiencias particulares y
colectivas que han enriquecido culturalmente a sus habitantes, aportando a su
identidad y contribuyendo al fortalecimiento de sus tradiciones y de sus
quehaceres populares.
La cultura belenita se ha ido transformando a lo largo de su historia,
no obstante, hay aspectos que, por iniciativa de la comunidad, se mantienen
casi intactos en el territorio, y es con estos aspectos con los cuales los belenitas se sienten identificados, es a partir de esos
acuerdos tácitos a los cuales ha llegado la comunidad que las tradiciones se
mantienen y la cultura gira en torno a los aspectos básicos que se han gestado
desde muchos años atrás.
Belén es un
territorio lleno de cultura e identidad y su economía marroquinera es parte
fundamental de esta, pero no es lo único que ha influido en el desarrollo de
estos aspectos, está también la influencia indígena y la herencia campesina
que, aunque se han camuflado fácilmente en el tiempo, especialmente las raíces
indígenas, están ahí, en las expresiones y las tradiciones cotidianas.
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