Walter Antonio Mesquita Romero2
Escuela Normal Superior del Putumayo, Colombia
Recepción: 14/09/2018
Evaluación: 20/ 09/2018
Aprobación: 14/10/2018
Artículo de Investigación- Científica
Este artículo de investigación propone relacionar elementos de la orientación es-colar y la cultura digital en el intento de constituir un tejido que permitiera ela-borar una comprensión de mayor riqueza sobre el entorno juvenil. Estas líneas se originan a partir del proyecto de investigación Escuela y educación mediáticarealizado en la Escuela Normal Superior, del Putumayo (ENS). Se parte del recono-cimiento que los territorios digitales tienen cada vez mayor solidez en la construcción de sentidos en los estudiantes. A las instituciones cimentadas sobre muros robustos las empiezan a traspasar entornos cada vez más líquidos y espesos. Los cambios sociotécnicos actuales dan cuenta de la aparición de territorios virtuales, con una potencia tal que imprime un sello en las subjetividades. En este sentido, se torna totalmente válido y urgente acercar la reflexión sobre las interacciones de los estudiantes en estos entornos: la forma cómo estas interacciones construyen sentidos, los recorridos que diariamente realizan y las implicaciones en los modos de lo que consideran como saber que van consolidando, los significados otorgados y las sensibilidades que se despiertan tras estos encuentros. En este texto, se da cuenta de la forma en que los medios llegan y se entremezclan en la vida de los estudiantes de educación básica media de la ENS, a partir del reconocimiento de su cotidianidad e importancia en sus vidas y se concluye al proponer una serie de operaciones, necesarias para este entorno que, desde el campo de la orientación escolar, podrían abordarse.
Palabras clave: cultura digital, orientación escolar, estudiante de secundaria.This research article proposes to relate school orientation with the digital culture, with the purpose of constituting a network that allows to elaborate an enriched comprehension of the youth environment. The origin of this work is the research project “School and mediatic education” carried out in the Escuela Normal Superior from Putumayo (ENS). This study begins with the recognition that digital territories are becoming stronger in the construction of the students’ senses. The institutions supported by robust walls are being crossed by increasingly liquid and thick environments. The current sociotechnical changes account for the emergence of virtual territories that potentially imprint their stamp on the subjectivities. In this sense, it is completely valid and urgent to bring the students’ reflections about their interactions in these environments: the way in which these interactions construct senses, their daily journeys and the implications regarding the ways they consolidate knowledge, the granted meanings and the sensitivities elicited by these encounters. In this manuscript, we describe the way the media reaches and intermingles in the lives of basic education students from ENS, emphasizing in the recognition of the quotidian aspects and importance of the media in their lives. This article concludes by proposing a series of tasks that are necessary in this environment and that must be addressed from the domain of the school guidance.
Keywords: digital culture, school guidance, high school studentEste artigo de pesquisa propõe relacionar elementos de orientação escolar e cultura digital na tentativa de constituir um tecido que nos permita elaborar uma compreensão mais rica do ambiente juvenil. Essas linhas são originárias do projeto de pesquisa em educação escolar e educação em mídia realizado na Escola Normal Superior de Putumayo (ENS). Baseiase no reconhecimento de que os territórios digitais são cada vez mais sólidos na construção de sentidos nos estudantes. Instituições construídas em paredes resistentes começam a ser atravessadas por ambientes cada vez mais líquidos e densos. As atuais mudanças sociotécnicas são responsáveis pelo surgimento de territórios virtuais com tal poder que imprimem uma marca nas subjetividades. Nesse sentido, tornase totalmente válido e urgente trazer a reflexão sobre as interações dos alunos nesses ambientes: a maneira pela qual essas interações constroem sentidos, as jornadas que realizam diariamente e as implicações nas formas do que consideram como conhecimento vão se consolidando. os significados concedidos e as sensibilidades que despertam após esses encontros. Este texto dá conta da maneira como a mídia atinge e se mistura na vida dos estudantes de educação básica da ENS, do reconhecimento de sua vida cotidiana e importância em suas vidas e conclui propondo um série de operações, necessárias para este ambiente, que a partir do campo de orientação escolar poderia ser abordada.
Palavras-chave: cultura digital, orientação escolar, estudante do ensino médio.La escuela, en el tiempo, consolidó prácticas que afectaban profundamente los procesos de transmisión cultural y subjetivación; sus recorridos los marcaba una lógica que se distanciaba de lo cotidiano y del entorno familiar; favorecía la reflexión, los procedimientos metódicos y la deliberación.3 Las prácticas escolares que se desarrollaban en sus gruesos muros suponían una afectación sensible en la vida de las personas. La cultura escolar pesaba fuerte en las estructuras sociales e individuales, afectaciones que incluían lo corporal (Foucault, 2002),4 lo ideológico, la socialización, como espacio que permitía la continuidad de la experiencia entre unas generaciones (Dewey, 2004);5 en suma, su disposición afectaba vertebralmente la formación de sentidos y la constitución misma de la vida de las personas que moraban diariamente en este espacio. La institución escolar perfiló un signo de época que determinó en gran parte el funcionamiento social moderno. Es difícil imaginar el entorno actual sin su presencia. La escuela se constituyó como forma educativa hegemónica en todo el globo.6 Esta consolidación obedece debido a que fue capaz de hacerse cargo de la definición moderna de educación. A propósito Pineau sostiene que
Mediante complejos y eficaces dispositivos, la escuela moderna construyó subjetividades que comulgaban con sus cosmovisiones. A ser moderno se aprendía, principal pero no exclusivamente, en la escuela. Ella enseñaba a actuar sobre el mundo de acuerdo a ciertas premisas y matrices que se articulaban con los efectos de otras instituciones similares, como la familia, el Estado, el hospital y la fábrica. La volvieron un dispositivo capaz de llevar a cabo el objetivo moderno de que las poblaciones compartieran una cultura común —basada en una misma ética, una misma estética y una misma sensibilidad— necesaria para los progresos prometidos y soñados (Pineau 2018, 4).
Era tal el peso de esta institución en las sociedades que no pocas veces se la acusaba de las principales dificultades o logros; pocos se atrevían a cuestionar y sugerir la eliminación de esta construcción; al contrario, era y es común que cada gobernante intentase una reforma escolar, al pensar en alcanzar la sociedad que tiene en mente. Esto explica los diferentes discursos que han venido siendo desplegados desde la escuela: el liberalismo,7 el positivismo8 y el aula tradicional.9
Otro elemento notable sobre esta institución da cuenta de la forma en que privilegia ciertas operaciones intelectuales (leer, memorizar, razonar, observar, calcular, sintetizar), un centramiento en el saber legitimado y una estructura delineada a partir del texto. Suponen estos elementos un entramado dispuesto de manera tal que su robustez se desplegaba como una estructura pesada, pero con posibilidad de mantenerse en funcionamiento. Una solidez que garantizaba su presencia y mantenimiento en el mundo.
Sin embargo, lo sólido empieza a desvanecerse en el aire10. El universo de seguridades empieza a cuestionarse a partir de la emergencia de nuevos territorios y formas de habitar el mundo. Uno de los elementos que ha venido contribuyendo a esta tensión de manera notable han sido los cambios tecnológicos. Cualquier tecnología crea gradualmente un entorno humano totalmente nuevo. Strate señala que los entornos no son envolturas pasivas, sino procesos activos (Strate 2012,74). Los cambios tecnológicos llevan a la sociedad a generar una serie de nuevas formas o mixturas, que tocan inclusive fibras muy profundas de la condición humana. El periodo de final del siglo XIX e inicios del XX atiende a la aparición de variados cambios tecnológicos: el telégrafo, la radio, la fotografía, la cinematografía. Y una de las tensiones fuertes se da en uno de los ejes centrales del funcionamiento escolar: la forma en que empieza a transitar la información. La escuela pierde fuerza en los procesos como mediadora de información ante la aparición de nuevas formas de expresión cultural y de comunicación absolutamente nuevas y radicalmente distintas de la comunicación escrita (Area, Begoña, y García, 2008). La escuela deja de ser el único lugar de legitimación del saber.11
A medida que estos nuevos medios12 se despliegan en diversos espacios pasan a conformar cotidianidades, hábitos de la vida diaria;13 es decir, cuando el objeto herramienta se instala en el territorio próximo, las personas deben desarrollar las habilidades necesarias para su uso y esta apropiación genera transformaciones en este entorno. A la presencia de mayores instrumentos se corresponde una apropiación y desarrollo de habilidades derivados de ellos, un mejor dominio de los instrumentos, más utilidad, valor y transformación del entorno general. Por la forma en que la realidad física circundante, entorno tecnológico, de un lado, y facultades mentales, por otro, cambian en paralelo (Pérez Tornero y Vais 2012, 34), se establece una relación directa entre los instrumentos y las habilidades que el hombre ha adquirido, tanto que pone en cuestión lo que se viene entendiendo como alfabetización.14
Visto este proceso de relación entre el contexto, los medios y las habilidades, queda en evidencia que todo forma parte de un tejido que se corresponde y alimenta y tiene implicaciones en las estructuras vitales de un grueso de la población. Reconocer la aparición de este escenario implica abordar preguntas que permitieran acercar su comprensión, pues no es una transformación que se reduce a ciertos escenarios de la vida. Se asiste a la organización y el funcionamiento de un sistema complejo de relaciones, en el que la psique, el carácter y la personalidad humana son un factor más en otros y, en todo caso, nunca constante (Pérez Tornero y Vais 2012, 36)
En este sentido, las estructuras sólidas, estables y duraderas del Siglo XX se abren paso a una modernidad líquida (Bauman, 2007), caracterizada por la transformación constante en todas las esferas de la vida y la consecuente inestabilidad. Y, con esto, el conocimiento de las sociedades tradicionales se impregna de confusión, fragmentación y perplejidad (Pérez Gómez 2008, 62), lo que provoca nuevos riesgos, pero, también, posibilidades que requieren de respuestas novedosas. Una cultura en constante cambio, en confrontación con la cultura sólida consolidada en los siglos pasados, cuando primó la estabilidad e inalterabilidad, los límites espacio-temporales se difuminan, para originar transformaciones comunicativas tanto en las formas que se dan como en el fondo, lo que amplifica y crea otros canales que generan una presencia constante de medios.15 El impacto de todos estos medios digitales en la sociedad contemporánea está provocando una alteración profunda en las formas culturales, sociales, políticas y económicas (Barbero, 2017a). Se trata de una experiencia cultural nueva o, como Walter Benjamin la llamó, un sensorium nuevo, unos nuevos modos de percibir y de sentir, de oír y de ver, una nueva sensibilidad que en muchos aspectos choca y rompe con el sensorium que venía primando. Estos medios están reconfigurando lo íntimo, lo privado, dimensiones de lo colectivo, lo subjetivo (Barbero, 2017b). Instalados en este entorno y al reconocer que cada una de estas formas de representación lleva consigo formas y lógicas propias de acercar el entendimiento del mundo, se torna tan necesario como acuciante una mayor profundidad en el análisis.
La actitud inicial —y en gran parte vigente— que la escuela empezó a desplegar ante este territorio, fue defensiva: elaboró aproximaciones que llevaron a desconocer o disfrazar el problema de fondo, que tiene que ver con el surgimiento de otra cultura, otro modo de ver y de leer, de aprender y conocer. La actitud defensiva se limita a identificar lo mejor del modelo pedagógico tradicional con el libro y a anatematizar elmundo audiovisual, como el mundo de la frivolidad, de la alienación, de la manipulación (Barbero, 2000).
Esta es la otra cultura, que irrumpe con fuerza frente a la solidez de la escuela, que la desafía, que atraviesa los sólidos muros y pone en tensión parte de sus estructuras. No se presenta con peso y volumen; tiende cada vez a ser más portable y liviana. Ante la irrupción del universo líquido, la forma escolar moderna —centrada en el texto y las estabilidades—, parece colapsar, no puede presentarse cómodamente frente a las nuevas formas sociales. La escuela apenas empieza a aproximarse a esta forma cultural, en la que los estudiantes habitan cotidianamente.
Los recorridos que la escuela podría plantear en este entorno no pasan por fortalecer sus barreras y tornar la vista ciega a esta nueva cultura, ni sumarse indiscriminadamente a la promoción de los valores que se proponen desde el entorno multipantalla, sino pasa por pensar en posibles conexiones significativas para el trabajo de enseñar y aprender en la escuela, que se fortalece “como un espacio de experiencias de conocimiento ricas y complejas sobre el mundo en el que vivimos” (Dussel, 2011). Al abogar por una renovación de la escuela,16 donde se estrechan las culturas, la escuela puede ayudar a enriquecer las producciones de los niños, ayudarles a que se apropien de las enormes posibilidades que los medios digitales ofrecen a través de un enfoque riguroso y crítico, que difícilmente, en los contextos cotidianos, se garantiza. Al seguir este propósito, los objetivos de este artículo de reflexión son develar el significado otorgado por los estudiantes de básica y media, de la Escuela Normal Superior, del Putumayo, a los vínculos con lo digital, específicamente su relación con los medios, y proponer una serie de operaciones que tomara en consideración la escuela, específicamente desde la orientación escolar.
Varias preguntas sirven para abrir este sendero y plantear rutas posibles de cara a estos propósitos: ¿Cuáles son los usos y los sentidos que los jóvenes atribuyen a las prácticas mediadas por dispositivos digitales?, ¿cuáles son los recorridos que emplean los estudiantes comúnmente en este entorno?, ¿reconocen la parcialidad de los medios?, ¿de qué forma los medios entran con peso a configurar sentidos e identidad en los estudiantes?, ¿de qué forma se han enlazado las prácticas mediáticas de los estudiantes en territorios como el Putumayo?
El guión de las preguntas para motivar las discusiones en el grupo se organizó a partir del concepto de competencias mediáticas, constituido por Ferrés y Piscitelli (2012), que abarca seis dimensiones: lenguaje, tecnología, procesos de interacción, procesos de producción y difusión, ideología y valores, estética. El primer momento del análisis de los discursos de los estudiantes abarcó un nivel descriptivo; se identificaron particularidades y las ideas comunes que, luego, pasaron a estructurar una serie de temas considerados relevantes. Las categorías que afloran y sobre las que se centra la reflexión en este documento abarcan: subjetivación, contenidos (imagen), aprendizaje y verdad.
1. Hacer de la escuela respecto a un entorno multipantallaSon varias las interpretaciones que vienen germinando a partir de la consolidación de este entorno en la vida humana. Se acepta, en la comunidad académica, la necesidad de una formación que incluyera las habilidades necesarias para enfrentar esta cultura y poder incluirse de forma adecuada. Se recomiendan nuevas alfabetizaciones, que ponen en foco prácticas que vinculan la reflexión y la creación de significados a partir de este entorno, como, también, las que abogan por el encuentro con la multiplicidad de los recorridos sociales y culturales ligados a lo digital (necesidad de educar a los jóvenes en los cambios que se dan en la sociedad).
Algunos centran su atención en resaltar esta formación en el desarrollo de competencias digitales y mediáticas, que permitieran a los ciudadanos desenvolverse de forma satisfactoria, crítica y participativa en la era digital (Aguaded 2013, 7), a partir del reconocimiento de las transformaciones sociales y culturales que ha producido en la sociedad contemporánea el desarrollo de los medios y debido a la influencia que tienen en la vida de las personas.
Se empieza a densificar la lectura de estas tecnologías digitales en sentido amplio. No son pocas las voces que reconocen que no se trata solo de artefactos, sino de objetos culturales que alteran los espacios, los tiempos y las formas de trabajar, así como de historias e imaginarios simbólicos que estructuran la vida escolar y el quehacer de sus actores, apunta Dussel (2012).
Ahora bien, al reconocer la descentralización de la escuela en la formación de los sujetos que pasan a privilegiar el contacto, de forma cotidiana, con los medios, se necesita acercar la comprensión respecto a lo que esto significa y despliega. La infancia y la juventud se encuentran atravesadas por el influjo de medios, como la televisión, la internet, los videojuegos y la telefonía celular (Buckingham 2008, 105). Al verse así, las operaciones que la escuela podría proponer, a modo de tejer puentes, pasan por no quedar limitados en un discurso tecnológico celebratorio, sino abrir posibilidades, que suponen establecer vías que permitieran llegar a terrenos que pasan por religar los medios a lo político, lo cultural, lo económico, lo ideológico. Al respecto, señala Dussel que la escuela podría
por un lado, enseñar otras formas de ser usuarios y productores de la tecnología informática y de los medios de comunicación de masas, y por el otro, también producir textos (...). Poner muchas computadoras, videos o filmadoras en las escuelas no resolverá el problema de producir estas nuevas experiencias de escolarización que nos parecen necesarias. Es la interacción entre nuevas tecnologías estimulantes y productivas, y contextos y usuarios-productores más críticos lo que puede producir mejores resultados en términos de las herramientas intelectuales y las posiciones políticas y éticas que deben estar disponibles para todos los sectores de la población (Dussel 2010, 8).
Este artículo de reflexión centra su atención en proponer una serie de operaciones que, desde la orientación escolar, pueden abordarse como una forma de aproximar este entorno cultural a la escuela y permitir una formación que considerase estos territorios. Se intenta aportar al debate y reflexión sobre los medios y sus implicaciones sociales, económicas, sociológicas y políticas como una forma de superar posturas que centran el discurso de lo digital reducido a herramientas o que abogan por la expansión tecnológica como sinónimo de progreso que, a la vez, favorecen una postura de fascinación.
2. Identidad y territorios digitalesPensar en la forma en que, desde la orientación escolar, se pueden desarrollar operaciones complejas que permitieran comprender la cultura mediática, al entenderla como un entorno válido de vínculos que constituyen referentes en la fundación de procesos identitarios, es un modo de promover espacios de encuentro con los territorios digitales. Este acercamiento se caracteriza por algunas particularidades, pues se entiende que la escuela es uno de los pocos espacios que permite la cuestión y aproxima a los participantes a ciertas operaciones cognitivas que, en el entorno, no se localizan con facilidad. En este sentido, se entiende, en términos de Van Dijck (2016), que la escuela debe ser un entorno que promueve “lo difícil pero importante” (p. 67), o sea operaciones que cada vez son de mayor necesidad ante el opacamiento que surge a partir de la fascinación tecnológica, donde el entorno líquido signa, en la vida, de los jóvenes una cultura centrada por el aquí y el ahora y donde se promueve el culto a la novedad y lo popular extendido.17
Al resaltar esto y el reconocimiento que los vínculos de los adolescentes y lo mediático ocurren de forma cotidiana, al quedar la mayoría de veces en los recorridos que este entorno ofrece, se reconoce que en este contacto se negocia la construcción de la subjetividad e identidad. Por ejemplo, Canclini afirma (Canclini 2008, 10) que los medios representan para los adolescentes un espacio de independencia de la familia y significan procesos ligados a espacios de autonomía, como también pasan a afectar las dinámicas familiares, la comunicación entre padres e hijos. Se asiste a un enorme terreno, que requiere comprensión y tratamiento de parte del entorno escolar.
De la misma forma, los medios les permiten a los adolescentes proponer una relación con el otro en un espacio más libre, más desinhibido. La mediación de la pantalla, la ausencia de imagen física y la anulación de la dimensión corporal les ofrece la posibilidad de hablar de sí mismos con mayor autenticidad (Morduchowicz, 2013). En suma, se puede afirmar que una radiografía cultural de los adolescentes indica que son sujetos mediatizados, con subjetividades, interacciones y deseos que se construyen en diálogo con —y a través de— determinados medios (Dussel, 2018).
Estas transformaciones tecnológicas han afectado directamente la forma en que los adolescentes construyen su identidad. En cada texto, imagen o video que suben a sus redes sociales, blog u otro entorno mediático, se preguntan quiénes son y ensayan perfiles diferentes a los que asumen en la vida real (Morduchowicz, 2012). A partir de las tecnologías, la identidad ha dejado de ser inmutable, para manifestarse en un conjunto de prácticas, en permanente redefinición, de sujetos diversos, que se mueven en espacios heterogéneos (Winocur, 2006). Desde la perspectiva de Bauman (2008), la gestación de la identidad
comparte ahora el destino de otras guarniciones de la vida: desprovista de una dirección determinada desde el principio y para siempre, y sin tener que dejar tras ella unas trazas sólidas e indestructibles, se espera, y se prefiere, que la identidad pueda fundirse fácilmente y adaptarse a moldes de formas distintas. Lo que antes era un proyecto para “toda la vida” hoy se ha convertido en un atributo del momento (p. 23).
Supone una ruptura de una cultura sostenida en valores sólidos; en la liquidez, la identidad se construye y experimenta desde múltiples ofertas que están al día, de los estilos y de ofertas del mercado y, en esta construcción, lo mediático ha tomado una fuerza significativa, al igual que la escuela ha cedido protagonismo. Cada vez más, las redes cumplen una función de elaboración, de acercamiento; se constituyen como medios de tramitación de lo simbólico e inciden en los procesos de subjetivación y socialización de los estudiantes.
A saber, en las redes sociales, el sujeto de la comunicación se cuenta generalmente a sí mismo, tiene amigos, seguidores y cuenta la cotidianidad de su vida para ellos; la imagen pasa a ocupar un lugar central (Murolo, 2015). El habitar este territorio permea los sentidos, la identidad de los adolescentes; se necesita analizar la forma en que se vinculan con los medios, las prácticas que desarrollan, experiencias e identidades en los estudiantes. En suma, se trata de pensar sobre este espacio líquido como un lugar de experiencia y de subjetivación, como un espacio que habitamos y nos habita (Rabadán Crespo, 2016). Tiene que ver con los nuevos caminos que transforman las relaciones entre la persona, el cuerpo, la imagen y las identidades.
Estos señalamientos promueven un vínculo con el campo de la orientación escolar; lo hace al invitar a elaborar nuevas reflexiones y prácticas alrededor de esta cultura, asuntos referidos a los tiempos de conexión de los estudiantes, sobre lo que significa esto en términos de sus vidas sociales, los recorridos que efectúan en este territorio, las imágenes y videos que provocan detenimiento, lo que suponen como válido, las imágenes de sí mismos que suben a la red, los textos y las intenciones narrativas que aportan a este entorno, las formas de socializar en la red, cómo los móviles participan en la constitución de subjetividades e identidades, sobre la construcción de criterios de verdad en este terreno y la forma en que la intimidad se construye.
3. Orientación escolar y cultura digitalDe acuerdo con el estudio publicado por García (2016), se reconoce que, en Colombia, existen 14 millones de usuarios que utilizan internet todos los días. La población digital ronda los 23 millones de usuarios mensuales; por otra parte, destaca que el acceso a las redes sociales es la principal razón por la que se utiliza internet en el país. El estudio señala que hay 16,6 millones de usuarios de plataformas como Facebook. Y en cuanto a telefonía móvil, estudios revelan que los colombianos utilizan en promedio cuatro horas al día el celular y unas 3,4 horas de su tiempo diario para navegar (Tecnósfera, 2017).18 Las interacciones que se privilegian se asocian a la extensión de la vida social. Estos datos sugieren que la llegada de los medios se ha extendido a gran parte de la geografía del país.19 En el mismo sentido, se ha reportado que el 75% de los niños de entre 9 y 16 años utilizan el celular como medio favorito para conectarse y el uso promedio que los menores hacen de internet es de 3,5 horas, pero aumenta hasta cinco para los adolescentes (TigoUne, 2018). Un niño, antes de ir a la escuela, ha tenido algún tipo de contacto con la pantalla. Se puede hablar de una vida, desde la infancia, tatuada por los medios (Bacher, 2009).
Estos datos sugieren la presencia de un territorio alterno al físico, donde las interacciones suceden a diario y empiezan a ganar una mayor significación. En especial, los jóvenes se acercan con mayor entusiasmo y mantienen su atención durante un tiempo extendido. Y suponen un elemento constitutivo en las subjetividades, pues, como afirma Lasén (2009), la agencia y la constitución de subjetividades e identificaciones sociales son procesos dinámicos, resultado de negociaciones y equilibrios de poder que implican a individuos, colectivos e instituciones y, también, a los objetos que constituyen nuestro medio material (p. 215). La construcción del sentido tiene ataduras en estas mediaciones. En este sentido, los medios también deben referenciarse como artefactos culturales cargados de significaciones y representaciones sociales. A las identidades locales las median influencias de lo global que circula a través de los distintos formatos de los dispositivos electrónicos. Las fronteras de estas mediaciones no existen; las pérdidas de sentido de lo próximo pueden dar surgimiento a fenómenos como los expuestos en el documental La selva inflada2020 (2016).
De ahí que la orientación escolar pudiera perfilarse como un espacio de suspensión21 que promueve un acercamiento desde operaciones complejas y permitiera problematizar estos temas sobre los sentidos e identidades que se constituyen a partir de los recorridos por este territorio cultural; enlaza, también, una formación crítica en los estudiantes para enfrentar estos recorridos, pues la influencia de este territorio líquido empieza a configurar y otorgar sentido en la cotidianidad analógica,22 mueve sensibilidades y permea comportamientos que afectan la vida social, económica, ideológica e incluso democrática.23
Alterno a esta proposición, el espacio de orientación escolar podría incorporar las potencialidades que suponen los medios y estructurar propuestas a partir de su uso (el uso de plataformas de intercambio con los estudiantes, correo, videoconferencias con personas distantes, lecturas, videos). Son pocos los estudios que dan cuenta de este sector de educadores que indagan sobre los medios y la orientación escolar. Algunas de estas pesquisas centran sus esfuerzos generalmente en la apropiación y uso que establecen los orientadores sobre los medios. Por ejemplo, refieren Fernández, Nogueira y Couce (2013) que los orientadores en España se perciben, en general, poco familiarizados y preparados para el uso de herramientas tecnológicas en el desempeño específico de su campo profesional. En lo que respecta a este escrito, se concibe que, desde la orientación escolar, es posible tejer un acercamiento que da cuenta de la cultura digital de los jóvenes, desde un enfoque cultural y crítico; es un abordaje que no se limita exclusivamente al manejo de las potencialidades de estos medios.
En este sentido, se trata de proponer ejercicios que indagasen por la formas de habitar este espacio y las operaciones propuestas, la forma en que los jóvenes empiezan a construir discursos alrededor de sus elecciones vocacionales, el manejo de la afectividad (estereotipos), las voces e imágenes con las que empiezan a edificar su sexualidad y referentes de convivencia.24 Muchos de estos asuntos aterrizan en la vida de los jóvenes a través de los medios.
Y estas narrativas mediáticas, además de mostrarlos, también ofrecen formas ideológicas y marcos de referencia para poder interpretarlos; proponen una forma particular de asumir estos temas e incluso pueden oscurecer y manipular el sentido. Los algoritmos vehiculan una forma particular de estos asuntos y, muchas veces, la escuela no da tiempo para proponer otras miradas o, al menos, para ponerlas en discusión, y la orientación escolar puede habilitar itinerarios que favorecieran la formación de una ciudadanía crítica y consciente de estos aspectos, que constituyen el territorio líquido.
Reconocer este territorio y la riqueza que representa como forma de contribuir en los procesos de identidad, subjetivación y socialización, implica abrir una ramificación gruesa respecto a la comprensión y orientación de la vida de los estudiantes. Se relaciona de forma directa con elaborar una aproximación más cercana a los procesos culturales que despiertan mayor sensibilidad en ellos en esta época. Un acercamiento a estos territorios, desde la orientación escolar, favorece una dotación de mayores recursos de actuación respecto a los estudiantes; muchas de las decisiones que asumen los adolescentes no pocas veces se consultan en la web (lo que no significa que resultara totalmente cierta o errada la información a la que se accede). Pensar en los conflictos o afectaciones que se suceden en este entorno (el acoso escolar a través de medios digitales) y, también, aproximarlos como medios que facilitan el acceso a información que favoreciera perfilar decisiones de vida (orientación vocacional) son trayectos posibles desde la orientación escolar
Al tener presente esto, el ejercicio desde la orientación escolar pasaría a enriquecer sus recorridos y a favorecer la formación de un sujeto crítico, como elemento fundante de desarrollo pleno de la personalidad.25 Este entrelazamiento permite incorporar elementos de la cultura de los jóvenes y otorga elementos significativos sobre sus procesos de construcción como sujetos, lo que fortalece las intervenciones que se proponga un orientador escolar, como la consejería individual y familiar.
Precisamente, el asesoramiento a estudiantes es un componente central del rol del orientador; aborda asuntos propios de la vida de los estudiantes en cuanto a situaciones que afectan la convivencia; dificultades académicas, familiares, personales y sociales generalmente se abordan en este espacio; temas vitales, como enamoramientos, rupturas, señalamientos, comentarios no sanos, conflictos interpersonales, ideación suicida, maternidad y paternidad temprana, sexualidad, trastornos alimenticios, entre otros, son parte vertebral, que implica al orientador escolar. Y es común que los estudiantes indagasen sobre estos asuntos en la web y tomaran algunas referencias encontradas como válidas. Hay un traslado de ciertas preguntas que causan determinado señalamiento en la sociedad a la red, favorecido en un entorno donde lo digital tiende a actuar como un oráculo omnisciente (Noah 2016), hecho que empieza a tomar fuerza desde edades tempranas.26
4. Hilando pasosUn primer elemento que se manifiesta en los discursos de los estudiantes es el significado y sentido otorgado a los medios en sus vidas, especialmente como un espacio relevante en la construcción de procesos de subjetivación. Se entiende la subjetividad como la apropiación de la cultura o los modos en que pasan a representar en un sujeto las creencias, las ideologías colectivas, las formas de pensar y hacer; abarca elementos simbólicos que habitan y pasan a ser parte constitutiva de las personas. A partir de los cambios mencionados, la estructuración de la subjetividad se nutre, en gran parte, del contacto con los territorios líquidos. Sin ir más lejos, se puede mencionar a las redes sociales como dispositivo de socialización, pues constituyen una válvula de escape a la soledad, el vacío y la incertidumbre que viven adolescentes y jóvenes primordialmente (Ramírez Grajeda, Arce y Enrique, 2014). A la construcción identitaria pasan a condicionarla estos nuevos dispositivos de socialización.
Un asunto sobre el que se empieza profundizar la reflexión tiene que ver con la forma en que el territorio líquido tiende a moldear a un ser humano marginado de sus facultades de juicio y decisión; cada vez tiende a ser una entidad sustitutiva encargada de actuar en el propio lugar, subterráneamente y en formas diversas, en función de registros de acción destinados a extenderse de modo indefinido (Sadin 2017, 73). Los algoritmos se expanden con facilidad en esta cotidianidad y toman fuerza en la administración de la vida. Ante esta situación, la orientación escolar podría reflexionar sobre estas posibilidades, como, también, sobre el desplazamiento de la toma de decisiones frente a lo que Eric Sadin, en una entrevista con (Vicente 2017), llama “la muerte de la figura humana, un ser humano dotado de la capacidad de definirse libremente a sí mismo y de actuar con responsabilidad (…) la pérdida de nuestro libre albedrío y nuestra capacidad política”.
Otro elemento que se reitera en los discursos de los estudiantes es la relación constante con las imágenes; la participación en el entorno digital muchas veces queda marcada por proveer y pasar la vista a las imágenes en la red. No hay un detenimiento y análisis por el significado, intencionalidades, valores resaltados, con los que viene acompañada una imagen, su historia y sus condiciones de producción. No hay una problematización sobre el lenguaje visual. A los acercamientos los acompañan prejuicios u opiniones que se emiten ipso facto (Ramírez Grajeda et al., 2014) motivados por la vertiginosidad de los sucesos, pues estos lenguajes, que permiten habitar el territorio, tienden a promover operaciones que privilegian la rapidez, lo emocional y la novedad. Intentar rutas que concedieran tareas complejas que requirieran de mayor concentración, comprensión y análisis, pasan a convertirse en una urgencia de la época.
Esto implica un repertorio de disposiciones que pueden abordarse desde la orientación escolar y permiten consolidar espacios para elucidar los mecanismos de la producción de las imágenes que circulan en este territorio, identificar los autores a quienes conviene esa circulación y distanciarse de las convocatorias que atentan contra la vida, la dignidad, la diversidad y el respeto. En concreto, lo planteado tiene que ver con lo que llama Fontcuberta (2016) promover una ecología de la imagen, ante el exceso que inunda y la falta de tiempo para detener la vista ante la reflexión. La propuesta invita a reciclar aquellas imágenes que pudieran servir para abrir a la reflexión y construir un análisis sobre lo que están contando.
En los recorridos que los estudiantes realizan en este territorio van incorporando elementos y construyendo sistemas para enfrentar sus necesidades cotidianas. La escuela deja de monopolizar el saber. El entorno dispone nuevas formas de acercar el saber; en este aspecto, (Scolari 2018, 17) propone el uso de la expresión alfabetización transmedia para entender las habilidades, prácticas, prioridades, sensibilidades, estrategias de aprendizaje y formas de compartir que se desarrollan y se aplican en el contexto de las nuevas culturas participativas, que se organizan a partir de lo digital. En los discursos de los estudiantes, se pone de manifiesto que muchos de los procesos de aprendizaje se suceden fuera del muro escolar y los media, la mayoría de veces la pantalla y, a la vez, este entorno se privilegia y se corresponde con la atención por parte de los estudiantes.
La cotidianidad y el uso de los medios contribuyen a que los estudiantes incorporasen en sus imaginarios formas de hacer respecto a la realidad, que se privilegian desde el entorno digital. A esta situación se la refiere como efecto burbuja y constituye ciertas configuraciones que sustentan el núcleo de funcionamiento de estos entornos; es una disposición fundacional de su arquitectura. Las burbujas son agrupaciones de formas de visiones sobre las cosas próximas; es decir, aíslan a las personas de una diversidad de puntos de vista o contenidos (Nguyen, Hui, Harper, Terveen, y Konstan, 2014). Esta situación tiende a modelar y homogenizar determinadas ideas sobre lo que alguien intentase buscar en el entorno digital, lo que desplaza acercamientos o lecturas alternativos. Sobre este asunto, apunta Morduchowicz (2018)27 que las investigaciones en todo el mundo evidencian que la gran mayoría de los estudiantes de secundaria, cuando buscan información en Internet, utilizan solo el primer link que encuentran; no buscan un segundo o tercer sitio web, que les permitiera comparar contenidos o puntos de vista (Morduchowicz 2018, 21). Este hecho se intensifica en un entorno en el que las noticias falsas llegan veinte veces más rápido que las verdaderas (Vosoughi, Roy, y Aral, 2018) y el desplazamiento del sentido de investigar hacia buscar y localizar información en internet, que los estudiantes tienden a privilegiar
En este entorno, la información masiva de opiniones y de información aparentemente ya no la dominan múltiples empresas de medios (cada vez hay más concentración de medios), quienes sacaban a la luz textos que seguían determinados por filtros de tipo periodístico. Ahora, con la facilidad de publicar y que cualquier persona pudiera hacerlo, también supone que mucha de esta circulación no se concibiera con unos criterios mínimos que siguieran certidumbres, como también que muchas de estas opiniones individuales se publicaran, pero se perdieran sin leerse, entre la vastedad de otras opiniones. En este sentido, pasa a importar lo popular, no necesariamente los elementos con criterios de verdad.
Dussel (2014,12) relaciona que, en esta época, el criterio de popularidad funciona tanto para los buscadores que organizan una jerarquía de respuestas en función de cuáles han sido las más visitadas, como para las redes sociales que organizan su flujo de tráfico de acuerdo con el lugar que los sujetos o mensajes ocupan en un orden prioritario de visitas. Las voces de los estudiantes dan cuenta que el internet es su principal espacio para acceder a información y Google la página principal; tienden a valorar los primeros enlaces que aparecen y la verificabilidad se reduce a encontrar la información que resolviera la consigna de la tarea planteada; establecen una lectura fragmentaria y con una verdad estadística configurada por los algoritmos de la popularidad. A esta jerarquización del conocimiento, algunos autores la han denominado googlearquía, al referirse a la centralidad que tienen los buscadores en la visibilidad y descubrimiento de la información online (Aparici y García Marín 2018, 217).
Es la escuela la institución llamada a provocar otras miradas, más críticas, más problematizadoras, que posibilitasen lecturas que sobrepasaran lo banal, lo popular extendido y contribuyeran a provocar preguntas y operaciones con el saber, que no están disponibles en los espacios habituales de los adolescentes.
La extensión del territorio líquido llega y se posiciona cada vez en los rincones más íntimos y lejanos, lo que aporta significados y sentidos en los peregrinajes. Espacios líquidos han ganado terreno y se posesionan con fuerza y se apetecen e incluso se tornan imprescindibles y cada vez empiezan sutilmente a apoderarse de operaciones humanas; la facultad de actuar libremente y a conciencia se sustituye por sistemas, en un tono de interés mercantil. Asombra la forma en que estos medios se instalan en rincones distantes y empiezan a habitar y significar en la vida de las personas desde la infancia. En gran parte del territorio del Putumayo, distante geográficamente, con deficiencias en infraestructura y condiciones sociales desfavorables, no se impide la presencia de este nuevo entorno. Ha sido el celular el medio que ha permitido abrir la ventana a este territorio digital; un poco destiñe la idea que se tenía en los programas de inclusión digital, que asumían que la llegada a este entorno se daría a través de computadoras personales. Es el celular el medio principal que viene creando un vínculo constitutivo de nuevos nichos culturales de producción de significados sociales. Los celulares son, probablemente, los aparatos que más han transformado el paisaje sociotécnico en los últimos años, quizá solamente comparables a la revolución que supusieron los aviones a principios del siglo XX (Dussel y Reyes 2018, 151).
A partir del desarrollo de grupos de discusión con los estudiantes de básica y media (grados 9 a 11), se evidencia que el acceso a estos entornos es cotidiano. Hay una presencia habitual de estos medios y los estudiantes, desde su soledad, muchas veces enfrentan este encuentro, en lo que llaman “cacharrear por la curiosidad” (estudiante grado noveno, grupo de discusión realizado el 2002-2018). Si algo caracteriza a estas interacciones es la exploración por cuenta propia. Este acercamiento se liga más a procesos de iniciativas a manera de exploración en estos terrenos, que realizan los estudiantes, que a un proceso de acercamiento escolar. En este sentido, ya Winocur (2013, 71) proponía cuestionar la idea de que los ciudadanos que están todo el tiempo conectados a diversas pantallas y dispositivos e interactúan con sus redes simultáneamente, no se tornan necesariamente más críticos frente a la realidad y más abiertos a la diferencia; ella encuentra que la mayoría habla desde el sentido común que, en última instancia, refiere a la simplificación que propone Facebook para que todo el mundo expresase su opinión, con el “me gusta” o “no me gusta”. Este hecho auspicia patrones de entendimiento o formas de hacer frente a este entorno, desde perspectivas que ofrece el medio; es decir, se incorporan en los discursos y consumos propuestos por la popularidad y las tendencias de la red.
Las imágenes son elementos centrales en los recorridos que establecen los adolescentes en este entorno mediático; son las fotografías, representaciones, estampas, dibujos, memes, por los que pasa la mirada continuamente; se presenta una inundación de fotografías; son escasos los días en que no se compartiera una imagen en las redes sociales. La fotografía, en estas prácticas, asume otro significado —ya no el registro para la posteridad y evocación de otros valores asociados a la memoria—, sino se asocia a establecer una comunicación a través de las fotos; el sentido ya no procede del contenido de las imágenes, sino de su manejo y circulación (Fontcuberta, 2016). Es necesario debatir sobre las formas comunes de representación del dolor, las injusticias, la violencia, los estereotipos; se requiere trabajar sobre imágenes poderosas o que condensan una situación particular y someterlas a reflexión desde otras perspectivas. Tratar sobre la forma en que la propaganda construye una imagen del cuerpo femenino, sobre lo que se deja al margen en una imagen, su historia y condiciones de producción. Desde la orientación escolar, se podrían plantear ejercicios alternos para poner en reflexión los sentidos que se favorecen desde los medios.
A pesar de que existe una identificación o reconocimiento de los medios como vehículos de determinadas formas de articular las vivencias que afectan a la vida, los estudiantes sienten que están preparados para enfrentar este entorno. Una confianza que es resultado de las interacciones diarias; es una sensación de que a menudo los medios, de manera opaca, privilegian sus algoritmos y dan la sensación de mantener control sobre sus recorridos en este terreno.
Los contenidos que despiertan cierto apego son aquellos que se presentan desde la espectacularidad. Parte de los recorridos y aportaciones a las redes sociales realizados tienen que ver con lo que denominan “llamar la atención” (estudiante grado décimo, grupo de discusión realizado el 22-02-2018), que deriva en la adopción de códigos y formas particulares que la red pone a su disposición para ello; es decir, los elementos o recursos a los que acuden los estudiantes para alcanzar una atención se inscriben en los que ofrece el medio para este fin
Todos estos senderos que, desde la orientación escolar, toman fuerza se inscriben como una forma de potenciar el desarrollo del ser humano. De seguro, lo aportado desde este territorio líquido contribuye a la comprensión de lo humano y, en mayor medida, a las etapas de la niñez y la juventud: los ejercicios de asesorías, consejería individual y familiar e intervenciones grupales (escuela para padres y madres) se verían fortalecidos en su abordaje. También, resulta difícil concebir que las referencias que elaboran los jóvenes sobre la afectividad y la sexualidad no tienen asomos de influencia de los medios; como enunciaban los estudiantes, muchas veces se tiene mayor confianza en preguntar a la red que a los educadores; es decir, les otorgan a estos espacios un peso tal de referencia ante su construcción de identidad que pasan a desmarcar otras instituciones que históricamente venían cumpliendo esta función. Parte de este fenómeno se confirma al evidenciarse lo que Sibilia (2008) llama una “exacerbación de la exposición del yo”
Lograr entendimientos sobre este entorno le permite a la orientación escolar religar el mundo del estudiante con el escolar y una mayor profundidad en la lectura de los entornos de los estudiantes. Son varias las posibilidades de reflexión e intervención que, desde la orientación escolar, pueden consolidarse, al asumir como punto de partida que las tecnologías no pueden considerarse solo un estímulo, un medio para un fin, sino se inscriben en un contexto de significación y de interacción que les da sentido, donde se despliega la subjetividad (Rueda 2014, 13).
Lo que queda claro, en este sentido, se relaciona con las actuaciones de la escuela respecto a este entorno; bien puede cerrar las puertas —cada vez más porosas— o establecer diálogos enfocados a un acercamiento a los medios desde propuestas que se caracterizaran por proponer situaciones complejas, no tanto abordadas desde la espectacularidad, que es la propuesta de los medios.
Es vital que se promovieran estudios sobre los adolescentes y su relación con los entornos digitales, para evitar reduccionismos que llevasen a postular la idea de los medios como homogéneos, pasivos o descontextualizados o ceñirlos solo a números. Es necesario plantear estudios etnográficos en este campo, que permitieran elaborar una comprensión de las particularidades de los adolescentes que recorren estos territorios cotidianamente, para resaltar sus voces, valores, significados y los sentidos otorgados en los contextos de sus vidas (Livingstone 2018, 180).