José Oliden Muñoz Bravo
Escuela Normal Superior del Mayo. La Cruz - Nariño
Grupo de Investigación: “Educación y Pedagogía - GIDEP”
jolidemu65@gmail.com
Recepción: 15/04/2013
Aprobación: 27/08/2013
RESUMEN
Este artículo tiene el propósito de dar a conocer la vida del maestro Manuel Agustín Ordóñez Bolaños, uno de los educadores de Nariño, quien dedicó toda su vida a la creación de un método novedoso y original de lectura. Para tal fin, se realizó un estudio monográfico descriptivo de la vida y obra de este pensador; también cómo transcurrió su vida y la contribución que dejó a las nuevas generaciones, como un aporte singular pedagógico, en el que iniciaron su tránsito por los caminos de la educación. El escrito tiene como objetivo principal visibilizar la contribución de un pedagogo que, por curiosas circunstancias, perdió, durante años, el merecido honor de figurar en la galería de los más destacados autores colombianos del siglo XX. La importancia de este pedagogo radica en la educación de las y los jóvenes de La Cruz, de Nariño y de Colombia, al ser considerado un maestro de grandes cualidades y capacidades escritoras, con cuya obra aprendieron a leer y escribir generaciones enteras de colombianos. Las obras escritas, su originalidad y los aportes hechos a la educación del país son determinantes para considerarlo un maestro digno de destacar y ser enaltecido como un “eminente educador nariñense”.
Palabras clave: Educador, Lectura, Enseñanza, Método.ABSTRACT
This article is intended to highlight the life of the maestro Manuel Agustín Ordóñez Bolaños, one of the educators of Nariño, who dedicated his life to the creation of a new and original method of reading. This text is a monographic descriptive study of the life and work of this thinker; it also describes how he spent his life, and the contribution he left for future generations, a singularly pedagogical contribution, which started a journey down the road of education. The writing aims to make visible the contribution of a pedagogue who, by curious circumstances and lost years, deserved to be honored and appear in the Gallery of the most outstanding Colombian authors of the 20th century. The importance of this pedagogue in education, in Nariño and Colombia, is considered a master of great qualities and capabilities as a writer, through whose work whole generations of Colombians have learned to read and write. The written works, his originality, and the contributions he made to the education of the country are decisive in highlighting the consideration of this worthy master to be lifted up as an “eminent Nariñense educator”.
Keywords: Educator, Reading, Teaching MethodEl municipio de La Cruz es naturaleza y belleza: los molinos de piedra, el Cerro Petacas, el Cerro la Campana, el Púlpito, rodean los sueños regados por el río Mayo que, en Las Juntas, se une con el río Tajumbina. En las noches, según sus gentes, crece la desconfianza por el Guando*, que pasea cargando un ataúd.
Al retomar el proceso de la historia, se comienza a hacer un recorrido por los diferentes sitios y caminos, cuyas riendas los antepasados tomaron para enseñarlos y dejarnos un legado de incalculable valor, tanto cultural como literario, que hoy sentimos muy cercano y que agradecemos como chinchanos** el aporte fundamental para el desarrollo de la lectura a nivel de Colombia.
Los artículos escritos por el Doctor Vicente Pérez Silva son un testimonio más del destino trágico que nos ha tocado llevar a cuestas a los nariñenses. El maestro Manuel Agustín Ordóñez Bolaños, nacido en La Cruz del Mayo, municipio ubicado al norte del Departamento de Nariño, donde sus gentes trabajadoras y humildes defienden con compromiso los nobles ideales de pertenecer a esta tierra, cuna de grandes maestros y escritores que, como Jorge Buendía Narváez*, Vicente Pérez Silva1 , Miguel Ángel Rangel**, han demostrado su gallardía, con su pensamiento y ayuda al progreso de la región.
El aporte dado por el maestro cruceño Don Manuel Agustín Ordóñez a la lectura y escritura, es hoy una muestra de cómo los maestros de aquella época, con sentido de pertenencia por su profesión buscaban idear métodos que fortalecieran la enseñanza y que contribuyeran a ennoblecer el auténtico servicio de la educación pública.
La importancia de este estudio radica en el interés de resaltar a un pedagogo, pensador cruceño poco reconocido, quien, con sus trabajos, llevó a cabo un gran aporte a la educación en la región sur occidente del país durante el siglo XX, al lograr crear un método de enseñanza práctico para niños, con el cual pudieran leer y escribir de manera fácil.
La escuela vivida en tiempos anteriores es muestra de fructíferas jornadas de trabajo que enorgullecían la vocación de ser maestros, quienes, con sus bondades y entrega incondicional, buscaban que los niños lograran un aprendizaje favorable para sus metas y sueños, que los llevara por el camino del privilegiado ascenso de la superación, para con ello unificar sus criterios y conocimientos.
La vocación de enseñar viene impregnada en la laboriosa dedicación que Don Manuel Agustín Ordóñez, en su diario recorrido, les entregaba a sus alumnos para que pudieran comprender la importancia de la lectura como mecanismo para afianzar un aprendizaje y fortalecer los saberes.
Son innumerables los conceptos sobre la obra del maestro Ordóñez que dan testimonio de la real autoría del libro Alegría de leer, usurpado, según investigaciones de Vicente Pérez Silva, por un funcionario, que no era maestro, sino médico del Valle del Cauca, Evangelista Quintana Rentería. Este texto escolar se constituyó en el primer best seller de la literatura pedagógica colombiana y en él aprendieron a leer y escribir generaciones enteras de colombianos2 .
1. MANUEL AGUSTÍN ORDÓÑEZ BOLAÑOSNació en La Cruz del Mayo, justamente la “Ciudad Maestra” del Departamento de Nariño, el 17 de enero de 1875; fueron sus progenitores don José Domingo Ordóñez y doña María Bolaños. Allí aprendió las primeras letras y, luego, viajó a Popayán, donde adelantó con provecho los estudios secundarios en la Escuela Normal de Institutores. En este plantel educativo, muy famoso en aquella época, obtuvo el diploma de maestro, el 15 de abril de 1898. Desde entonces, mostró sus especiales dotes para la educación de la niñez y emprendió su labor en las escuelas de La Cruz, Pasto, Ipiales y Barbacoas.
En el año de 1928, asumió las funciones de directora del Liceo de Señoritas ubicada en La Cruz (Nariño), la señora Isabel Guzmán viuda de Guzmán, a quien acompañó en su fecunda labor el señor Manuel Agustín Ordóñez, quien junto con su hija Isabel Ordoñez O., dirigieron la escuela Anexa, en el mismo municipio3 .
Don Manuel Agustín Ordóñez llegó a ser alcalde de La Cruz, y, con su gran capacidad intelectual, logró dirigir los destinos del municipio por corto tiempo, alcanzando un lugar, donde también se destacan otros alcaldes, como: Modesto Pérez, Fenelón Ordóñez, Miguel Ángel Rangel, Rafael Rebolledo y Josafat Díaz Navia4 .
Don Manuel retornó a Popayán, en 1930, donde vivió algunos años dedicado por entero a la educación de los niños. En esta ciudad, Manuel Agustín Ordóñez supo ganarse el afecto entrañable de todos sus discípulos y la amistad de sus amigos más prestigiosos y representativos*.
En Popayán, tuvo un desempeño notable en bien de la comunidad y dejó huellas perdurables, al punto de considerarlo hijo predilecto de esa comarca; tuvo allí un discurrir venturoso y lleno de las mejores ilusiones y esperanzas. Durante algún tiempo, el consagrado educador ejerció labores de maestro ambulante en el Departamento del Valle del Cauca.
Distinguidos exponentes de la educación y de las letras colombianas se ocuparon en su tiempo de la personalidad del maestro Manuel Agustín Ordóñez, creador del más novedoso y original método de lectura conocido hasta entonces, y quizás hasta ahora, en forma unánime, autorizada y entusiasta, señalaron, ante la opinión pública y ante el Ministerio de Educación Nacional, los merecimientos de tan eminente educador y la importancia indiscutible de su obra.
Ante la imposibilidad de transcribir en su totalidad e integridad los numerosos conceptos emitidos en torno al maestro, quien supo granjearse la admiración y el aprecio de sus contemporáneos, particularmente el cariño de sus educandos, transmitió sus enseñanzas con un amor y comprensión inigualables, damos a conocer algunos fragmentos de los más significativos, apenas suficientes para lograr el conocimiento del maestro y la categoría de su trabajo pedagógico.
Nuestro ilustre maestro falleció en Bogotá el 27 de marzo de 1965, rodeado del amor de su esposa, doña María Nicaulis de Ordóñez, y el cariño de todos sus hijos: Plinio, Hermencia, Isabel (fallecida), Marina, Luz, Lucrecia, Manuel, Margarita y Leonor.
2. LA VERDADERA AUTORÍA DE LA ALEGRÍA DE LEERReivindicamos la imagen y el recuerdo de uno de los hombres más valiosos e ilustres con que cuenta no solamente La Cruz, nuestra tierra nativa, sino el Departamento de Nariño y toda Colombia, resaltando que, en su trabajo pedagógico, se cometió un hurto literario del texto original y manuscrito de la obra de su propiedad, y la cual, a partir de 1930, en sucesivas ediciones, fue publicada con el título Alegría de Leer.
Es importante resaltar que, entre los testimonios, citados por Vicente Pérez Silva, destacamos el de Tomás Maya, publicado en junio de 1927, en Popayán, un importante artículo titulado: “La caja de Lectura del maestro Ordoñez”, artículo que fue muy divulgado, no solamente en nuestro país sino en el exterior, y del que tomamos estos apartes:
El maestro Ordóñez, es el primero que realiza el verdadero sistema de lectura por palabras normales, lo que da por resultado necesario la lectura ideológica, única sensata para satisfacer lo dispuesto en el Artículo 53 del Decreto 491 de 1904, que dice: “El objeto esencial de la enseñanza primaria es el desarrollo en el niño del conjunto de sus facultades mentales. Las materias del programa deben enseñarse de manera que tiendan a perfeccionar dichas facultades y a procurar insensatamente en los niños la espontaneidad del pensamiento”… Ordóñez forma en el cerebro del niño, primero las imágenes (ejercicios de dibujo), enseña los objetos (ejercicio de percepción), con hábiles lecciones objetivas (caudal de ideas), y ofrece en seguida los signos integrales con los que hace la cámara la reconstrucción de las ideas para formar luego el juicio…5
En carta de fecha 10 de agosto de 1928, Dr. José Manuel Saavedra Galindo*, desde Cali, le hace esta manifestación:
Tengo guardados su equipo de letras en cubos y su método de enseñanza a leer, para que por ellos aprenda a leer mi tercera niña –Alba– la ahijada del poeta Valencia. Me parece que es el mejor elogio que le puedo hacer a su obra creadora de maestro. Concuerda ella con los preceptos de los grandes genios de la instrucción primaria, con Pestalozzi, que solo enseña a aprender; con María Montessori, que enseña jugando con el niño; con Decroly, que concentra en una las nociones fácilmente convergentes…6
El Dr. Leandro Medina* escribió alguna vez que el maestro Manuel Agustín Ordoñez había recibido “del cielo el don especial de la capacidad y habilidad para la enseñanza primaria, pues tiene una maravillosa capacidad para transmitir a los niños los conocimientos del modo más ameno, sencillo y rápido, obteniendo siempre éxito asombroso en su labor”.
El maestro Rafael Maya** consideró la obra de nuestro benemérito coterráneo, “de un valor inestimable por el acierto con que están escogidas las lecturas, por la graduación metódica en que van ordenadas y por la capacidad intrínseca de las mismas”.
Este nuevo método para enseñar a leer, y para escribir desde temprano por medio de la lectura, las bases de la educación y de la conducta de la vida, es una combinación completamente nueva y original, basada en la observación de los rasgos de carácter y aptitudes naturales distintivas de la infancia.
Los versados escritores y consagrados maestros de la pluma Luis Eduardo Nieto Caballero y Juan Lozano Lozano honraron al maestro con expresiones muy propias de sus nobles sentimientos y talentos. El primero de los nombrados, le hace esta confesión:
El conocimiento que tenía de la abnegable labor pedagógica de Ud. y del alto concepto que el sistema ideado por Ud. para la lectura le había merecido al sabio Dr. Decroly y a personas entendidas en asuntos de educación, como mi hermano Agustín, me hicieron especialmente grata la vista de Ud., es decir, su conocimiento personal, tan propicio para descubrir en Ud. las cualidades supremas del educador, las del corazón, la bondad para enseñar y la fiebre para hacer calar en las almas de los niños sus conocimientos. Me enteré con el mayor placer de que el sistema para enseñar a leer le mereció al Dr. Decroly la opinión, tan digna de tenerse en cuenta, de que obedecía a una institución maravillosa...*
Y el segundo de los nombrados lo hace en estos términos:
Agradezco muy comedidamente a Ud. la distinción que me ha hecho al explicarme detenidamente el método de su investigación para enseñar a leer y escribir en el mínimo de tiempo y con el mínimo de esfuerzo por parte del educando. No soy técnico en pedagogía, ni siquiera tengo vagas nociones de esa ciencia, pero me ha parecido tan racional el principio en que Ud. funda su sistema, y su desarrollo tan fácil lógico, que no puedo menos de felicitarlo por esa contribución tan excepcionalmente valiosa a la solución de nuestro primer problema colombiano, que es el analfabetismo… Es Ud. un ejemplar viviente del ciudadano útil y sabio, y así quiero manifestárselo, no para halagar una vanidad que Ud. desconoce, sino en cumplimiento de un deber de ciudadano interesado en todo asunto de acción cultural...**
El 19 de septiembre de 1925, el profesor Decroly, que por entonces visitaba a Bogotá, consignó en el diploma de Maestro de escuela de Manuel Agustín Ordóñez, de su puño y letra, el siguiente testimonio, que, traducido del francés, dice así:
Yo admiro el método inteligente empleado por el Sr Manuel Agustín para enseñar la lectura. El procedimiento puede perfectamente asociarse al sistema ideovisual o global que yo preconizo***.
En el mismo documento, el maestro Agustín Nieto Caballero, rector del Gimnasio Moderno, también, de su puño y letra, escribió:
Me asocio con especial agrado a lo dicho sobre el sistema de lectura del Sr. Ordóñez por mi maestro y amigo el Dr. Decroly****.
Durante su labor parlamentaria, el Dr. Guillermo León Valencia*, en comunicación dirigida al Ministro de Educación Nacional, Dr. Eduardo Zuleta Ángel, destacó a Manuel Agustín Ordóñez “entre los poquísimos apóstoles con que cuenta la educación pública”, por ser el autor de una obra seria, original y de “incomparable utilidad para la enseñanza científica de la lectura en las escuelas primarias de la Republica”7 . Con sobrada razón y sinceridad, este es un ilustre hombre de la educación pública y un verdadero luchador de la enseñanza colombiana. Cabe agregar que Valencia fue el autor de la Ley 4ª de 1940, mediante la cual se dispuso que: “El gobierno procederá a ordenar la edición de cinco mil ejemplares de la obra denominada Lector Nacional Colombiano, de que es autor el profesor Manuel Agustín Ordóñez”.
El mandato legal, no obstante la diligencia desplegada por el favorecido autor y la valiosa colaboración de sus amigos, educadores y parlamentarios, no obtuvo el deseado cumplimiento. La adversidad y la desventura truncaban así la justa y bien merecida aspiración de quien por tanto tiempo y con tan denodado esfuerzo se había dedicado con abnegación a la enseñanza.
Posteriormente, el 20 de octubre de 1949, Manuel Agustín Ordóñez celebró un contrato con el Ministerio de Educación Nacional, tendiente a la publicación de su obra El Lector Nacional Colombiano, compuesta de cinco libros o cartillas: la primera incluía el Modelo de la Caja de letras movibles en cubos de cartón (de fabricación europea), como material objetivo de esta cartilla; la segunda comprendía la Guía práctica para los maestros de las escuelas primarias para la enseñanza de la lectura y la escritura, como complemento para el uso de la cartilla número uno; y las cartillas números 3, 4 y 5.
Luego de múltiples obstáculos, inconvenientes y contrariedades, y de una lucha tesonera en este anhelado emprendimiento, apenas en el año de 1954 vio la luz únicamente el libro primero de El Lector Nacional Colombiano. Los demás, como consecuencia de los cambios de gobierno y de las fluctuaciones político-administrativas, lamentablemente quedaron inéditos. Así se aniquilaban los mejores sueños de un educador que había dedicado toda su vida a la enseñanza de la niñez y la juventud en el suroccidente colombiano.
En la página preliminar del libro de lectura antes mencionado, el maestro Ordóñez escribe lo siguiente:
Se ha dicho que yo no he hecho conocer el método que sigo para enseñar a leer. Bien. Desde el mes de noviembre de 1894, siendo yo alumno maestro de la Escuela Normal de Institutores del Cauca Grande y bajo la supervigilancia sapientísima del eximio Director de la Escuela Anexa, don Domingo Lemos B., empecé a enseñar la lectura por el método de sonideo; después, siendo yo maestro graduado, continúe enseñando en la misma forma, puesto que era oficial, en este entonces, el aludido método; pero en el mes de abril de 1905, estando de maestro en la ciudad de Ipiales, se me ocurrió – a la hora de clase – hacer leer a los niños de la misma manera que hablaban; tenía escrita la palabra saco, así: s-a-c-o, pues me tocaba ya enseñar el sonido de la letra ese (s) a más de 80 niños de primer año de escuela; escribí, pues, rápidamente, la palabra saco sin división alguna, pero distinguiéndola con tiza roja la silaba inicial sa; en otro lugar escribí la misma sílaba que sin ningún esfuerzo fue leída por los niños; en esta misma sílaba sustituí la vocal a por cada una de las demás vocales y con las sílabas sa, se, si, so, su, combinándolas con las letras que ya sabían, hice leer las palabras enteras: oso, soso, seso, casa, cosa, etc. Hago esta confesión con el siguiente juramento: “DIOS ME ESTÁ OYENDO”. Desde entonces abandoné totalmente el sonideo y puse en práctica el procedimiento de las palabras normales; haciendo siempre que fueran leídas en un solo tiempo, mejor dicho, íntegramente: De forma que en casi cincuenta años he enseñado a leer así.
Me resta aclarar que por medio de preguntas y respuestas y sin omitir la correspondiente inducción –método socrático– empleado por su autor 500 años a.C.; y de conformidad, también, con Bacon en las clases de objetividad; con Pestalozzi en la observación y curiosidad del niño, con Juan Amos Comenius, en lo tocante a la naturaleza y los sentidos, y finalmente con las reiteradas indicaciones que personalmente me hiciera, en feliz hora, el versadísimo y sabio profesor doctor Decroly, he escrito desde hace algún tiempo, una modesta guía para ayudar en algo a los abnegados maestros de primeras letras de mi patria en su faena misericordiosa de enseñar al que no sabe8.
En este punto, imposible no transcribir la certificación que, el 17 de febrero de 1927, expidió don José María Villegas, rector del colegio de su mismo nombre, en la ciudad de Buga; luego de haber presenciado las clases de lectura que el señor Manuel Agustín Ordóñez dictó en la sección Decroly en la Escuela anexa al mismo colegio, durante los días 12, 13 y 14 del mes de enero de dicho año de 1927. Como puede verse, se trata de un reconocimiento que de veras enaltece al creador de tan ponderado método de lectura. Dice así la referida certificación:
1º.– Que el procedimiento de lectura empleado por el señor Ordóñez es especialmente ventajoso en tratándose de párvulos, ya que la base de este procedimiento son las palabras normales, correspondientes a ideas adquiridas objetivamente, en lugar del análisis a que son naturalmente refractarias las inteligencias en formación, en lugar de la lectura mecánica de palabras y frases que inutiliza el niño para estudios secundarios y en lugar también de la lectura por frases del doctor Decroly, que quizás implica mentalidades capacitadas para formar juicios.
2º.– Que como el del doctor Decroly, el procedimiento del señor Ordóñez da lugar a formación de pequeños centros de interés con círculos resultantes de oportunas y precisas observaciones que llevarán a la formación integral. Estos círculos serán rápidamente aprehendidos por el párvulo, puesto que tienen como centro no un juicio sino una idea.
3º.– Que puede llenar su objetivo en menos tiempo del empleado actualmente y con un buen número de niños, tal vez con cuarenta, y pueden ponerlo en práctica los actuales maestros sin más preparación que la que el señor Ordóñez les está dando y sin la necesidad de un costoso material.
4º.– Que el director de instrucción pública, siempre atento a las actuales orientaciones pedagógicas del mundo civilizado, ha obrado con el mayor acierto a procurar, como actualmente procura, la divulgación entre los maestros de las escuelas oficiales, del procedimiento de lectura del señor Manuel Agustín Ordóñez, procedimiento que perfecciona al de Baquero y lleva por fácil y sencilla ruta a las excelencias del método ideo-visual del sabio profesor belga, doctor Ovidio Decroly9 .
Aprobado por la Junta Pedagógica del Ministerio de Educación Nacional, en su sesión del 29 de abril de 1931.
La cartilla es buena, tanto por los conocimientos pedagógicos que revela como por la metodología que desarrolla; su método es el de la enseñanza activa; su uso podría ser muy provechoso en la enseñanza de la lectura elemental (Luis Eduardo Méndez, secretario, 1931).
Se trataba de enseñar las primeras letras a los niños, pero al hacerlo se les estaba insinuando que siempre leer ocasionaría alegría, es decir sentido amable y constructivo de la vida.
Los libros de la Alegría de Leer, en su aplicación pedagógica y didáctica, cumplieron con un papel muy importante de enseñar a leer a miles de personas, que aprovecharon este sistema de lectura desde 1931 hasta 1965. La serie de los libros de lectura va del grado primero (I), segundo (II), tercero (III) hasta el grado cuarto (IV).
Por otra parte, la Alegría de leer incorporaba contenidos que, aunque convencionales y alejados de todo partidismo, reflejaban una nueva visión de la escuela y del país. Mientras su exaltación de la religión y los valores familiares la hacían aceptable para los conservadores, la defensa de la tolerancia y la igualdad moral y legal de todos los ciudadanos la acercaba a algunos temas del liberalismo*.
El Libro de lectura, grado primero (I) contiene el silabeo, con pocas letras. Algunas de las frases más exitosas han pasado a la memoria de todos los colombianos: Elena tapa la tina, el enano bebe. En otros casos, las soluciones son más arbitrarias y peregrinas, aunque siempre atractivas: Yo soy el rey y amo la ley, Olano une la lona, Boto el lulo a la tina; Polita, no bote el apio ni el poleo; El pato no tiene pelo. Y quizás hoy nos suene improbable la información de que “El general tiene poca gente, pero escogida, generosa y de buen genio”, y produzca sentimientos mezclados el dato de que “Otilia no tiene vacuna ni coca”
En el Libro de lectura, grado segundo (II), cuando los estudiantes leen con fluidez, es signo de que comprenden lo que están leyendo porque es necesario entender el significado de un pasaje para leerlo con expresión. La fluidez también contribuye a la comprensión, porque cuando los lectores son capaces de descifrar las palabras con exactitud y en forma automática, pueden concentrar su atención en construir el significado del texto, en lugar de tener que descifrar cada palabra.
El texto les muestra a los niños la necesidad de conocimiento, pero con lecturas que hacen ver a la escuela como redentora, como fuente única de conocimiento y de alimento, no sólo intelectual, sino también espiritual. El análisis muestra, además, que esta cartilla se pensaba más que para lo colectivo, para lo elitista; que mostraba como opuestos la vida en el campo y el hecho de poseer inteligencia y cultura; que presentaba, con versiones contradictorias, la imagen de la ciencia, puesto que mezclaba leyes físicas con leyes divinas y animismo*.
La cartilla Alegría de Leer trajo a Colombia la Escuela Activa; lo hizo de forma tergiversada, para ajustarse a los requerimientos católicos sobre la educación. Una escuela activa se caracteriza por que los maestros son acompañantes de los niños en su proceso de aprendizaje, respetando su ritmo e intereses, por lo tanto una educación activa propicia en cada niño el desarrollo de sus capacidades personales al máximo, para entregarle a la sociedad y aportar lo valioso de su individualidad, para transformarla. La Escuela Activa es la escuela de la acción, del trabajo de los alumnos guiados por el maestro. Ellos investigan y procesan la información, se responsabilizan conjuntamente en el proceso enseñanza - aprendizaje. En la Escuela Activa, sus aulas son alegres, dinámicas y bulliciosas, como consecuencia del trabajo creativo y productivo, en el que los alumnos tienen tanta participación como el maestro.
El Libro de lectura, grado tercero (III) contiene lecturas variadas (El primer día de escuela, La vuelta a la escuela, Una niña estudiosa, El racimo de uvas, El beso de una madre, Otro día de clase, El vino, Las naranjas, Los puntos cardinales, Caperucita roja, Los meses del año, La voz de los animales, Seamos compasivos con los animales, La lluvia, Himno al árbol). En la parte dos, Civismo (sociedad, el tribunal escolar, la autoridad, derechos y deberes, la familia y el Estado, la patria, el gobierno y las elecciones escolares). En la parte tres, Historia (Cristóbal Colón, El día de la patria, El general Nariño, A Bolívar, El general Santander, Culto a la bandera patria, El corneta colombiano, de patriotismo sublime). En la parte cuatro, la Urbanidad (En la calle, en la escuela, en la Iglesia, preparando la mesa, en la mesa). En la parte cinco, la Higiene (la nena enferma, la salud, del aseo, las manos, los vestidos, la dentadura, los microbios, A los niños colombianos) y en la parte seis, el cuaderno de deberes y el vocabulario o léxico.
La Cartilla del grado (IV) contiene, en la parte uno, reglas para la lectura en voz alta (con las lecturas La Escuela, la Limosna, El molinero, su hijo y el borrico, El vestido de los pájaros, El Colibrí, El necio y el sabio, El cóndor de los Andes, La ninfa eco, El pavo real y el ruiseñor). El autor señalaba:
La misma naturaleza del niño nos ha servido de guía en esta graduación, y a medida que se va ensanchando su entendimiento, y según se desarrollan en la escuela sus facultades intelectuales, así se va dilatando el horizonte literario de nuestra obra10.
Esta cartilla contiene cuentos, historietas, poesía y versos que hacen que el niño sienta que la vida es hermosa, que el mundo ha sido hecho para bien, ideas y sentimientos que despiertan los más nobles estímulos y que han de influir en su futura conducta, lo orienta hacia fines más nobles y valiosos, de todo lo cual podrá valerse el maestro bien inspirado, haciendo derivar fructíferas enseñanzas y normas de conducta cívica y moral de casi todas las lecturas, mediante el comentario vivo y adecuado de su texto.
El Libro de lectura conserva siempre íntegros los textos originales de los autores. En cuanto a gran parte de las composiciones que en él se incluyen, hace referencia a que la cartilla toma muchos trabajos de cuentos, fábulas, lecturas, tomadas de manera original y plasmada allí.
Para leer bien, no basta leer corrientemente pronunciando las letras, sílabas y palabras con facilidad y corrección, y notando los signos que se emplean para puntuar; se requiere, además, dar sentido o expresión a lo que se lee; esto es: que la voz, en sus varias intensidades, entonaciones y movimientos,
se conforme a las ideas y sentimiento expresados en lo escrito; pues solo así se podrán apreciar debidamente el pensamiento y la intensión del autor”11.
También se observa el texto lleno de ilustraciones de elementos de diversa índole, con los que los niños fácilmente pueden encontrarse en su cotidianidad: camas, jarras, puertas, frutas, muñecas, animales e, incluso, partes del cuerpo humano y animal (alas, uñas, dedos), todo lo cual se emplea en el marco del método de enseñanza Ideo-visual de Decroly para ilustrar la palabra o combinación que se está enseñando en la página correspondiente, tal como lo indica el autor en su apartado dirigido a los maestros12. Como se recordará, tales imágenes constituyen el mayor número de ilustraciones que aparecen en la cartilla (47 de objetos o situaciones y 39 de animales).
Por eso querido niño, ama la lectura, que ella te hará bueno y feliz; y lee con interés y provecho este libro que te enseñara a conocer y a amar a Colombia, objeto de nuestros más caros sentimientos y más puros afectos13.
Con el artículo citado, el Doctor Vicente Pérez Silva ha hecho justicia al eminente educador nariñense que logró, con sus páginas, crear un método novedoso, pero la mayor desventura ocurrida en la vida de Manuel Agustín Ordóñez fue el hurto cometido, por el señor Evangelista Quintana, del texto original y el manuscrito de la obra de propiedad intelectual de Ordóñez, y que publicó con el título de Alegría de Leer
Acerca de este infausto acontecimiento, nada mejor que apelar al fiel e imprescindible testimonio de su autor, quien, en forma precisa y detallada, hace el relato que se transcribe a continuación y que forma parte de la Historia de una publicación - Antecedentes sobre la publicación de la obra “El lector Nacional Colombiano” del profesor Manuel Agustín Ordóñez14, incluida en dos tomos que contienen valiosos documentos relacionados con la mencionada obra, copias de las comunicaciones cruzadas con distinguidos funcionarios del Estado e importantes personalidades del mundo intelectual y político, conceptos aparecidos en diversos periódicos, etc. Dice así este contundente y patético documento:
En las vacaciones escolares del mes de diciembre de 1926 el pedagogo señor Abraham Zúñiga P., hijo de la ciudad de Popayán, me puso en limpio con su gallarda letra dos cuadernos o libros de lectura elemental para destinarlos a la enseñanza de la niñez en esa disciplina, apuntes y cuadernos que conoció y alabó el insigne sabio y profesor doctor Decroly cuando vino al Gimnasio Moderno de Bogotá, en el mes de septiembre de 1925, cuyo concepto por demás honroso para mí se puede ver en mi diploma de maestro de escuela. Hechos esos trabajos, viajaba yo en ferrocarril de Popayán a la ciudad de Cali, en las vacaciones ya aludidas, mirando con interés y con deleite para mí, dichos cuadernos, cuando – un poco delante de la estación Morales – sentí que me pusieron las manos sobre mis hombros y volviendo yo a mirar hacia atrás vi que quien me llamaba la atención era el señor Evangelista Quintana, quien al momento me dijo: “Que lleva en sus manos?”. “Estos cuadernos”, le contesté. “Haber, muéstremelos”. Se me hizo caso muy duro darle una respuesta negativa y se los pasé. Este señor Quintana los ojeó y estudió detenida y ávidamente por largas horas desde ese instante, hasta la estación La Viga, muy cerca de la ciudad de Cali. Al devolvérmelos me dijo: “Yo le voy a ayudar a Ud., aprovechando mi amistad con el director de Educación y con mis demás amigos, para que Ud. pueda mejor cumplir con su deseo de publicar sus obras, que considero muy importantes”.
Como este señor había sido inspector Escolar en el departamento del Valle, yo tuve la calidez de depositar mis obras en la Dirección de Educación Pública –acompañadas de un memorial– para que se hiciera el registro de la propiedad literaria en el segundo semestre del año 1927, y como mis funciones de maestro ambulante, por dos años, en el departamento del Valle para enseñar a los maestros de escuela mi método de enseñar a leer, terminaban en el mes de noviembre de este aludido año, en el mes de diciembre siguiente me fui para Popayán, en donde serviría nuevamente como maestro de escuela, en la Escuela Número Segundo de Niños de esa ciudad por el resto del periodo escolar del año veintiocho.
En un día de ese año me vi con el señor Quintana en la Esquina del Reloj de la ciudad de Popayán, y le dije: “Ponga Ud. un pequeño capital y yo pongo mis obras para que las publiquemos y las explotemos a medias”, Y me contestó Quintana: “Yo no dispongo de recursos, pero un hermano mío tiene unos dos mil pesos, y lo voy a interesar para ver si entramos en el negocio”. Y después de esto me fui para La Cruz, departamento de Nariño, en donde serví la Inspección Escolar, y cuando en el mes de junio de 1931 regrese a Popayán, mi amigo el señor Abraham Zúñiga P., apenas me vio me dijo: “Evangelista Quintana ha publicado unos libros de lectura, que son la misma cosa que los suyos”. Pero aquí viene el colmo del cinismo: en un día del año 1932, se me presentó a la casa donde yo vivía con mi familia en la ciudad de Popayán, el señor Antonio García, vitalicio Inspector Escolar en esa provincia, para proponerme: “Evangelista Quintana me recomienda que le diga a Ud. si quiere que su hija Isabel se traslade a su casa de Cali para que les enseñe a leer a dos de sus hijas, que le paga cuarenta pesos, la alimentación y la habitación en su misma casa”. Yo le contesté en el acto: “Soy sumamente pobre, Ud. lo sabe muy bien, pero ¿cree Ud. que yo pueda mandar a mi hija para que le complemente la obra, enseñándole prácticamente mi método? Eso no lo haría yo aunque me pague todas sus riquezas.
Cabe anotar que el registro de mi propiedad literaria no lo hizo la Dirección de Educación del Valle en más de dos años que mis obras permanecieron en ese despacho, a donde sin duda tenía acceso franco el ex – inspector Quintana, y hubo necesidad de que mi recomendado, el doctor Leandro Medina, acudiera al Ministerio de Educación para que fueran remitidas dichas obras a Bogotá.
Y concluye el infortunado maestro con esta imprecación:
Qué terrible será cuando la conciencia le grite a Quintana, si no le está gritando ya: “Día llegará en que haya de venir el impartidor de los dones perfectos, el justo, para impartirle su justicia”15. Bogotá 10 de septiembre de 1947.
Quede en esta forma el recuerdo de un cruceño raizal y de un eminente educador que, a lo largo de su vida, se distinguió por su clara y vasta inteligencia; por la verticalidad de su carácter y porque fue el creador de un método novedoso y muy original para la lectura de los niños.
El trabajo del doctor Vicente Pérez Silva le devuelve el sitial merecido a don Manuel Agustín Ordóñez y enriquece la memoria a los cruceños y nariñenses con una figura y una obra de honda huella en el desarrollo cultural del país.
La concepción de la obra comentada fue tan rica e imaginativa que su solo título es un mensaje trascendental. La Alegría de leer simboliza, describe, define un universo y una forma de vivir, de ser del hombre. Leer es, ciertamente, una alegría y, como alegría, un acto existencial trascendente y de amable realización. Se trata de enseñar las primeras letras a los niños, pero al hacerlo se les estaba insinuando que siempre leer ocasionaría alegría, es decir sentido amable y constructivo de la vida.
De esas dimensiones eran las proyecciones de nuestros hombres del pasado, por eso sentimos complacencia cuando se convoca nuestra atención sobre ellos y sus protagonismos, así hayan permanecido en la sombra, como es el caso comentado de Don Manuel Agustín Ordóñez, hijo prestante de La Cruz, crisol de muchos valores humanos de Nariño y de Colombia.
El método desarrollado por el maestro Ordóñez estaba a la altura de los grandes desarrollos pedagógicos que revolucionaron la educación en el mundo entero, al punto que: “Concuerda ella con los preceptos de los grandes genios de la instrucción primaria: con Pestalozzi, que sólo enseña a aprender; con María Montessori, que enseña jugando con el niño; con Decroly, que concentra en una las nociones fácilmente convergentes”16.
En esta forma, al propio tiempo que se ha revelado quien es el verdadero autor de la Alegría de Leer, se ha hecho justiciera memoria de un eminente educador que a lo largo de su vida se distinguió por su creatividad e inteligencia; fue el afortunado creador de un método novedoso y muy original para la lectura de los niños.
CONCLUSIONESEl verdadero autor de la Alegría de Leer es el maestro Manuel Agustín Ordóñez, un eminente educador cruceño que, a lo largo de su vida, se distinguió por su clara y vasta inteligencia; por el tesoro de sus refinadas virtudes, por la verticalidad de su carácter y porque, como ya se ha dicho, fue el afortunado creador de un método novedoso y muy original para la lectura de los niños.
El método ecléctico de lectura basado en la comprensión integral de la frase, la novedad pedagógica, así como las amplias y coloridas ilustraciones, el lenguaje muy correcto y cuidadoso, muestran el interés por despertar a los alumnos para el aprecio de la literatura y, en general, los rasgos de una “escuela activa”, que buscaba el apoyo decidido del maestro.
El método creado por el maestro Manuel Agustín Ordóñez rompe con los esquemas tradicionales de enseñar a leer y escribir mediante sonideo y pone en práctica el procedimiento de las palabras normales, que se leen en su solo tiempo, para mostrar con ello que los niños podían hacerlo más rápido y que su enseñanza daba resultados más benéficos y de mejor aprendizaje.
Para satisfacción y orgullo de todos los cruceños y para ejemplo de las nuevas generaciones, particularmente para los maestros de la enseñanza primaria, Don Manuel Agustín Ordóñez fue un espíritu encendido en el más vivo patriotismo; un maestro por excelencia que, merced a sus estudios pedagógicos y a su ilustración, brilló con la luz propia en el mundo de la educación.
Es cierto que Manuel Agustín Ordóñez fue un hombre que padeció la más tremenda desventura con el fruto de su creatividad, pero su nombre ha pasado a la posteridad con la aureola de los hombres ilustres y la vocación de maestro que llevó por muchas regiones del país, mostrando siempre la entrega a los demás, como todo buen educador lo hace para beneficio de los niños y jóvenes.
Como homenaje a los maestros de Nariño y Colombia, se resalta ese bagaje cultural y literario que Manuel Agustín Ordóñez difundió en muchas regiones, con el sano convencimiento de formar y educar a la niñez, para que pueda comprometerse con el desarrollo del país y la unificación de una educación que promueva nuevos desafíos en bien de la formación intelectual.
Es noble, también, enaltecer la labor histórica-investigativa del historiador Vicente Pérez Silva, quien, con su interés y deseo mostró toda una verdad oculta, que empañaba el buen nombre y trabajo constante del maestro Manuel Agustín Ordóñez, quien a lo largo de su vida mostró dedicación a la formación de la niñez, construyendo un método de lectura de gran impacto a nivel nacional, favoreciendo a muchas generaciones de estudiantes, que aprendieron a leer.