Minificciones de Amor, locura y muerte

Resumo

 Desde que llegué al psiquiátrico las noches han sido la peor parte. Incluso con los medicamentos siguen siendo largas, pesadas, como si el tiempo se enredara en las cortinas grises y los relojes se olvidarán de avanzar. La noche del 20 de octubre no fue diferente. Después de mirar fijamente la cama vacía de al lado, cerré los ojos con el corazón apretado como cada vez que los recuerdos me acechaban. Estaba tan perdida en los laberintos de mi cabeza que no me molesté ni siquiera en abrir los ojos cuando sentí la puerta abriéndose. Sin embargo, a la mañana siguiente encontré los tendidos de la cama vacía desordenados como si alguien hubiese dormido ahí. Por un momento me sentí alegre, pensé que la psiquiatra había cambiado de opinión y me había asignado una compañera. Al salir del cuarto, la vi en el pasillo. Era rubia, delgada y con unos ojos enormes que parecían hechos de fuego.