Recepción: 06/09/2015
Evaluación: 10/10/2015
Aprobación: 15/10/2015
Artículo de Revisión
DOI: https://doi.org/10.22267/rhec.151818.27
María Teresa Álvarez Hoyos
Academia Nariñense de Historia
Grupo de Investigación: Cultura y Región
mariatealvarez@gmail.com
El texto propone un acercamiento histórico a la trayectoria de Fortunato Pereira Gamba, intelectual de vasta formación en el campo de las ciencias naturales y poseedor de gran interés por introducir elementos civilizadores y de progreso. Pereira Gamba perteneció a las élites liberales que impulsaron proyectos para modernizar el campo, las comunicaciones, la minería y la educación en el país. La búsqueda del progreso fue el leitmotiv que orientó su accionar, para lo cual utilizó todos los medios para divulgar el conocimiento acerca de las riquezas naturales y las posibilidades de alcanzar mejores condiciones de vida para la población.
La primera parte de su vida transcurrió en el centro del país y, a comienzos del siglo XX, se desplazó a Pasto, a fundar la Facultad de Matemáticas e Ingeniería de la Universidad de Nariño, donde tuvo oportunidad de participar en el proceso de modernización regional que introdujo la generación de 1904, al lograr la autonomía para la región.
Palabras clave: progreso, sociabilidades, civilización, modernización, minería, Facultad de Ingeniería y Matemáticas.The text proposes an historical approach to the pursuits of Fortunato Pereira Gamba, an intellectual of extensive training in the field of Natural Sciences whose greatest interest was to introduce elements of civilization and progress. Pereira Gamba belonged to the liberal élites who pushed forward projects to modernize the fields of communication, mining, and education in the country. The search for progress was the leitmotif that guided their actions, wherein all media were used to disseminate knowledge about Natural Resources and the possibilities of achieving better living conditions for the population.
The first part of his life took place in the center of the country; at the beginning of the 20th century he moved to Pasto and founded the Faculty of Mathematics and Engineering at the University of Nariño, where he had the opportunity to participate in the regional modernization process which introduced to the generation of 1904 the achievement of regional autonomy.
Keywords: progress, sociability, civilization, modernization, mining, Faculty of Engineering and Mathematics.O texto propõe uma abordagem histórica à trajetória de Fortunato Pereira Gamba, vasta formação intelectual no campo da ciência natural e possuidor de grande interesse na introdução de elementos civilizadores e de progresso. Pereira Gamba pertenceu às elites liberais que promoveram projetos de modernização do campo, comunicações, mineração e educação no país. A busca do progresso foi o leit motiv que guiou suas ações, para o qual ele usou todos os meios para disseminar o conhecimento sobre as riquezas naturais e as possibilidades de obtenção de melhores condições de vida para a população
A primeira parte de sua vida transcorreu no centro do país e ao início do século XX, viajou para Pasto, para fundar a Faculdade de Matemática e Engenharia da Universidade de Nariño, onde teve oportunidade de participar na modernizações de processos regionais l que introduziu a geração de 1904, para alcançar a autonomia para a região.
Palavras-chave: Progresso, sociabilidade, civilização, modernização, mineração, Faculdade de Engenharia e Matemática.El encuentro con Fortunato Pereira, como personaje sujeto de investigación, se dio principalmente en el trabajo de tesis doctoral de la autora, denominado “Élites intelectuales en el Sur de Colombia. Pasto 1904-1930. Una generación decisiva”, en el cual, a través de la técnica de la prosopografía, se pudo comprender la importancia de Pereira, como impulsor de los cambios que gestaron los miembros de la generación que dio paso a los procesos de modernización de la primera década del siglo XX en Nariño.
Fortunato Pereira, un intelectual con formación de científico, estaba estrechamente vinculado, tanto por la procedencia familiar como por los trabajos que desarrolló, a la élite liberal nacional del siglo XIX, cuyas preocupaciones estaban centradas en introducir elementos civilizadores y de progreso para el país. La apuesta por un proyecto civilizatorio y modernizador era una de las preocupaciones de muchos intelectuales desde la segunda mitad del siglo XIX, para lo cual desarrollaron no pocos intentos por consolidar un modelo de nación moderna, aunque sin mucho éxito.
Los aspectos que Pereira compartía con dichas élites, además del afán por el progreso, se centraban en tópicos tales como la necesidad de introducir los saberes técnicos en diferentes instancias de la sociedad y su aplicación en campos vitales para el país como la agricultura y la minería, la búsqueda de mejores condiciones de vida, confort y salubridad para la población, la inmersión en las redes sociales y la participación en las tertulias literarias o “sociabilidades”, como las denominó Maurice Agulhon1.
Para realizar el estudio de la trayectoria del personaje se requiere examinar los elementos presentes en ese “conjunto mental colectivo” el zeitgeist, o espíritu de la época2, que rebasa lo individual aislado. La inmersión en redes sociales, que Pereira practicó y cultivó durante su vida, le permitió hacer parte de diferentes emprendimientos y proyectos colectivos y moverse con soltura en medios muy diversos. Este trabajo hace énfasis en las experiencias que incidieron en su formación, sus incursiones en el campo científico y las actividades productivas y su interés por el progreso del país. El enfoque metodológico adoptado es el de la historia cultural, basado en el estudio de las obras del personaje y demás fuentes que enriquecen el conocimiento del tema.
LA FAMILIA PEREIRAEl primer personaje que se descubre en la indagación acerca de los antecedentes familiares de Fortunato Pereira, es su abuelo, José Francisco Pereira, quien participó en el proceso independentista, desde diversas posiciones políticas o militares según el momento. Los datos aportados por diferentes investigadores3 revelan aspectos de una vida intensa, fuertemente influenciada por convicciones republicanas y quien participó activamente en la guerra de la independencia, recordado especialmente por haber dado origen a la ciudad de Pereira, hoy capital del Departamento de Risaralda.
José Francisco Ramón Vicente Pablo Pereira Martínez (1789-1863), nació en Cartago, de padres españoles, y realizó sus estudios en el Colegio San Bartolomé de Santafé de Bogotá, donde fue discípulo de Custodio García Rovira, Frutos Joaquín Gutiérrez, José Félix de Restrepo y amigo personal de Manuel del Socorro Rodríguez. Como mensajero del movimiento libertador, “levantó la opinión a favor de la independencia hasta conseguir que se instalara la Junta Suprema de Gobierno de la Provincia de Popayán, de la cual fue su secretario hasta el año de 1813”4.
Al triunfar Sámano, logró escapar a Ibagué, de donde tuvo que huir a Santafé por propagar “algunas sátiras graciosas e incisivas”5 que fueron publicadas por Nariño en su imprenta portátil, en contra del jefe realista de esa comarca, Simón Sicilia. En la capital continuó sus estudios de derecho civil y canónico y en 1814 recibió el título de abogado. En 1816 se refugió en los terrenos donde estuvo la antigua San Jorge de Cartago, y permaneció hasta 1819, en compañía de su hermano Manuel y tres compañeros más, hasta que decidieron dar el golpe contra los realistas asentados en el Cartago actual, y fue proclamado Jefe político y militar de esta localidad.
Regresó a Santafé una vez conseguida la independencia de la Nueva Granada, y el general Santander lo encargó de delinear el plan de estudios y los decretos pertinentes sobre régimen universitario y escolar. Miembro del Congreso de Cúcuta en 1821, magistrado de la Corte Suprema hasta 1828 y con estrechos vínculos con Simón Bolívar, Antonio José de Sucre y José María Obando. Fue ministro del Interior y Relaciones Exteriores y Justicia, Consejero de Estado y miembro del Congreso, donde apoyó la construcción de caminos en la zona del Quindío y la creación del Colegio Académico de Cartago en 1839. No aceptó en 1840 la proclamación de su candidatura a la Presidencia de la República.
En 1823 contrajo matrimonio con María de la Paz Gamba y Valencia, natural de Cartago, con ascendencia italiana, con quien tuvo seis hijos: Guillermo, Nicolás, Próspero, Emilio, Benjamín y Mercedes. En 1825 inició la compra de predios y adquisición de baldíos en la zona de la actual Risaralda, con la idea de fundar un pueblo, lo que se hizo realidad después de su muerte. El padre Remigio Antonio Cañarte, en su honor lideró la fundación de Pereira, “modesto caserío desperdigado entre la montaña”6 en los terrenos de su propiedad, entregados para el efecto por su hijo Guillermo. Falleció en Tocaima el 20 de agosto de 1863.
Al iniciarse la segunda mitad del siglo XIX, nuevas ideologías y nuevas influencias impactaron en la política, la economía y la sociedad colombiana. Al decir de Jaime Jaramillo Uribe “los colombianos más conspicuos de las clases dirigentes miraban hacia el mundo anglosajón o hacia el francés, admirando en éste sus formas políticas y en aquél su eficiencia técnica, su actitud ante el trabajo, su espíritu cosmopolita en cultura y tolerante en materias políticas”7. La crítica al escolasticismo había preparado el ambiente para la introducción del positivismo y para empezar a “sustituir el tipo del burócrata o del letrado por el técnico, como tipo social ideal; las ciencias teológicas y jurídicas, por las físico-naturales; la economía simplemente agraria, por la manufacturera; y la idea del Estado interventor y paternalista, que aún se hacía patente en la primera época de la Republica, por el Estado liberal”8.
La generación del medio siglo, que tuvo su desempeño en la segunda mitad del siglo XIX y desaparece alrededor de 1900 “tuvo muy claro su proyecto de construir Estado y Nación y para ello se propuso materializar el discurso político”9. Sin embargo, el proceso modernizador que se quería emprender no pudo desligarse de la lucha ideológica entre los sectores liberal y conservador; los conservadores, herederos de la élite colonial, tenían como preocupación principal conservar el orden social existente. Los liberales, procedentes en su mayoría de las provincias periféricas de la república, cuyas economías no disfrutaban de las ventajas de los centros establecidos desde la colonia, insistían en la ruptura con el pasado, la fe en el progreso y la imposición de pautas modernizadoras. Pero a pesar de tales diferencias, “ambos bandos querían utilizar el Estado para su propio beneficio, ambos bandos deseaban una fuerte política central, ya fuera conservadora o liberal”10.
En esta etapa, encontramos al padre de Fortunato, Nicolás Pereira Gamba (1824-1902), miembro reconocido de la generación liberal de 1849, de quien Gustavo Arboleda hizo la siguiente mención:
Prefecto del Darién, trabajó por hacer conocer las regiones del Chocó y demostrar la practicabilidad de un canal por allá; costeó la primera barca para comunicar en Honda las dos orillas del Magdalena, impulsó el progreso de Bogotá, cedió los terrenos en donde más tarde se erigió una fábrica de gas, arregló la nomenclatura de las calles y carreras, trabajó por la comunicación ferroviaria con el Magdalena; se trasladó a Suecia para estudiar los ferrocarriles de montaña, pues no se habían resuelto muchos problemas de ascensos y gradientes, que hoy son juego de niños. Recibió distinciones de la corte de Estocolmo, se le hizo caballero de Gustavo Wasa, honor dispensado a muy pocos, fuera de la nobleza europea, y regresó de cónsul vitalicio de Suecia en Bogotá. Para estrechar las relaciones con los suecos, organizó en 1878 una exposición industrial y comercial [participó], en antiguas asambleas de Cundinamarca y de las legislaturas nacionales, representante del gobierno federal en Medellín cuando se estableció el seccional del doctor Berrío, para informar sobre la marcha del nuevo orden de cosas. Actuó en la guerra del 54 y la del 60, en puestos de honor y de peligro; fue de los defensores del convento de San Agustín en febrero del 62. Intervino en la evolución política encabezada por el doctor Rafael Núñez, pero pronto, en desacuerdo con ella, se retiró a la vida privada; murió en Bogotá el 22 de febrero de 1902, pobre, después de haber tenido fuerte capital. La carretera de Cambao contó con su eficaz impulso, lo mismo que la iniciación de los ferrocarriles de Antioquia y Dorada. Fue casado con Gracialiana Camacho Roldán y por segunda vez con su prima hermana Clotilde Gamba11.
Esta apretada relación de la vida de Nicolás Pereira da idea de la actividad desarrollada por este personaje en la búsqueda de introducir cambios que permitieran instaurar la “modernidad” ansiada. En la obra de Fortunato, La vida en los Andes colombianos, se trasluce el dinamismo de la vida cotidiana de la familia:
Antes de la guerra del 76, nuestra casa en San Juan de Dios era concurridísima;
los grandes negocios de mi padre, sus monumentales empresas,
su actividad comercial,
su influencia política y en fin todo lo que hace a
un hombre, hombre del momento, llevaba a nuestra casa toda
clase de
personas; ingenieros norteamericanos o ingleses traídos por él, ya para la
empresa de alumbrado en Bogotá, ya para los ferrocarriles, para la barca o el puente
de Honda; gentes de negocios, políticos prominentes e infinidad
de personajes pululaban allí. Los suecos eran la gran especialidad de
mi padre; el doctor Nisser y el doctor Rodolfo Andersen considerábanse
casi como miembros de la familia; asimismo Francisco Groot –entonces
Pacho–
Secretario de mi padre.
En esta atmósfera de actividad y de poliglotismo se despertó en mí, desde
niño, el amor por la ingeniería como profesión y la afición al estudio de
idiomas extranjeros
como divertimiento12.
La educación en el campo de la ingeniería se abrió paso con la participación de aquellos que la veían indispensable para la modernización del país13. Frank Safford menciona que los liberales que controlaron el gobierno nacional desde 1863 hasta 1880, desempeñaron un papel importante en la promoción de la capacitación práctica. Salvador Camacho Roldan, José María Samper y Nicolás Pereira Gamba fueron activos defensores de la instrucción científica, con un carácter eminentemente económico y con “muy poco del paternalismo moralista que prevaleció durante la primera mitad del siglo”14.
Por otra parte, la expansión de la economía de exportación en este periodo estimuló el interés por las obras públicas, lo que impulsó a la clase alta a educar sus hijos de manera más provechosa para las familias. Para ello los enviaron a estudiar materias técnicas en Estados Unidos –en una primera etapa– y más tarde a Europa. Se volvió un hecho tan común que surgieron “agencias especializadas en la preparación, cuidado y colocación de estudiantes extranjeros en Norteamérica”15.
A fines de la década de 1860, Salvador Camacho Roldan y Nicolás Pereira Gamba empezaron la importación de maquinaria agrícola, “aunque lo hicieron más por un sentido del deber que por razones de beneficio comercial”16. Camacho Roldan, entre 1870 y 1872 promovió las primeras exposiciones agrícolas del país, “las que, según el decir de sus contemporáneos, desempeñaron un papel crucial en el modesto despertar agrario de la siguiente década”17. Estos eventos, a través de los cuales se buscaba que el discurso de la nación “calara” en la conciencia del pueblo, se llevaban a cabo en fechas que tenían que ver con mitos fundacionales como el 20 de julio o el 7 de agosto, y en ellos estuvo siempre presente la idea del progreso18. Lo mencionado se puede observar en la invitación de la revista El Agricultor:
Exhibición Nacional Agrícola. El 20 de julio del presente año se inaugurará
la exhibición nacional agrícola, en esta ciudad, con el carácter de exhibición
anual, es decir, que todos los años se verificará el 20 de julio una
exhibición de los productos de la agricultura en la capital de la República.
No creemos necesario hablar a ninguno de los agricultores de las ventajas
de este género de enseñanza agrícola; todos las conocen, las palpan y
anhelan por ver establecida tan civilizadora y benéfica institución. Pero
si todos conocen las ventajas, no todos se resuelven a salir de la inacción
en que tantos siglos de abandono han sumergido á los agricultores, y esto
es precisamente lo que queremos de los agricultores. Que cada uno envíe
á la exposición algún objeto cualquiera que sirva para estudiar el estado
de nuestra agricultura (...).
Esperamos pues de los agricultores, que no se hagan sordos al llamamiento
(...) para que en los años venideros vaya tomando esta institución mayor
desarrollo y quede definitivamente establecida entre nosotros esta fiesta
de la civilización y del progreso consagrada a los mártires de la independencia
en el día que la patria conmemora su aniversario19.
En febrero de 1880 se inauguró el Instituto Nacional de Agricultura, bajo la dirección de Juan de Dios Carrasquilla, médico y hacendado y primer Comisario de la Agricultura Nacional. Esta institución tenía un pensum de cuatro años y sus alumnos podían optar al diploma de Profesores de Agricultura, sometiéndose a un examen. Convocó a estudiantes de todos los estados, quienes tenían la obligación de impartir clases en las escuelas de su región y en las normales, una vez graduados20. Sobrevivió por cinco años (1880-1885), pues con la guerra de 1885 se suprimió del presupuesto nacional21.
Entre sus objetivos estaba “cambiar en científicas y por consiguiente productivas, las que hoy son rutineras y ruinosas empresas agrícolas. Tendrá la Nación agrónomos, como hoy tiene médicos, jurisconsultos e ingenieros y entonces la agricultura cambiará”22.
Fortunato Pereira reflexionando sobre esta experiencia expresaba lo siguiente: “Después de la guerra del 76, tomó más impulso el entusiasmo instruccionista; los hombres de entonces cayeron en el infantil error de creer que un pueblo se transforma instruyéndolo, y lo que es peor, que puede transformárselo en el corto lapso de una generación”. Y más adelante aclaraba: “no podemos olvidar que el desenvolvimiento y progreso de la Patria dependen en un todo, no de la instrucción sino de la educación de las masas”23.
Su entusiasmo por este Instituto fue tal que inició estudios ahí, al tiempo que cursaba la carrera de ingeniero civil y militar en la Universidad Nacional, donde ingresó a la edad de trece años. Camacho Roldán, uno de los hombres más representativos del liberalismo radical, fue uno de los principales impulsadores de la modernización del agro y la mecanización de las faenas agrícolas.
Entusiasta el doctor Salvador Camacho Roldán por la enseñanza agrícola
científica, consiguió del Gobierno se fundara el establecimiento más notable
que ha existido en Colombia: el Instituto Nacional de Agricultura Superior.
Nunca se vio en América un instituto de enseñanza superior en donde se
diera instrucción tan sistemáticamente
rigurosa y tan completa. Pero también
es bueno saber que nunca vio Colombia tan buenos estudiantes como
los que se pasearon por los claustros de la amplia y bella quinta de Segovia.
Despertó en mí el doctor Camacho Roldán el amor por el estudio de las
Ciencias Naturales; con su voz suave
y persuasiva me hacía ver las inmensas
lontananzas que al hombre abre la investigación experimental; la Química,
en sus conversaciones, aparecía hada fascinante capaz de realizarlo todo,
de transformarlo todo. Por él, haciendo un esfuerzo supremo, entré al
Instituto
y pretendí seguir a un tiempo mismo dos carreras24.
En junio de 1881, Nicolás Pereira dirigió una carta al Jefe del Departamento Nacional de Agricultura donde describía la casi imposible tarea de llevar a los colombianos hacia la producción, “sacando los brazos, los capitales y las inteligencias de la estéril ocupación de la política, el agio y lo que puede llamarse la explotación de unos habitantes por otros”, todo ello debido “al pésimo sistema de instrucción que solo cría hombres para poetas, literatos, clérigos, médicos y sobre todo abogados y políticos”25. Al referirse al informe solicitado sobre el estado de la agricultura en el distrito de Cajicá, donde tenía la residencia, dice:
Exceptuando cuatro haciendas en las demás labranzas el arado es el común del país y desconocido el uso de las máquinas. Hay dos máquinas de trillar, un molino de trigo y un motor de viento, que, haciendo funcionar una bomba, levanta el agua del rio a la altura que se quiere. Este utilísimo aparato, así como las otras máquinas de mi antigua agencia, los he tenido que dedicar a mi servicio, cansado de exhibirlos y de llamar la atención del público hacia su utilidad y sus ventajas. Me ha sucedido lo que al que introdujo el tenedor y el cuchillo para el uso de la mesa en Venecia: todo el mundo sostuvo que era mejor comer con los dedos. El hombre se arruinó en el negocio y además tuvo que ocurrir arrepentido á solicitar la absolución de la Iglesia, pues había sido excomulgado por haber pretendido cosas contra natura26.
Nicolás Pereira, según la descripción de Fortunato, “desilusionado de todo, horrorizado de la maldad de los hombres se había retirado de los negocios y de la vida pública y, con mi madre y mis hermanas- primero en la Villa de Leiva y luego en su hacienda “El Tejar,” en Cajicá -aislado, pasó un cuarto de su existencia, fuerte y activo sin embargo, en el retiro y la meditación”27.
En el entorno descrito nació y aprendió Fortunato Pereira a cultivar los ideales que lo condujeron por los vericuetos de su existencia. Nació en Bogotá el 27 de mayo de 1866 de la familia formada por Nicolás Pereira Gamba y Clotilde Gamba Bernal. Los estudios coincidieron con la etapa de entusiasmo instruccionista, en la que, al decir de Pereira, las madres preferían que sus hijos se quedaran ignorantes antes que enviarlos a los establecimientos malditos, donde los profesores “eran el mismo diablo en persona”, pero los padres liberales preferían la enseñanza oficial y miraban con malos ojos que sus hijos “fueran educados por beatos ignorantes”28. Los ideales que compartía con sus amigos cercanos: “ser los mejores, los más fuertes, los más perfectos, tal era nuestro ideal. Los medios? (...) La lectura, el ejercicio, la gimnástica. Creíamos, en la gimnástica funcional como dogma de fe”29.
En 1879, a la edad de trece años, su padre lo inscribió en la Escuela de Ingeniería Civil y Militar, en la que el rector Rudecindo López daba gran importancia a la disciplina militar. Posteriormente ingresó al Instituto de Agricultura Superior, de donde recuerda la diversidad de estudiantes que asistían. Menciona entre estos a Rosendo Mora, tuquerreño, enviado por el Estado del Cauca: “Rosendo Mora, austero, frío, incansable en el estudio; algo como Robespiere en su figura, analista dogmático. Jesuita que ahorcara los hábitos, sabía contarnos historias curiosísimas de la manera cómo se asciende en esta masonería del traje negro; su inteligencia era poderosa y aunque no lo hubiese sido, su perseverancia hubiera vencido los más grandes obstáculos”30.
En el prólogo de la obra Riqueza Mineral de la Republica de Colombia, Laureano García Ortiz hace mención detallada de los estudios realizados por Fortunato:
Hizo estudios serios y muy bien ordenados de ciencias físicas y matemáticas,
teóricas y aplicadas. En especial sus cursos de ciencias naturales,
a los cuales dio un desarrollo y extensión no exigidos por los programas
escolares, fueron coronados por él en fuerza de su tenacidad y de su propia
iniciativa (...)
Los condiscípulos de nuestro autor recuerdan que estudiando química,
verbi gratia, no se limitaba a recargar su memoria de nombres, números
y fórmulas, sino que trataba de investigar la naturaleza y el alcance de
las leyes que rigen los fenómenos químicos; en una palabra, le interesaba
más la filosofía química que la nomenclatura. Ello le ha permitido después
buscar y hallar en sus trabajos de laboratorio procedimientos originales o
desconocidos para él; en cuanto á lo otro, para ello son los aide-memoires,
los formularios y los libros de consulta. A ese su procedimiento intelectual
unía, por no común coincidencia, una habilidad manual utilísima ó
imprescindible en la manipulación del laboratorio31.
La tesis de grado, publicada en 1889, lleva por título Ensayo sobre las regiones metalíferas del norte del Departamento del Tolima, y se basa en los estudios sobre la estructura geológica y la riqueza minera del norte del Tolima. Añade García:
Completó después sus estudios prácticos en los Estados Unidos, en el renombrado laboratorio metalúrgico de Riotte, y en sus correrías por varias regiones minerales de Norteamérica fijó especialmente su atención en los Estados del Sur, cuya conformación geológica, algunas condiciones de raza y algunas circunstancias económicas, le presentaron puntos de analogía con nuestras comarcas mineras. Sus trabajos le valieron ser miembro del Instituto de Ingenieros de Minas de New York32.
Al describir las actividades que copaban su tiempo: lecturas, laboratorio, largas caminatas, preocupación por las riquezas naturales –el agua, los minerales, las esmeraldas...– la preferencia que guiaría su futuro destino la llamó “modesta profesión de sabio”.
Si los jóvenes me preguntaran ahora qué es mejor entre tener ideales y no tenerlos, a todos les diría sin vacilar: “viajar por los campos de la existencia con ideales es la única manera de justificar el viaje”. Los buenos autores que devoré allá en las postrimerías de mi adolescencia hánme servido de manjar nutricio que me ha alimentado por años y años. Ellos han sido los fiambres intelectuales para la peregrinación33.
Por el año de 1885, para adquirir práctica en la ingeniería mecánica entró como obrero en la Ferrería La Pradera, donde muchos jóvenes bogotanos, “de las buenas familias”, iban a someterse a la labor dura y áspera a cambio de la enseñanza práctica. “En la Pradera se sentía uno trasportado a los centros fabriles de otros países: el humo de las chimeneas, el resoplar de las máquinas y el movimiento activo de los trabajadores hacían creer que, por un portento de magia, se hallara uno fuera de Colombia, la indolente y apática”34.
Los sucesivos trabajos en el campo de la ingeniería de minas decidieron su vocación con esta orientación; en 1887 fue a explorar unas minas de azogue –El Cinabrio– “recientemente descubiertas rastreando una antiquísima tradición española; gracias al perseverante y sistemático trabajo de D. Eliseo Torres de Ibagué”35; el furor por las minas de oro del Tolima estaba en su apogeo, pero la falta de experiencia industrial y los métodos inadecuados, aplicables solamente para yacimientos muy ricos como los de Antioquia, llevaron a los mineros a la ruina. Sin embargo, anota Pereira, el desastre minero permitió desarrollar la agricultura ya que se colonizaron inmensos territorios.
En este periodo comenzó a elaborar sus escritos técnicos, con detalles e informaciones respecto a las minas del Tolima, escritos que fueron publicados en la revista Anales de Ingeniería, órgano de la Sociedad Colombiana de Ingenieros, creada en Bogotá en 1887. “Trabajaba con los peones, como jornalero, y por la noche, rendido de fatiga escribía. En esa época escribí los primeros artículos técnicos que vieron la luz pública firmados, desde entonces, con las tres iniciales de mi nombre y también escribía al amigo querido que en Bogotá era el confidente de mi Dulcinea”36.
En 1888, resolvió establecer oficina en Bogotá para dedicarse a la consulta y la solución de asuntos profesionales que le eran sometidos para su consideración. Conceptuaba sobre la explotación de esmeraldas de Muzo, sobre las carboneras de la cordillera oriental, sobre las salinas de sal gema y las marinas, sobre el desarrollo de la energía hidroeléctrica y, en general, sobre los problemas nacionales proponiendo soluciones que consideraba adecuadas37. Disfrutaba de merecido prestigio como científico, aunque con escasos resultados económicos, pues se encontraba inmerso en la contradicción que le ponían sus convicciones ya que consideraba que “vender los conocimientos era casi un sacrilegio”38.
Con motivo de la celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América (1892), se realizó en Chicago una exposición universal, a la que Colombia pretendía llevar una colección de minerales, que representara la formación geológica y la riqueza mineral del país. Previo contrato con la Comisión de Exposiciones organizada para el efecto en Colombia, Pereira hizo un viaje por Tolima, Cauca y Antioquia recogiendo muestras de minerales, las que irían adjuntas al catálogo ilustrado de la colección para ser exhibidas en la exposición, “obedeciendo á la necesidad de despertar interés en el Extranjero hacia nuestras formaciones metálicas”39.
Los honorarios a recibir por este trabajo estarían representados por la publicación de este libro-catálogo, sin embargo, “la colección de minerales inteligentemente formada durante esa larga y laboriosa correría, y á la cual la presente obra debía servir de catálogo y de guía en la Exposición Colombiana de Chicago, no llegó á su destino completa, ni el libro fue publicado en su oportunidad”40. Nueve años después, en 1901, Pereira publicó la obra, asumiendo sus costos, con el fin “de llamar la atención del mundo hacia nuestras minas”41.
Dejando a un lado su potencialidad para orientarse por las sendas del estudio y la investigación, se involucró en empresas que mermaron rápidamente su capital. Invirtió en negocios relacionados con la industria de la fabricación de ladrillo y sentó las bases para la fundación del barrio San Cristóbal en Bogotá:
Cual trabajé allí, no sé decirlo; saqué acequias, fundé chircales, regalé tierras para capillas, exploté minas de carbón y senté las bases del populoso barrio que ahora suena tanto –San Cristóbal– todo llevado a cabo inconscientemente es cierto, dentro del terreno del más absoluto desinterés. Ya varias veces lo he repetido, mi incapacidad comercial era completa (...)42.
Contrajo matrimonio con María Urdaneta Padilla en 1897, quien lo acompañó por quince años, ya que falleció cuando Fortunato y su familia se habían traslado a vivir a Túquerres, Nariño.
La posición de nuestro biografiado respecto del gobierno regenerador se puede ver claramente en sus memorias cuando se refiere al “papel moneda de Núñez” y sus implicaciones en la economía nacional. La medida adoptada por el gobierno para sufragar el creciente déficit fiscal fue recurrir al sistema de emisión, que estuvo controlado hasta 1890, pero a partir de allí “la emisión desaforada de papel dinero de curso forzoso”, produjo una inflación galopante, que golpeó rudamente a todas las capas de la población43.
Pereira se refirió así a esta medida:
Después del 86 el doctor Núñez, árbitro de los destinos de la República, impuso a la Nación -y contra el común querer- el curso forzoso del papel moneda. Al decir contra toda la opinión de la nación debe entenderse que una mayoría inmensa era enemiga de la medida que colocaba a Colombia en una condición monetaria de carácter fiduciario; el proyecto de Núñez encontró entusiastas, sin embargo, entre sus allegados más íntimos que soterra, cual genios de las tinieblas, veían en el papel moneda, mejor dicho, preveían una época próspera de rápido enriquecimiento por medio del agio. El agio, esta enfermedad social desconocida entre nosotros hasta entonces y que hizo su primera aparición a raíz de la guerra civil del 8644.
La venta de sus propiedades para recibir una renta y dedicarse a su viejo ideal de escribir libros y ser profesor de la universidad, lo llevó a la completa ruina, en un ambiente en donde la depreciación de la moneda en el periodo de la guerra45 fue doscientas veces menos. “Tocóme en suerte recibir el pago de cuantiosas acreencias cuando el cambio estaba al 20.000; víme constreñido a recibir bastante menos de la doscientava parte de lo que creía tener y mi ruina fue completa”46.
TERTULIAS Y SOCIEDADES DE PENSAMIENTOLas “sociedades de pensamiento” tuvieron un auge significativo en Colombia en la segunda mitad del siglo XIX, época en la que se organizaron sociedades democráticas y populares, clubes políticos y sociedades científicas, por iniciativa de las élites tanto liberales como conservadora47. Las nuevas formas de sociabilidad, que se difundieron por Europa desde fines del siglo XVII, y se conocieron como sociétés de pensé, “sociedades de pensamiento”, se propusieron “pensar y departir en común, llegar a una opinión conjunta”48. O como lo planteó Cochin, a comienzos del siglo XX, “la república de las letras es un mundo donde se conversa, donde no se hace más que conversar”49.
Entre las sociedades de pensamiento, Guerra menciona los salones en Francia, las tertulias en el mundo hispánico, las academias y sociedades literarias, las logias masónicas y las sociedades económicas50. En estas sociedades, los actores utilizan las nuevas formas de sociabilidad para la construcción y difusión de la Modernidad, ya que “extraen su legitimidad, no de la costumbre o de la ley, sino de la asociación misma, de la voluntad de los asociados”51. Vale la pena anotar que en las sociedades de tipo antiguo, los actores se caracterizaban por tener vínculos que no dependían de su voluntad ni de la elección personal sino del nacimiento en un grupo determinado: vínculos de parentesco, pertenencia a un pueblo o a un grupo étnico, o pertenencia a una corporación o cofradía, regidos por la costumbre, la ley o los reglamentos del cuerpo52.
Pereira cultivó diferentes formas de asociación, como buen representante de una élite liberal que buscaba la construcción de un mundo moderno y laico. En la obra La vida en los Andes colombianos hace referencia al Club Minero, lugar de reunión que fundara con los ingenieros que se encontraban en las cercanías de Ibagué, en las diferentes explotaciones mineras. A mediados de los años noventa, su casa era el espacio para que se reunieran “infinidad de amigos”, donde disertaban “según el agrado de cada cual, reinando absoluta libertad”, y añade: “animada función; es bien seguro que ninguna tertulia de amigos llegó jamás a tan alto grado de intelectualidad como hasta donde culminara la nuestra que nunca tuviera reglamentos o imposiciones. Se hablaba lo que se quería, se discutía los temas más abstrusos en ciencia o metafísica, se hablaba de amor y de omnia re scibile53.
El tipo de intelectual como se entiende hoy, dice Fortunato, tuvo su génesis en este período, con las influencias de la Gruta Simbólica, Guillermo Valencia y Baldomero Sanín Cano, en la forma de la producción literaria. “El fino escepticismo francés se infiltró poco a poco, en todos los espíritus y nos llevó a este convencionalismo de ahora y al amor por las formas (...) La distinción se impuso a la franqueza republicana y una sociedad pobre se encontró, de repente, invadida por las ideas de las ricas y viejas naciones de otras partes”54.
Este mundo intelectual se vio conmovido con el suicidio de José Asunción Silva, el 24 de mayo de 1896, con quien Pereira había establecido una profunda y sincera amistad55, después de que Silva lo buscara para consultarle sobre sus empresas industriales.
Pereira comprendió desde muy joven, que la introducción de elementos civilizadores y de progreso para el país, pasaba por la configuración de redes sociales, con las que se facilitaban todos aquellos emprendimientos y proyectos que eran casi imposibles para un individuo aislado. Perteneció a la Sociedad Colombiana de Ingenieros, y fueron ellos quienes lo postularon como rector de la Facultad de Matemáticas e Ingeniería de Pasto; en 1905 fundó una Sociedad de Ciencias Agronómicas, que tenía entre sus fines crear una escuela de enseñanza agrícola estable, para lo cual decidió promover el restablecimiento del antiguo Instituto Nacional de Agricultura, suspendido por la guerra civil de 188556.
En 1909, la Academia Nacional de Historia lo autorizó para efectuar la instalación del Centro de Historia de Pasto.
Todos los nombrados fueron invitados por escrito, por el doctor Pereira Gamba, y son miembros del Centro por nombramiento hecho por la Academia Nacional de Historia, y debidamente comunicado al doctor Pereira Gamba. Este informó a los presentes la honrosa comisión que había recibido de la Academia, y les manifestó que puesto que había el suficiente personal, se declarase instalado el Centro de Historia de la ciudad de Pasto. También puso de presente la grandísima importancia que la Academia Nacional de Historia da al Centro que acaba de instalarse. Declarada formalmente la instalación, se procedió a elegir Presidente y Secretario57.
Mantuvo vigentes los vínculos con sociedades científicas nacionales e internacionales mediante el mejor instrumento que liga a los miembros de éstas, los órganos de publicación, y recibió consejo y colaboración para sacar adelante las iniciativas y proyectos en que se involucraba. Escribió para las principales revistas técnicas de Norteamérica y para los Anales de Ingeniería y fundo la Revista de Ingeniería, de la Facultad de Matemáticas e Ingeniería de Pasto. Una de sus obras más conocidas, Riqueza Mineral del Sur de Colombia, la publicó como parte de la Revista de Ingenieria58.
VIAJE A PASTOEn 1905, Pereira recibió la propuesta de Julián Bucheli, gobernador del recién constituido Departamento de Nariño, para que fuera a Pasto a fundar una Escuela de Ingeniería. Una vez aceptada se inició el viaje, en una larga travesía en la que Bucheli y Pereira tuvieron la ocasión de echar las raíces de una gran amistad. A pesar de las dificultades que ofrecía un medio tan tradicional y apegado a los criterios religiosos como el de Pasto, se puso en marcha la Facultad de Matemáticas e Ingeniería, con un plan que apuntaba más a la formación práctica que teórica, respondiendo al aforismo de: “menos matemáticas y más Ingeniería”.
Tenía como modelo el ejemplo de los antioqueños, quienes habían fundado la Escuela de Artes y Oficios y la Escuela de Minas, “de donde han salido ingenieros en la verdadera acepción de la palabra”. Este enfoque convenía a los criterios impulsados por Bucheli, pues quería introducir modificaciones que tuvieran resultados a corto plazo.
Las iniciativas planteadas por Pereira eran acogidas por el ejecutivo y se ponían en práctica: la creación de la Revista de Ingeniería, la contratación de nuevos profesores en Bogotá, la consecución en el extranjero de obras de consulta, útiles y aparatos científicos, como los que se usaban en las universidades de Europa y Estados Unidos, “logrando fundar el más bello laboratorio metalúrgico que ha existido en el país”, la dotación de la imprenta departamental con toda clase de tipos para escribir matemáticas, la modificación de los pensum de la Facultad, según las nuevas tendencias. En fin, el trabajo científico no se limitaba a la docencia59.
En este entorno, Pereira pudo desarrollar la pasión por el estudio que siempre le fascinó:
Allí estudié minerales, rocas, aguas termales y en suma cuanto interesara en el Departamento, pero no era solo esto, escribía la Revista de Ingeniería, concurría a la Junta de Obras Públicas, al Consejo Municipal, desempeñaba la consulta oficial técnica y aún me alcanzaba el tiempo para sacar adelante trabajos de micrografía, escribir para las principales Revistas técnicas de Norte América, para los Anales de Ingeniería de Bogotá y para cumplir las atenciones sociales. Cuando pienso en la actividad que pude desplegar entonces no la concibo ahora. Pero era que la atmósfera se prestaba, atmósfera benéfica y estimulante, capaz de desarrollar en mí todo lo que podía dar60.
Pereira experimentó y registró en sus escritos el poder que ejerce el vínculo religioso entre las gentes de Nariño:
en el fondo de los corazones está la religión. La atmósfera religiosa de Pasto hay que sentirla (...) Y cuando se la siente, llena de encanto. Yo me decía: queremos traer el progreso occidental a esta BENARÉS SAGRADA, no es esto un delito? No están las cosas mejor como están? Estas gentes contentas con ser desconocidas habrán de comprender nuestros ideales? Agradecerán acaso los esfuerzos hechos en sentido contrario a su querer! Y mi ánimo de hombre progresista, en el sentido occidental de la palabra, desfallecía a veces, no por cansancio sino por sinceridad61.
Al término del Quinquenio de Bucheli, ocasionado por la dejación del poder de Rafael Reyes en 1909, vino el cierre de la Facultad de Matemáticas, aduciendo “el gravísimo costo que ha causado a la Nación y al Departamento la Facultad de Matemáticas e Ingeniería”62. Una vez terminada su actividad en la Universidad de Nariño, propició la creación del Centro de Historia y se dedicó a la actividad minera.
Cuando el entusiasmo minero en Nariño, entré en el negocio, constituyendo una Compañía para explotar yacimientos –bajo toda apariencia y ante cualquier criterio– riquísimos. Todo cuanto puede preverse en teoría, justificaba la empresa: rocas halagadoras, contactos que indicaban algo importantísimo y en fin, minerales de magnífica apariencia y calidad63.
La experiencia resultó un fracaso a pesar de la persistencia de Pereira por tratar de echar a andar proyectos que viabilizarían el progreso de la región. Los años que correspondieron a esta experiencia, segunda década del siglo XX, fueron muy aciagos para Pereira, ya que, no solo perdió a su esposa sino que también perdió la visión. La obra La vida en los Andes Colombianos e Impresiones de un viaje por el Ecuador64 tuvo que dictarlas a un ayudante, hasta que en 1916 se dirigió a Quito en busca de un especialista y pudo recuperar la visión. Después fue nombrado cónsul en Filadelfia, Estados Unidos, e incorporado como profesor a la Universidad de esta ciudad. Allí murió el 12 de marzo de 1936.
EL INTERÉS POR EL PROGRESOEn julio de 1911, con motivo de la inauguración de la estatua de Nariño, Pereira tuvo ocasión de exponer su concepto de “progreso”: él consideraba que el progreso era “la marcha hacia un estado de mejor acomodación de los asociados; debo decir (...) de todos los asociados; el objetivo o meta de esta acomodación es el bienestar general”, y la condición para lograrlo es que se llegue a él por el trabajo65.
Todo cuanto a diario nos hace comprender que las modalidades en el Departamento han variado, estas mismas festividades, los cambios materiales, que se efectúan en las ciudades; todo en suma que es ahora diferente de como era, son manifestaciones de un cambio radical que se está operando. Todo esto significa el éxodo moral de unos ideales a otros, son los preparativos de la peregrinación que emprende el pueblo suriano en busca del vellocino. En fin, son los signos de que se inicia la marcha hacia el progreso o que tiene lugar la evolución hacia el progreso; ninguna figura encuentro mejor que el sol naciente para simbolizar esto que está sucediendo en el Sur de Colombia66.
Para acceder al progreso, la guía que conduzca estas aspiraciones debe ser la instrucción pública, “el progreso surgiendo del trabajo es el acme por el que debemos esforzarnos. He aquí señores, la síntesis de mis ideas sobre el progreso”67. Creía firmemente en la imposible reversibilidad del progreso: “Cuando un pueblo evoluciona hacia el progreso, cuando el movimiento en tal sentido se establece, es como un grave que cae sin obstáculo: nada puede detenerlo ya. Respecto de los pueblos es preciso guiarlos, encarrilarlos, si pudiera decirse así, a un progreso bien entendido: bienestar general, riqueza distribuida, mejora moral y material de la colectividad”68.
Esta idea de progreso, propia de los contemporáneos de Pereira, comporta la creencia de que la humanidad avanza a partir de una situación inicial de primitivismo y barbarie y seguirá avanzando con el paso del tiempo hacia un ideal de perfección; da por hecho que el tiempo fluye de manera unilineal y considera al progreso como síntesis del pasado y como potencia del futuro69. Con este ideal de progreso, Pereira no logró comprender, por ejemplo, que el indígena con su cultura que no se doblegaba a los presupuestos de Occidente pudiera convertirse en algo diferente a “un ser apático en nuestra vida civil; carne de cañón para nuestras guerras, elemento electoral en nuestras decisiones, sin ideales, sin ideas, sin cosa alguna que lo mueva en la vida de la nación”70.
Fortunato perteneció a ese grupo de individuos activos y productivos que lucharon por incorporar el discurso modernizador en los espacios donde se desempeñaron; ensayó diferentes formas de responder a las exigencias que imponía el progreso material de la sociedad y vincular el racionalismo económico y el espíritu de empresa que admiraba en los empresarios antioqueños. La situación de Pasto, donde predominaba una cultura agraria, con una gran ligazón a una concepción teocrática de la sociedad, y en la que primaba el modelo de formación propuesto por las élites desde la colonia de dar predominio al letrado, al gramático y al abogado, chocaron con importantes iniciativas que intentó gestionar Pereira a través de la Facultad de Ingeniería. Sin embargo, la huella que imprimió Fortunato Pereira tanto a nivel de la formación universitaria como a través de las otras iniciativas ciudadanas, facilitó posteriormente el acceso a los procesos de modernización.
“En la hora presente no experimento vacilación alguna, O SE PROGRESA O SE PERECE”71.