En este tipo de diseño descriptivo de corte transversal, los instrumentos de medición
requieren cumplir con criterios de validez para garantizar la calidad de las mediciones
realizadas, razón por la cual se adelantó una fase psicométrica inicial que permitió cotejar
las debilidades del cuestionario y generar una versión adaptada al entorno de la población a
estudiar; así, la moderada y aceptable fuerza de concordancia encontrada llevó a la mejora
de la redacción y claridad de los ítems, de tal suerte que la versión ajustada mostró una
confiabilidad entre moderada y alta, ambas mediciones como indicios de mejoría al
instrumento dada la valoración de su validez facial por juicio de expertos y de consistencia
interna del instrumento, indicativos necesarios como los primeros pasos en el camino de
garantía del rigor científico en los procesos de medición12,13,15.
Por su parte, Aquino Taza16 en su estudio sobre el
nivel de conocimiento de los cuidadores sobre la prevención de LPP en el adulto mayor
postrado, en la ciudad de Lima, aplica en la recolección de la información el Caring
Hability Inventory (CAI), propuesto por la Dr. Ngozi Nkongho, por medio del cual se
logró medir la habilidad de cuidado; sus principales resultados muestran que la mayoría de
participantes en el estudio fueron mujeres (83,3%), con una edad mínima de 21 y un máximo de
71 años16. Estos resultados son similares a los
reportados por Pinzón et al. 17, quienes
evidencian en un estudio descriptivo de tipo cuantitativo, observacional-transversal que el
perfil de cuidadores informales está principalmente conformado por mujeres (79%) y la edad
promedio es de 40 años. En este mismo sentido Martínez López et al.18, reportan en el estudio
descriptivo-transversal, que la mayoría de cuidadoras son mujeres. En general, se puede
evidenciar que el papel de cuidador informal es asumido principalmente por las mujeres, sin
distinción de edad.
En relación con el desempeño profesional, se reportó que el 66,7% de los participantes
ejercen su profesión y a su vez hacen el rol de cuidador informal, se resalta el rol de ama
de casa en el 26,7% que han cuidado a su familiar por más de un año; esto puede ocasionar el
riesgo de presentarse sobrecarga del cuidador, resultados que son respaldados con el estudio
de Torres-Avendaño et al.19, quienes
reportaron una prevalencia de sobrecarga de cuidadores en personas dependientes del 39,7%,
lo cual repercute negativamente en esta población al generar una mala percepción de su
salud, en el tiempo de ser cuidador y en el abandono de sus actividades; al respecto,
Zepeda-Álvarez et al.20, en su estudio
correlacional de corte transversal, también reportaron que el 79% de la población abandonó
las actividades que antes ejercían por el cuidado, esto con la presencia de sobrecarga por
no contar con una red de apoyo suficiente.
Huete et al.21, realizaron un estudio
observacional descriptivo-transversal, en el cual encontraron que el 64% de los
participantes recibían ayuda para cuidar a la persona dependiente de sus familiares y en un
4% de sus vecinos. Sin embargo, el presente estudio es contrario a estos hallazgos, ya que
los participantes reciben ayuda en un 50% de cuidadores remunerados pagados por una IPS o
con recursos propios.
Por otro lado, la población estudio señaló que todo aquello cuanto saben acerca del cuidado
del paciente lo ha aprendido a través de la experiencia del cuidado (47%); en este sentido,
el estudio de Rodríguez-Rodríguez-Renobato et al.22, reportaron que 70,4% de los cuidadores contaban con
formación básica de enfermería, con un puntaje global de conocimiento de 60,4%, sugiriendo
estos resultados que, a mayor grado de estudios, mayores son los conocimientos sobre úlceras
por presión. En esta misma línea temática, Arpasi23
resalta la efectividad de los programas de formación para
el personal cuidador.
Con respecto a la dimensión de valoración de la piel, el presente estudio evidenció que los
cuidadores informales tienen un índice de conocimiento de 63,3%; esto significa que saben
inspeccionar la piel y tienen en cuenta signos de alarma (eritema no blanqueable, hinchazón,
calor o frío), en la aparición de LPP para informar a un profesional de enfermería. Así, el
estudio de Martínez et al.18, reportaron
que la población no tiene conocimientos claros de los factores de riesgo que inciden en la
formación de LPP, porque se enfocan en su mayoría en el factor de inmovilidad del paciente y
solo el 20% de los participantes saben que también contribuye a ser un factor la humedad y a
su vez desconocen que existen signos que indican la aparición de LPP; resultados que
contradicen los hallazgos del presente estudio.
Los conocimientos que tiene el 43,3% de los cuidadores informales en relación a la dimensión
del cuidado de la piel es del 83,3%, comprenden que la piel reseca no evita que se forme una
LPP y que las pieles delicadas son más propensas a desarrollar LPP. Así, Valero Cárdenas
et al. 24, constatan en su estudio que
los cuidadores tienen conocimientos acertados sobre su papel en la prevención de LPP y los
pacientes que presentan mayor riesgo de lesiones de piel son los que están en estados de
postración y son ancianos (74%), además reportan que la necesidad de piel limpia y seca
evita la aparición de LPP (64%); es así como las intervenciones para prevenir las LPP
necesitan ser orientadas en mantener la piel limpia y seca, pues también se evidenció falta
de conocimiento en la periodicidad en la valoración de la integridad de la piel (84%), el
uso de sábanas de movimiento en el traslado y movilización del paciente (80%)24.
Por su parte, el estudio de Stegensek Mejía et al.25, concluyó que el 31,1% de la población adulta mayor
hospitalizada presenta incontinencia, siendo esto un factor de riesgo para desarrollar
lesiones como LPP. A su vez O'Brien et al.26, en su estudio observacional prospectivo descriptivo
evidenciaron que el 40% de sus participantes desarrollaron LPP estadio 1, quienes a su vez
mantenían niveles elevados de humedad. Ambos estudios, respaldan los hallazgos obtenidos en
la dimensión humedad, en donde se evidencia escaso conocimiento en los cuidadores informales
del 100% de participantes, sólo el 46,7% de la población tienen un índice de conocimiento de
74,4, es decir que identifican que la humedad procedente de la eliminación y evacuación del
paciente contribuye a la formación de LPP.
En la dimensión de alivio de presión se encontró un estudio descriptivo exploratorio que
realizó Nogueira et al.27, en el cual
los cuidadores de individuos con lesión medular tiene un nivel de conocimiento de 67,8% que
evidencia que es insuficiente para la prevención de LPP, pues 20 pacientes presentaron LPP
por déficit de movilidad y sensibilidad permaneciendo horas sin aliviar la presión de las
prominencias óseas causando daño tisular; en contraste con los resultados de este estudio en
la dimensión de alivio de presión, donde los cuidadores tienen un índice de conocimiento de
61,9 que evidencia que más de la mitad de la población estudio, resalta la importancia del
cambio de posición mínimo cada dos horas y que no es adecuado dejarlos en una zona que esté
enrojecida o realizar masajes en prominencias óseas.
De forma diferencial están los resultados del estudio descriptivo exploratorio de Souza
et al.28, los cuales revelan que el
51,4% de los profesionales de enfermería tienen un déficit de conocimientos sobre LPP, pues
solo se enfocan en aliviar la presión de pacientes con riesgo de padecer LPP y a la vez
Narváez29 indica que un 80% de los cuidadores
manifiestan que se debe realizar masaje en zonas de apoyo enrojecidas, siendo un concepto
erróneo, ya que esto puede generar daño en la integridad de la piel del adulto mayor. Sin
embargo, Rogenski et al.30, concluyen
que el cambio de posición es una medida preventiva dentro de los protocolos establecidos,
porque estas son herramientas fundamentales en el impacto de control de la incidencia de
úlceras por presión, cuando se realizan de manera habitual24.
Dentro de la dimensión de la alimentación, 20 personas que corresponde al 66,7% tienen un
índice de conocimiento de 65,5 demostrando conocimientos claros respecto a que, la
alimentación rica en grasas es inadecuada y no ayuda a evitar las LPP, pero reconocen que la
alimentación rica en vitaminas y proteína si contribuye. Esto debe estar claro para el
personal que está al cuidado del adulto mayor, así Calvalho et al.31, indica que el conocimiento y práctica abarca
desde la alimentación del adulto mayor, el baño y la higiene; además debe realizarse con
actitud y práctica para generar un mayor beneficio32,
la orientación en salud, el diálogo terapéutico y el amor
son factores que propician un mayor confort para el paciente33. Lo anterior se sustenta por Tsaousi et al.34, en su estudio prospectivo, en el cual se
realizó a pacientes y familiares dando como resultados que el 14,2% de los factores como lo
son la edad avanzada, índice de masa corporal bajo, mal estado de salud y dieta artificial
confieren un valor pronóstico notable para el desarrollo de LPP; a la vez Raga-Morales
et al.35, en su revisión bibliográfica
concluyen que la aparición de LPP se relaciona con la malnutrición y es una de las
principales causas de este tipo de lesiones, por tanto la utilización de la valoración
nutricional como herramienta de trabajo ayuda a predecir el riesgo de desarrollar LPP.
Finalmente, en el estudio realizado por González-Consuegra et al.36, sobre una intervención prospectiva argumentan
que el 100% del personal de enfermería tiene claro que la fricción y el cizallamiento pueden
ocurrir al mover un paciente sobre la cama sin sábanas de movimiento, resultados que son
contradictorios al presente estudio en el cual, 93,3% de cuidadores informales tienen un
índice de conocimiento únicamente del 33,3%, cifra que evidencia la necesidad de educación
que la población cuidadora requiere para realizar movilización de la persona dependiente y
prevenir de esta manera las LPP.