Las principales investigaciones sobre violencia en la pareja han
centrado su atención en el contexto matrimonial, enfocándose
principalmente en las parejas heterosexuales1,2. Estos estudios
mencionan que los hombres juegan un papel predominante y son ellos los
principales causantes de la violencia, a pesar de otras dinámicas de
violencia desde una perspectiva bidireccional3,4; por otro lado, las
mujeres son vistas como las más receptoras de ésta. Cabe mencionar que
son escasas las investigaciones y los datos sobre la violencia de
parejas del mismo sexo desde el noviazgo5.
En la actualidad, en algunos países se defienden los derechos de las
personas de la comunidad LGBTI (Lesbianas, Gais, Bisexuales,
Transgénero, Intersexuales), mientras que en otros, las relaciones entre
personas del mismo sexo son consideradas como un delito que puede ser
castigado inclusive con la pena de muerte; confirmando uno de los
últimos reportes de la Asamblea General de Naciones Unidas-ONU6
(acerca de los derechos LGBTI en el mundo), que afirma que: “a pesar de
que los derechos humanos son inherentes a todas las personas sin
distinción: la situación no es homogénea sino heterogénea”.
A lo largo de los años, el acrónimo del movimiento LGBTI ha evolucionado
para abarcar a personas con identidad de género u orientación sexual
distinta a la heterosexual. El nombre originalmente era solo LGB y
apareció en los años 90 para sustituir los términos "homosexual" y
"gay", de uso frecuente, incluyendo también a lesbianas y
bisexuales.
Paulatinamente se fueron incorporando otras identidades de género,
consideradas marginales incluso en los movimientos por la igualdad y la
no discriminación. De esta forma, apareció la denominación más común:
LGBTI, aunque en muchas ocasiones se evidencian otras variantes, como
LGBTQ (Q=queer, poco usual), LGBTP (P=Pansexual),
LGBTA
(A=Asexual),
LGBTQIA o, la más extendida: LGBT+, donde el signo más incluye todas las
variantes no incluidas en el acrónimo anterior.
América Latina ha pasado por un proceso de cambio y aceptación de los
derechos de quienes pertenecen a la comunidad LGBTI, que va desde
adoptar políticas contra la discriminación, cambiar su género en sus
documentos y reconocer sus derechos como ciudadanos hasta autorizar el
matrimonio en parejas del mismo sexo, como ocurre en Colombia, Brasil,
México y Uruguay7; a pesar
de estos grandes
cambios, dentro de la
comunidad no se visibilizan temáticas tan importantes como la violencia
intragénero, anulando, así, la problemática8,9.
La violencia en parejas del mismo sexo es una realidad escasamente
visible también para la sociedad en general, en este sentido, en países
donde se han adelantado procesos de reconocimiento de derechos para la
comunidad LGBTI apenas se empieza a hablar de esta problemática. Por
ejemplo, en España se conmemora el “Día nacional contra la violencia
intragénero” el 14 de abril y se lleva a cabo la campaña “hay amores que
matan”, realizada por Colegas-Confederación LGBTI Española, el
Observatorio Español contra la LGBTIfobia y el Bufete Patón & Asociados,
para sensibilizar a la sociedad y los medios de comunicación sobre la
desigualdad y discriminación sufrida por estas parejas, e impulsar que
las víctimas denuncien a sus agresores10.
Previo a este avance en España, en California (Estados Unidos), mediante
estudios publicados en la Universidad Northwestern en 2014, se concluyó
que entre el 25% y el 75% de las personas de la comunidad LGBTI han sido
víctimas de este tipo de violencia11,
información que confirma la
existencia de la violencia de género y la magnitud de esta problemática
a la que hasta ahora se le da la relevancia que requiere en los países
en vía de desarrollo.
Actualmente, la literatura empieza a narrar la realidad existente tras
las relaciones de pareja homosexuales; así, libros como “La huella de la
violencia en parejas del mismo sexo”12
pretende dar a conocer la
violencia intragénero, que es similar a la producida en relaciones
heterosexuales, donde interactúa un rol dominante y uno de sumisión
independientemente de los roles de género. El libro cuenta con el
testimonio de 28 víctimas de 791 encuestadas, las cuales accedieron a
ser entrevistadas sin revelar su identidad. La narración de éstas
permite identificar algunas diferencias entre la violencia de pareja
heterosexual y la violencia intragénero, debido a que, en la segunda, la
persona afectada es revictimizada por causa de la homofobia de la
sociedad, permitiendo que los maltratadores chantajeen a sus víctimas
con revelar su orientación sexual a su entorno laboral o familiar
(outing) para evitar la denuncia ante las autoridades
correspondientes.
Estas narraciones de víctimas españolas dan cuenta de los obstáculos y
el dilema que enfrentan al momento de hablar respecto a la situación de
violencia en la que se encuentran inmersos. Además, una de las grandes
dificultades al momento de obtener cifras de violencia en parejas de la
comunidad LGBTI, se debe a factores como la falta de datos y estudios,
casi la mayoría de personas e instituciones que trabajan con violencia
intrafamiliar se centran en parejas heterosexuales, y la negación por
parte de la misma población LGTBI de la existencia de la
violencia13-15.
Sumado a esto, existen otros motivos por los cuales la violencia
intragénero parece invisibilizada, como el que se desarrolla desde las
ideologías basadas en el género, pues de manera involuntaria reprimió el
discurso del maltrato entre personas del mismo sexo, y contribuyó al
mito de que los hombres sólo son autores más no víctimas en la violencia
de pareja16.
Para apoyar esta idea, investigaciones como la de McKenry et
al.,17
concluyen que la perpetración de la violencia en parejas del mismo sexo,
en este caso pareja homosexual, se lleva a cabo en función del
desempoderamiento, es decir, desafíos percibidos en cuanto a las
posesiones, la autoridad y el control de la pareja.
En este sentido, la escuela de Psicología de la Universidad Santo Tomás
de Temuco, Chile, encontró que el 84% de los jóvenes fue víctima de
algún tipo de violencia en su relación, entre las que se encuentra la
violencia psicológica y el maltrato físico18.
La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales
FELGTB19 encontró en una
muestra de 900
personas, que el 30% de
homosexuales reconocieron haber maltratado alguna vez a su pareja,
mientras que Reyes et al.,20
evidenciaron que
41,6% de los y las
participantes (n=82) manifestó haber sido víctima de alguna conducta
violenta durante su relación de pareja, diferenciando así en las
relaciones gais una prevalencia del 20,3% (n=40) y del 19,3% (n=38) en
las relaciones de lesbianas.
En Colombia se cuenta con cifras de violencia del Instituto Nacional de
Medicina Legal y Ciencias Forenses (INMLCF), de las que se reporta un
total de 6488 casos de violencia de pareja contra mujeres y 1088 casos
contra hombres, entre enero y febrero del año 201821. Entre estos
datos no hay una diferenciación del nivel de violencia respecto a la
orientación sexual de las víctimas, hecho que lleva a continuar con el
tabú sobre las relaciones entre parejas del mismo sexo y, así mismo,
anularla de la realidad colombiana.
Entre 2007 y 2017, en Colombia 46 personas LGBTI fueron asesinadas por
su pareja sentimental, de las cuales 23 fueron en su vivienda22.
También se debe tener en cuenta que en este país actualmente no se tiene
rutas de apoyo especializadas para la violencia que se vive en parejas
del mismo sexo, lo que dificulta su denuncia y un trato adecuado.
Las principales investigaciones sobre violencia en la pareja han
centrado su atención en el contexto matrimonial, enfocándose
principalmente en las parejas heterosexuales, y son muy pocas las
investigaciones realizadas y los datos que se tienen sobre la violencia
de parejas del mismo sexo, que suele manifestarse desde el noviazgo3;
a partir de ello, el objetivo general de esta investigación fue analizar
la violencia intragénero entre parejas homosexuales en universitarios de
Bucaramanga.